7 de agosto de 2024

De aniversario...

 

Hace treinta años que inicié un viaje llena de ilusión, con muchísimas expectativas y sin ausencia de miedos e incertidumbres.

Había completado un ciclo importante en mi vida:  dieciocho años trabajando para la empresa privada.  Realicé diversas tareas, en distintas áreas del mundo empresarial y fue un tiempo realmente pedagógico en mi historia. 

Durante esos dieciocho años fuí como una esponjita nueva, siempre deseosa de empaparme de conocimientos, de destrezas.  Iba “amueblando” mi cabeza de estrategias, números, estadísticas, al tiempo que fuí llenando mi corazón de rostros, de manos abiertas, de buenos amigos, de sabios consejos y de ansias por aprender y superarme cada día más y más.

Pero, en el 1994 mi vida dio un giro inesperado, casi violento.  Me ví ante la posibilidad de renunciar a trabajos que realmente eran buenos en todos los sentidos:  realizaba labores que me satisfacían, tenía buenos compañeros de trabajo, buenos beneficios marginales, plan médico, Seguro de Vida, buen salario, etc.  Un trabajo donde yo me “veía” crecer, donde tenía muy buenas oportunidades de labrarme un exitoso futuro para mí y los míos.  Me había estado preparando para ello…

Treinta años han pasado, donde me detuve a pensar, o mejor dicho, un buen y santo amigo me hizo reflexionar sobre si realmente eso que estaba buscando, me haría feliz?  Si buscándome a mí, no me encontraría al borde de un precipicio por un ego mal entendido.  Y me hizo ver que era ya el tiempo de levantar la mirada y darme cuenta que había finalizado ya el tiempo de aprender, el tiempo de buscarme y había llegado ya el tiempo de construir una nueva historia…

Y creí en él y en Él; y me dejé llevar.  Me permití dejarme acompañar por una familia, sí una gran Familia en donde (como en todas las familias) he experimentado muchas alegrías, tristezas, decepciones.  Pero doy fe de que el esfuerzo no dejó de avanzar junto al tiempo. Cada día una batalla, cada reto un escalón, y así se fue construyendo con empeño, con dedicación, con sudor, y también con lágrimas una nueva historia.  La historia que el Señor había escrito para mí.  Nunca pondré en duda de la intervención divina que una vez más me fue llevando con suma paciencia e inmenso amor a mi nuevo destino.

Hoy celebro este viaje, este largo transitar, con gratitud en el alma y sueños por realizar. Porque aunque el tiempo avance y cambie el horizonte, sigo albergando sueños en mi corazón.

Celebro estos treinta años llenos de historias, de lecciones, de metas compartidas, de alegrías y pesares, con humildad y profunda alegría. Lo celebro sintiéndome libre, sin temor y con renovado ardor.

Me siento sumamente agradecida, privilegiada y bendecida por estar aquí, donde ganándome el "pan" he conocido el verdadero Alimento y he gozado de la fraternidad, la amistad y la comunión. Qué dichosa verdad!? 

Estoy y estaré siempre agradecida por ello.  He crecido, madurado (y envejecido por supuesto) con y entre ustedes. Espero en el Dios de la Vida que el tiempo que me quede con ustedes sea como hasta ahora, un tiempo de Gracia.

En la aurora temprana y en el ocaso tardío,
mis pasos firmes forjaron caminos,
tejiendo sueños, hilando destinos,
con cada tarea, con cada desafío.

Treinta años de risas, de luchas y abrazos,
de metas alcanzadas y de aprendizajes vastos.
En cada proyecto, en cada jornada,
dejé un poco de mí, en la misión confiada.

Hoy miro atrás y veo el sendero,
las huellas que dejé, el legado sincero.
Hermanos de vida, desde el corazón,
hemos compartido mucho, en trabajo y amor.

Celebrar no es solo mirar lo logrado,
es agradecer por lo que juntos hemos sembrado.
Por los días duros y los momentos de gloria,
por cada capítulo escrito en esta historia.

Hoy queda solo decir: GRACIAS

al Señor, a Claret, a la vida.

Aún queda camino por recorrer

Que sea María mi compañía!


25 de diciembre de 2023

NAVIDAD 2023

 


En el hondo silencio, antes del eco,

el destino se entretejió en murmullos

donde se escondió el mayor secreto,

entre el heno y los susurros.

 

En la quietud se tejió la trama

el inmenso tapiz de la vida

siendo el silencio el único testigo

y el mejor preludio a Su Venida.

 

En absoluta calma

sin agendas, ni horarios ni prisas

antes que el viento lo percibiera

se bordó la mejor Noticia.

 

Se hiló el maravilloso milagro

en el mutismo de la noche callada

y entre telares del tiempo

la creación se vistió de gala.

