18 de octubre de 2025

A mi querido hermano, P. Arturo González Robles, cmf. en su Pascua...

Fuiste antorcha en caminos de polvo,
sembrador de fe en tierras de sol,
eco del Evangelio entre los humildes
Misionero de ardiente corazón.
 
Tus pasos cruzaron mares y sueños,
desde La Habana hasta Quisqueya,
con la pasión de quien ama sin medida.
dejando en cada rostro una huella,

Tu palabra fue puente y consuelo,
tu vida entera: hogar y refugio;
en tu corazón: el fuego claretiano,
el que te impulsó siempre a ser fecundo.

 Catequista del alma, pastor y hermano,

hiciste del altar una escuela de amor,
del camino, una cátedra viva,
y de tu vida, una misión sin reloj.

 Tu vida fue Evangelio hecho carne,
camino abierto, lámpara y abrazo.
en cada encuentro, con el niño o el anciano,
brotaba el gozo del que sirve amando.
 
Hoy celebramos tu vida ofrecida,
tu fidelidad sencilla y fecunda,
tu entrega sin descanso ni ruido,
tu sí pronunciado cada día con ternura.

Damos gracias por tu sí fecundo,
por tantos años al fuego consagrado,
por tu corazón claretiano y profundo,
que ardió sin descanso, que amó sin cansancio. 

Descansa, hermano, en la casa del Padre,
donde el fuego no se apaga ni termina,
porque en tus huellas y tus palabras
sigue viva la Misión… sigue viva la Vida.

Y mientras tus manos reposan al fin,

Esperando que la tierra se abra
tu voz gritará al viento:
“Ardor, siempre ardor por la salvación de las almas.” (Claret)

1 de septiembre de 2025

Leyendo hoy a Lucas...

En una ocasión leí que lo primero que advierten a un candidato político previo a presentarse a un debate; es que se juega todo en los primeros minutos de su intervención. Y en este Evangelio, Jesús se presenta en la sinagoga y lo primero que hace es afirmar: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor"….

Siempre me impacta imaginar la escena: Jesús regresa a su pueblo, al lugar donde creció, donde todos lo conocen, y toma la Palabra para decir con firmeza: “Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír”. Es un momento solemne, pero también frágil, porque en esas palabras Jesús se expone totalmente: revela quién es y cuál es su misión.

Jesús habla con una claridad impresionante; no se anda con rodeos.  Él es el Ungido, el enviado del Padre para traer libertad, sanación y vida nueva. No habla de teoría, habla de misión. Y lo que anuncia no es para un grupo privilegiado, sino para los pobres, los cautivos, los oprimidos.  Y en ese anuncio se lo jugó todo, se jugó su propia vida.

Jesús no buscaba aplausos, buscaba corazones abiertos. Y por eso no dudó en recordarles que la salvación no es un privilegio de unos pocos, sino un don para todos, especialmente para los olvidados y marginados. Esa amplitud de corazón fue lo que sus vecinos no soportaron. Querían un Dios que se ajustara a sus fronteras, y Jesús les mostró un Dios demasiado grande.

Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en Él. Entonces comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír».

Al escucharlo, la gente primero se maravilla, pero luego, aparece la semilla de la duda: “¿No es este el hijo de José?”.

Lo que me toca el corazón es cómo esa gente, que lo vio crecer, no pudo dar el salto de la fe. El problema no fue que no entendieran las palabras, sino que no soportaron reconocer a Dios en lo cercano, en lo conocido, en lo cotidiano. Les resultaba más fácil soñar con un Mesías lejano que aceptar al carpintero de Nazaret como salvador.

Esa resistencia me revela cuántas veces yo también encierro a Dios en mis esquemas, en mis expectativas, en mis normativas.  Tal vez espero un Mesías distinto, estructurado, espectacular… y Jesús viene siempre cercano, humilde, demasiado humano para mis gustos. Tan humano que recurrió a una vulgar y sencilla “estrategia política” para anunciarnos su proyecto de vida, el sueño de Dios, su Voluntad sobre nosotros.

Después agregó: «Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, el sirio».

Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.

Lo más fuerte de este pasaje es el rechazo. Jesús