 

El silencio, el que siempre conspira

en la preparación de grandiosos momentos

estalló de gozo, encarnó la Vida

rompió su esencia y se vistió de Verbo.

 

 

 

 

19 de agosto de 2023

El Señor ha estado grande, y estamos alegres...

 

“Preguntó Natanael: ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? Felipe le contestó:  –Ven y compruébalo.”  Juan 1, 46

Hoy ha sido uno de esos días de los que quedan grabados en la memoria del corazón ya que son  verdaderamente muy significativos. La Congregación de los Misioneros Claretianos, ha recibido hoy un nuevo hijo:  un nuevo sacerdote, que se suma a la Delegación de Antillas; donando su voz, sus manos, su vida, su corazón, a la causa del Reino de Dios en estas tierras caribeñas.

Lamenté muchísimo no haber podido estar presente en un día tan especial e importante, tanto para Cassamajor, como para todos los que le conocemos y queremos, pero gracias a las redes sociales pude entrar en comunión con él y celebrar junto a toda la comunidad.

La ceremonia reflejó su sencillez, su humildad y su alegría. Vi una ceremonia llena de mucha ilusión, gozo, fraternidad.  Hubo delicadeza y cuidado en los detalles, en los signos, en las flores, en los cantos, en todo y en todo momento.  Todo ello, testimoniando manos solidarias, muchas horas de trabajo, una comunidad viva y muchos deseos de tener una celebración bonita y memorable. 

Pero ciertamente, hubo algo que me llamó mucho la atención: el profundo sentido de agradecimiento que permeó toda la celebración.  Todas las personas que interactuaron en algún momento, todas, expresaron de principio a fin sentirse agradecidos.  A Dios, a la Congregación, a los hermanos que intervinieron directamente en la educación, formación, vida y misión del ordenado, a la comunidad, a los familiares, amigos, etc.

Pienso que un corazón agradecido es sinónimo de un corazón que se ha sentido amado y ha aprendido a amar…

Y yo también me sentí y siento muy agradecida.  Por  Cassamajor, por su vocación, por la de tantos hermanos de la Delegación que día tras día nos ofrecen un testimonio de vida verdaderamente impresionante, que nos edifica a tantos!

Hoy, en la mirada limpia y serena de Cassamajor, se crecía un profundo amor a Jesús, a su Iglesia, a su vocación…

Yo, siendo fiel a mi identidad femenina, me emocioné hasta las lágrimas en varios momentos.  Y el primero de ellos fue, al ver a Marie, la madre de Cassamajor.  La madre es y será siempre ese ser único en la vida de todos, que ocupa un lugar que no puede ser ocupado por nadie más, que nos inspira un sentimiento que no tiene comparación con ningún otro y que no es fácil poder describir los movimientos que experimenta nuestro corazón ante su presencia.

Y al ver hoy a Marie, allí, sencilla y grandiosamente hermosa, serena, tranquila, tan segura, tan fuerte, ¡tan MADRE! no pude evitar las lágrimas.  (Las madres reconocemos la grandeza del corazón de otra madre con solo ver un rostro sereno e iluminado, como el que tenía hoy Marie…)

En fin, la ceremonia fue una muy digna, sencilla, hermosa y muy aterrizada…muy claretiana.  Pero para mí, tuvo un sabor muy particular; sumamente especial.  En la iglesia se dieron cita, los padres de Cassamajor y dos hermanos.  Fue la representación de su familia.  No hubo más, no pudo haber más. 

Sus familiares, vecinos, amigos, están en Haití.  Viviendo una gran incertidumbre con la inestabilidad social y política que impera en el país; pero peor aún, arropados de una gigantesca ola de violencia que se afana continuamente con robarle la Esperanza a los hermanos haitianos.

Esta noche, mientras escuchaba nuevamente el Evangelio, me vino al corazón la imagen de Marie.  Y la ví en esa mujer cananea a los pies de Jesús. ¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí!  Mi hijo está terriblemente atormentado por un demonio».  

Y Marie le presentó a Jesús, a Cassamajor; a un hijo que estaba atormentado por el demonio de la violencia, en medio de un pueblo lleno de dolor, de sufrimiento, de egoísmos. 

Y ella fue decidida a pedirle a Jesús que salvara a su hijo de ese terrible demonio.  Con una fe profunda, clara, fuerte.  Marie se puso a los pies de Jesús, pero totalmente confiada y sostenida por una profunda fe.  Y eso descolocó a Jesús.  ¡“Mujer, qué grande es tu fe”!

Y ocurrió el milagro, un milagro de amor.  Haití, en medio de la violencia, de su falta de orientación, de su desamor; fue el útero que albergó el corazón de Dios mismo, de un hijo, fruto de la fe de una madre que supo confiar, perseverar, amar.  Una madre que seguramente y sostenida en esa gran fe, luchó muchísimo por cuidar celosamente esa semilla de amor sembrada en el corazón de Cassamajor.

Y también pensaba en el dolor, el sufrimiento, los sacrificios, la angustia que han pasado o pasan aún la familia y cómo en medio del “caos”, sale triunfando el Amor.  Cómo la fe es capaz de derribar las montañas del miedo y descubrir la Esperanza, la Luz, en medio de tanta oscuridad. 

Porque Dios vino para todos, para Él, no hay extranjeros. (como escuché esta noche en mi Parroquia).  Dios es ese Padre Bueno que sigue llamando no a algunos, sino ¡ A TODOS!  A servir en una Iglesia donde estamos llamados todos, como repitió hasta el cansancio el papa Francisco en la JMJ 2023. Blancos, negros, asiáticos, americanos, indios, caribeños...TODOS!

(Pues sí…claro que volvieron a sorprenderme las lágrimas cuando me asaltaron estos pensamientos esta noche durante la misa.)

Comencé este escrito con el texto: “Preguntó Natanael: ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? Felipe le contestó:  –Ven y compruébalo.”  (Juan 1, 46)  y  pensaba ¿cuántas personas hubieran imaginado que de una comunidad tan herida como lo está hoy día la comunidad haitiana podría surgir un Misionero Claretiano? ¿Cuántos podrían pensar que de en medio de la desesperanza, se abriera una esperanza para todos?  También me pregunto:  ¿Podré alguna vez experimentar una fe como la de la cananea?

Termino esta nota con un texto que me ha “caído en las manos” “de casualidad? …nada..es el perfecto reflejo de lo que Jesús me regaló hoy...

“Ustedes dicen que este lugar está abandonado, sin habitantes ni ganados. Pero así dice Yavé: En todas las ciudades de Judá y en las calles desoladas de Jerusalén, ahora sin habitantes ni ganados, aún se oirán gritos de gozo y de alegría, canción del novio y de la novia, voz de los que traigan sacrificios de alabanza a la Casa de Yavé. Y dirán éstos: «Alaben a Yavé porque es bueno, porque es eterno su amor.» Pues haré volver a los que fueron desterrados, y estarán como antes.  Así dice Yavé Sabaot:  En este lugar sin habitantes ni ganados, y en todas las ciudades, habrá pastos y pastores que hagan acostarse a las ovejas.   Jeremías 33, 10-12 

25 de julio de 2023

Vacation Mood

 

Sigo aún disfrutando de mi tiempo de vacaciones.  Días en que me libero (o al menos lo intento con todas mis fuerzas) de las agendas, de los horarios, y de la planificación organizada para cada hora del día.

Son días de respirar serenidad, de apapachar el espíritu.  Esta palabra de “apapachar” me gusta mucho, me transmite ternura, inocencia, complicidad.  Es una palabra que conocí en México hace unos años; donde se usa mucho y desde la primera vez que la escuché me enamoré de ella.   Es de la lengua náhuatl y significa para los mejicanos: “acariciar el alma”.  Y pues así estoy viviendo estos días de vacaciones:  apapachando mi espíritu. 

En estos días disfruto mucho de los imprevistos.  De esas salidas no planificadas, de las invitaciones no esperadas y de leer los libros que desee, sin exponerlos a competir en una lista de prioridades.  Me dedico a leer el tiempo que quiera, en la habitación, en el patio y hasta en la sala de televisión donde voy a acompañar a los amigos que se reúnen a ver sus programas.  Mientras tanto, yo sigo devorando palabras en un sube y baja de sensaciones que me regalan cientos de bocanadas de libertad.  Ciertamente que eso es apapachar el espíritu…

Puedo dedicar más tiempo a la meditación y además variar el horario para hacerlo.  Me he dado cuenta de que el solo hecho de romper la rutina, me provee la capacidad de releer los sucesos que voy viviendo durante el día; desde un lente distinto; más equilibrado, intuitivo, compasivo, sereno.  Y además, con un sentimiento de confianza plena en mí misma.

El tiempo de vacaciones es el perfecto para la renovación, para los nuevos comienzos, los ensayos de cosas nuevas, el salto hacia la novedad.  Es la hora de estrenar hábitos y abandonar otros.  Tiempo que nos invita a detenernos a valorar, a agradecer y a compartir con nuestros seres más amados la Alegría de Vivir y de poder amar.  Así son las vacaciones…

Pero, sin dejar de agradecer al Señor este tiempo, y lejos de no vivirlos con alegría; estoy consciente de que no será para siempre porque las vacaciones ya tienen sus días contados.

De todas maneras, he hecho lo que se acostumbra los días 1 de enero de cada año:  resoluciones.  Y una de ellas es procurar vivir en “vacations mood” cada vez que desee.  He decidido: no limitar a solo un mes al año para apapachar al espíritu. Lo haré siempre que lo necesite, o que me de la gana.  A fin de cuentas, si no acaricio el alma, ¿quién lo hará?

24 de julio de 2023

De regreso...

 


Ya hace varios meses que no comparto por aquí, lo que diariamente escribo.  Sí, escribo a diario, y en realidad, más que por gusto; lo hago por necesidad. 

En los últimos meses no había sentido deseos de publicarlo por aquí porque creo que necesitaba un tiempo de “silencio exterior” luego del fallecimiento de mami.  Ya hace 5 meses que celebró su Pascua definitiva y aunque no había visitado el Blog, nunca he dejado de escribir.

Y en estos días de vacaciones, he escrito más que de costumbre y decidí hoy:  "regresar"...

No logro conciliar el sueño si no leo un poco y escribo otro poco antes de irme a la cama.  Es un hábito que comencé desde hace ya mucho tiempo que se ha transformado en un tipo de “ritual”.  ¿Bueno? ¿Malo?  Pues depende desde qué mirada se contemple…

Para mí, la lectura será siempre una experiencia única. Es mucho más que llenarme la cabeza de ideas o conceptos. Ciertamente que me provee conocimientos, en ocasiones me brinda herramientas para entenderme y comprender muchísimas cosas, en otras me regala momentos de sano entretenimiento, y también me induce a la reflexión, al pensamiento crítico.

Sí, soy algo selectiva a la hora de leer, pero abierta a diversidad de temas.  Aunque leo mucho de escritores cristianos, me apasionan los libros que me cuestionen, que me hagan pensar, me gusta muchísimo leer también de personas a las que admiro por diversas razones, especialmente las que me han seducido por su coherencia de vida o de aquellos cuyas vidas ordinarias las han vivido de modo extraordinario. 

Pero, repito, no discrimino en temas, porque leer produce en mí un efecto catalizador, que me provoca paz, serenidad, y me da equilibrio emocional.  Y confieso que siento que el leer se ha convertido en una especie de “vicio” para mí, al que no quiero renunciar porque creo que sería como negar parte de mi identidad.  (Y eso no es negociable).

Por otro lado, el escribir un poco en las noches, antes de irme a dormir, pues se ha convertido también en una necesidad real.  Crecí dentro de la Iglesia, la Iglesia católica y desde pequeña vengo escuchando que antes de ir a la cama, se debe hacer un examen de conciencia. Hacer memoria de todas esas ocasiones en que hemos “pecado”, fallado, en otras palabras, “metido las patas” y por supuesto sentirnos arrepentidos por ello y pedir perdón.

Bueno, pues me acostumbré también a hacer memoria, antes de ir a la cama, de los momentos que durante el día no me había portado mal, o, que, por el contrario, había hecho algo bueno.  Y me esforzaba siempre por inclinar la balanza hacia esta segunda parte.  Recuerdo los largos ratos que me tomaba en ocasiones hacer la lista que siempre quería que quedara al final, mucho más larga que la primera, por supuesto a mi favor, jajajaja.  Y eso me daba muchísima tranquilidad y podía dormir mejor. 

Creo que este hábito de niña-adolescente me fue preparando para lo que eventualmente se ha convertido en mi segundo pequeño “vicio”.  Necesito escribir en las noches mis memorias del día.  Ya lejos de experimentar culpas o una conciencia escrupulosa, o sentimientos frustrados y sin ninguna preocupación de ver el balance al final del día.  El recordar mis horas, me alivia y alegra muchísimo porque puedo ver cada uno de los pequeños y grandes milagros que el Señor me va regalando.

No se trata de un diario, no.  Cuando muy jovencita intenté llevar uno y fracasé. Siempre recordaba los que veía en películas o novelas que comenzaban así:  Querido diario” y eso me causaba tanta risa que era incapaz yo de asumir ese estilo.  No puedo imaginarme conversando con un personaje imaginario, ajeno a mi vida y que estuviera ahí, esperándome como un amante en las noches para escuchar mis confesiones.  No me causaba ninguna ilusión hacer eso.

Pero, sí, escribo sobre las cosas que he vivido durante mi día.  Lo hago sin ninguna expectativa, ni presión de alguien que está esperando noticias mías….

Escribo libremente sobre lo que pensé, lo que viví durante el día; lo que me hizo reir, llorar, lo que me preocupó, dolió, sorprendió, alegró, etc.  También doy palabras a mis equivocaciones, mis errores, mis egoísmos, mis momentos bochornosos…

Una de las grandes satisfacciones que me está dando este ejercicio es que permite darme cuenta de los cambios que voy experimentando día a día, poco a poco, pero consistente y espiralmente. 

Y constato que el tiempo de meditación que he incorporado a mi vida en los últimos tiempos es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida y que me ayudan a tomar conciencia de mi verdadera andadura.  Y ese espacio me da herramientas para poder escribir muchísimo mejor mis memorias diarias.  Es como la incubadora de mis pensamientos y sentimientos.  Desde ahí van tomando nombre, rostro, identidad.

Me da mucha paz el constatar que la vida no se está limitando a cambiar mi físico, mi peso, a minimizar mis fuerzas, a limitar mis capacidades, a apaciguar mis impulsos…sino que me está ofreciendo un caudal de riquezas invaluables, exquisitas, irrepetibles y exclusivas, pensadas y hechas solo para mí.  Y eso es un verdadero regalo y un gran gozo.

Experimentar la paz que produce el haber sido capaz de compartir desde el corazón con el otro; independientemente de cómo haya amanecido este día, aunque haya amanecido enferma, o cansada por no haber dormido bien o lo suficiente…

Sentir gozo al recordar cada una de las conversaciones sostenidas con personas que supieron acogerme con sus palabras, su atención, su cariño.  El haber sido consuelo para algunos, compañía para otros, y poder escuchar historias, sufrimientos y ser (sin merecerlo): bálsamo de aquellos que han confiado en mí y me abrieron su sagrario…

Ser testigo de las necesidades de algunos, de las tristezas de muchos, del peso enorme que llevan sobre sus espaldas tantos!  Y al mismo tiempo, tener presente, las “riquezas” que el Señor me ha concedido y la gran responsabilidad que se me ha conferido…

De eso se trata la vida, al menos, la mía:  de estar consciente, de estar atenta, de sentirme “viva”, saber quién soy, de saberme ubicar en mi tiempo y espacio, de vivir profunda e intensamente las horas de mi día pero sobre todo:  de que soy hecha de Amor, con Amor y llamada a Amar…que lo único que me da Paz y Gozo es el de poder escribir noche tras noche en mis notas que he podido amar y desde el corazón.

1 de febrero de 2023

Con la mirada perdida...


 La encontré con la mirada perdida

vestida de nostalgias

en la penumbra crecida…

 

Una mirada perdida

secuestrada de recuerdos

navegando tantas rutas

privada de grandes sueños.

 

Una mirada perdida

invadida por el miedo

aferrada a la Esperanza

sumergida en el silencio.

 

Una mirada perdida

de palabras huecas y abismos inmensos

una mirada encontrada

en la sola hora, del anhelado Encuentro.

 

Una mirada perdida

Preñada de libertad

sin prisas, dolor, ni tiempo

buscando la eternidad.

31 de enero de 2023

Todo tiene su tiempo...

 

Según Qohélet, los acontecimientos de la vida tienen un carácter cíclico.  Todo tiene su tiempo y caducidad.  Así pues, que no se puede estar toda la vida llorando…ni toda la vida haciendo duelo…

Según el libro de Eclesiastés, hay un tiempo para cada cosa:  tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar; tiempo de llorar, tiempo de reir; tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar…(cf. Ecl 3, 1-8).

Los sicólogos dicen que cuando un duelo dura más de la cuenta, es sinónimo de alguna patología no resuelta. 

Pero, habría que preguntarse: ¿y durante cuánto tiempo es “normal”, “razonable” llorar? ¿Cuándo se supone que paremos el llanto y volvamos a reir?  ¿Cómo saber el momento de finalizar las famosas cinco fases que la siquiatra Kubler-Ross nos habló hace ya mucho tiempo en relación al duelo? ( Negación-Ira-Negociación-Depresión y Aceptación…)  Estoy segura, que no soy la primera, ni seré la única, ni última persona en hacerse estas preguntas…

En ocasiones, como hoy; llevo a mi oración personal (o llegan) estos pensamientos.  Pienso que el llanto no se puede encasillar en tiempo ni espacio.  Todos experimentamos la necesidad y a veces, urgencia, de llorar.  A fin de cuentas, el llorar no es otra cosa que la respuesta instintiva ante un dolor físico o emocional (esta es la definición del llanto, que leí una vez, visto desde un punto estrictamente fisiológico).  Por lo tanto, al llorar, expresamos a los que nos rodean, lo que vamos experimentando por dentro.  Y de este modo, damos signos de humildad, de transparencia y honestidad. 

El llorar nos da la dignidad de ser perfectamente vulnerables, sensibles y capaces de retar a una sociedad que enfrenta cada vez más, con indiferencia e indolencia el sufrimiento de los otros.

Todos lloramos al nacer, siempre habrá al menos, una persona que llore cuando muramos; pero no todos vivimos de igual modo nuestros duelos, ni tienen todos el mismo tiempo de duración.

Todos vivimos distintos duelos a través de nuestra vida. Una cosa es asumir sanamente la realidad de los sufrimientos propios de nuestra naturaleza humana, y otra muy distinta, aquellos que son causados por acontecimientos que nunca debieron ocurrir.  El llanto por la pérdida de un ser querido es distinta al llanto ante las injusticias, el hambre, la pobreza, el abuso de poder, etc.

Ante la muerte, la enfermedad, el llanto redundará en liberación.  Pero ante las injusticias, será siempre un grito reclamador.  Si lo dudan, solo habría que preguntarle a los familiares de las víctimas de los atentados a las Torres Gemelas, a las madres de Plaza de Mayo, a las familias de tantas víctimas de la trata humana y de tantas atrocidades e injusticias de las que lastimosamente somos testigos.  

Por eso, llego a la conclusión que es fundamental que el llanto reclame su espacio y su tiempo para el duelo.  Que lejos de querer asumir una actitud derrotista, o masoquista, nos ayude a recordar nuestra fragilidad, nuestra pequeñez y nuestra necesidad de abandono y confianza, en el Protagonista de nuestra historia. Y cada quien tomará el tiempo que necesite para ir transformando el llanto en Paz…

Pero, el llanto que ocasiona el egoísmo del hombre, ese llanto se debe inmortalizar.  No se puede clausurar el dolor, hay que reivindicar a cada víctima con el recuerdo permanente de cada rostro, de cada nombre, de cada persona.  Ese acto será siempre un grito, un genuino reclamo de justicia y un recordatorio de lo que somos capaces, cuando jugamos a ser el  protagonista de la historia.

1 de enero de 2023

¡Bienvenido Año 2023!


El 1 de enero de 2022 escribí en este espacio, justamente un año atrás, un día como hoy.  Compartí en ese entonces la reflexión que estuve haciendo en preparación a un nuevo 1 de enero.

En ese momento, me inquietaba pensar en las cosas que yo iba a traer para el nuevo año, y no me hacía expectativas de lo que me traería el nuevo año a mí.  En los últimos meses del 2021 reflexioné mucho sobre aquello que quería aportar a mi familia, a mis amigos, a mi comunidad.  Experimenté la inquietud de comprender qué cosas nuevas iba a ofrecer a las personas que amaba; qué quería aprender, cambiar, mejorar, aceptar, etc.  

Seguramente este ejercicio lo hacemos muchísimas personas, especialmente las que intentamos privilegiar tiempos de silencio.  Estos espacios, donde serenando el espíritu; intentamos acallar el ego y escuchar como niños esa Voz interior que todos llevamos dentro.

Hoy, comenzando un nuevo año, es inevitable evaluar el tiempo vivido.  Experimento GRATITUD por muchísimas cosas. Pero destaco algunas que marcaron mi 2022.

Una de ellas, ha sido la Presencia del Señor en la vida de mis padres, en especial en la de mi mamá, en medio de sus sufrimientos y su enfermedad.  Puedo atestiguar lo que la alimenta día a día:  su Fe.  Mi mamá ha confiado siempre en la fuerza de la oración al Sagrado Corazón de Jesús y diariamente le habla, le llora sus dolencias, le pide, le ruega y le reza confiada en su intersección.  Y estos gestos tan místicos como humanos; vividos en medio de una dolorosa carencia de salud, en los umbrales del final de sus días; no dejan de sorprenderme, emocionarme y edificarme…

Lo segundo que agradezco de modo especial, es lo vivido en la familia, con mis hermanas e hijos.  Los diálogos, encuentros, alegrías y momentos difíciles que vivimos el pasado año; han fortalecido nuestra relación, y siento que hemos madurado en el amor oblativo.  Nos hemos hecho más fuertes, más cercanos, más comprensivos.

Agradezco infinitamente la presencia de amigos que se han convertido en familia.  Personas muy especiales, realmente portadores de buenas noticias para mi vida.  Nunca terminaré de agradecerle al Señor por ellos.  Se han convertido en “ángeles” que me brindan de un modo hermoso e incondicional su cercanía, ternura, amor, compañía.  Puedo llamar, sin lugar a dudas, el año 2022, el Año de la Familia Extendida en mi vida.  He sido muy bendecida por ello.

Al igual que siento una inmensa gratitud por los que llevan ya muchísimos años compartiendo el camino y que continúan a mi lado siendo fieles al sentimiento y amor que nos ha unido.

Me siento también, agradecida, porque el Señor me sostuvo en momentos en que sufrí percances de salud.  Se hizo vivamente presente a través de personas que me acompañaron, apoyaron y ofrecieron amor, cariño, ánimo y todo lo que necesité…

Si bien experimento gratitud por esto y muchas cosas más; también experimento un poco de frustración por los intentos fallidos, por las horas perdidas, por no siempre lograr superar los egoísmos y miedos…

Reconozco con humildad que he dado algunos tímidos pasos en mi crecimiento espiritual, aunque lamento el no haber crecido cuánto anhelaba. Aprendí a ser un poco más tolerante y paciente.  Tengo mayor dominio y control de mis emociones, porque creo que me conozco más.  Acepto y acojo con mayor serenidad lo que la Vida me va presentando; y me duele mucho el no haber sido capaz de ofrecer y amar más…

Pero en el balance de mi año, me siento en paz, porque soy capaz de identificar mi vulnerabilidad, mis limitaciones, y eso no me permite olvidar que soy dependiente de Su Amor, de Su Ternura, de Su Misericordia.  

Una de las grandes lecciones que me dejó el 2022 fue el darme cuenta de que la visión que tenía de la vida, en la que se ve un comienzo, un desarrollo, una plenitud y luego una decadencia, es una visión razonablemente humana sí, pero está lejos de ser una visión propiamente cristiana.  Porque la vida cristiana avanza siempre en plenitud hacia un encuentro con el Señor.    Por eso me conmoví mucho cuando leí lo que escribió el papa emérito Benedicto XVI: “Yo no me preparo para un fin, sino para un encuentro”. 

Al leerlo me sentí identificada y comprendida.  Porque este pasado año, comencé a comprender esta gran verdad:  La vida no termina, se transforma.

Y vivir desde esta óptica cambia diametralmente el modo de comprenderlo todo.  Porque se aprende a vivir con serenidad, sin prisas, en confianza, con Esperanza.  No se teme el paso de los años, no se lamentan las arrugas, las canas, los cansancios…Nos reconciliamos con la realidad, con nuestras debilidades, nuestras limitaciones, con la caducidad de nuestro cuerpo.  Porque somos más que esa materia.  Somos espíritu y el entendernos así nos capacita para liberarnos de los apegos, de las ansias de protagonizar, de destacarnos, de liderar la vida.  Ya no deseamos ser eficaces, sino personas que vivan con pasión y profundidad todos y cada uno de sus días…

Y en esa gran lección que me dejó el 2022 es la que quisiera profundizar este 2023.  No quiero ni voy a proponerme a hacer grandes cosas.  No voy a planificar sueños, a agendar eventos significativos.  No quiero sentirme frustrada ante proyectos inconclusos.  

Mi deseo es vivir desde la sencillez, desde la Escucha... Quiero seguir ejercitándome en el silencio, (abrazo interior) y en el servicio, (abrazo exterior hacia los hermanos) porque es lo que quiero priorizar en esta etapa de plenitud de mi vida, no ante las puertas de la decadencia, sino ante las puertas del Encuentro.

¡Feliz Año Nuevo 2023! ¡Bienvenido!

29 de octubre de 2022

Zaqueo me sabe a Navidad

Ayer; aprovechando que pude ir a pasar la noche a mi casa, quise regalarme un rato sin distracciones, tranquila, sin ruidos, para mí sola.  Me hacía mucha falta.  Y luego de un buen tiempo de silencio, quise releer el Evangelio de este fin de semana; que por cierto es uno de mis favoritos.

Y lo saboree como nunca. Sí, porque ¡Zaqueo me sabe a Navidad! Además, tiene unos detallazos increíbles. 

Primero que todo, el texto dice que Zaqueo era de baja estatura.  Y no puedo evitar pensar en Claret, que también fue bajo de estatura, en Madre Teresa de Calculta y en mi amado P. Nieto.  Parece ser, que aquello de que “el perfume bueno, viene en frasco pequeño” tiene mucho de cierto.

Zaqueo era de baja estatura…

Pienso en María.  En la biblia no encuentro una descripción física de ella, pero siempre me la he imaginado diminuta, delicada, y sí, pequeñita:  como Zaqueo, como Claret, como Nieto.

¡Qué maravilla!  Una vez más, Jesús se vale de lo pequeño...

El Evangelio dice que Zaqueo quería ver a Jesús.  Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí”.

Pero en realidad es Jesús el que va a su encuentro. Como siempre ha hecho conmigo.  En ocasiones creo que le busco y es él quien me encuentra siempre.

“Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto…”

Jesús no espera que Zaqueo le grite, que le tire una piedra para obligarlo a mirar hacia arriba, no.  Jesús no espera, Él siempre sale a mi encuentro y lo hace de una manera directa, privilegiando Su mirada sobre mí.  Él sabe en cuál sicomoro estoy trepada, en dónde he colocado mi necesidad de verle, de escucharle, de hacerme notar por Él, desde dónde le grita el corazón mi angustia, mis temores, mis miedos. 

Jesús mira, me mira y me llama por mi nombre…y me invita a bajar de mis inseguridades, de mis temores, de mis desconfianzas, y con urgencia. No se fija en mi baja estatura, en que me estoy escondiendo entre mi sufrimiento y mi fragilidad. Simplemente, me mira, me llama y me manda a bajar. 

Sabe que si sigo recostada en el sicomoro de mi sufrimiento y egoismo; entonces, no podré verle de cerca.

“porque hoy tengo que alojarme en tu casa”.

Zaqueo no le hizo ninguna invitación a Jesús.  Él solo quería mirarlo; pero Jesús quería entrar a su casa.  Como lo hizo en Belén…como lo ha hecho conmigo.  Desde que me buscó, me miró y me llamó, desde el principio, desde siempre, ha tenido intenciones de hospedarse en mi casa. 

“Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.”

“Les anuncio una gran alegría;  Hoy nos ha nacido el Salvador, que es Cristo, el Señor.” (Lc2, 10-11)

¿Ves? ¡Es que Zaqueo me sabe a Navidad! Jesús, desde su nacimiento lo que nos ha traído es Alegría, Gozo.  Y es lo que inspiró Jesús en Zaqueo, la Alegría pura de un corazón que ha sido capaz de bajar del sicomoro de su avaricia, de sus ansias de poder, de sus costumbres de aprovecharse de la gente y se dejó invadir por la Alegría de Jesús.

«Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más».

No es posible seguir igual.  El encuentro con Jesús implica cambio, nuevos caminos, nuevas opciones. Es imposible continuar viviendo de espaldas al Amor y a la Justicia.  El encuentro con Jesús genera generosidad, fraternidad.  Y ya no puedo mirar al otro, sino, como hermano.

Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

El encuentro con Jesús nos devuelve la dignidad.  Él no se fija en el pecado, y siempre nos recuerda que no somos ni Juan, ni Pepe, ni Nancy, sino hijos de Abraham.

Soy una hija de Dios.  Y Jesús me regala la Salvación.  No la he ganado, no he hecho ningún mérito para ello.  La salvación se la ha dado Jesús a Zaqueo, y me la ofrece gratuitamente a mí, porque sí, porque Él es así, porque me Ama y porque la Salvación es un regalo.

Zaqueo me recuerda ese hermoso tiempo de Adviento que ya se avecina.  Porque me recuerda que "lo de Dios es venir y lo nuestro es esperarle". 

Siento que este año, me invita a fijarme bien en cuál sicomoro me estoy refugiando con deseos de verle. Y quiere que me deje encontrar por Él, pero desde abajo, sin dejar mi realidad, aceptando mis limitaciones, mis fracasos, mi sufrimiento.  Quiere encontrarme en el Silencio, en la Escucha, en el Servicio, en la Comunidad.  Y quiere entrar a mi casa, hospedarse en ella porque quiere hacer Fiesta conmigo.

Pronto será Adviento y ¡Zaqueo a mí me sabe a Navidad!

27 de octubre de 2022

El camino se transita lentamente...

 


El camino se transita lentamente

aferrados a lo efímero y circunstancial

sorbiendo la vida a borbotones

en caravana ascensional.

 

Se transita hacia afuera y hacia dentro

entre memorias y nostalgias

entre miedo y frustración

con vanidades esclavas.

 

Nos hundimos de cansancios

doblegados por apegos

urgidos a cruzar el umbral

en búsqueda de consuelo.

 

Transitamos hacia la Luz

ansiosos por Libertad

con cicatrices y culpas

vestidos de dignidad.

 

Se van desandando las huellas

dibujando un nuevo Cielo

descubriendo otros pasos

expectantes por lo nuevo.

 

Se presagian nuevas sendas

donde no habrá un compañero

soñando en lo más profundo

tener feliz Encuentro.

 

Se transita lentamente

con el alma dividida

entre alegría y temores

esquivando despedidas.

 

Cuesta tanto las renuncias

al control y a los dominios

abrazar la mansedumbre

soltar nuestro egoísmo.

 

Se transita lentamente

se teme mucho avanzar

nadie nos enseña la Ruta

ni cómo se habrá de danzar.

 

Porque se llegará a la Gran Fiesta

Vestidos de Eternidad

Y ante el umbral de la puerta

Solo nos resta confiar…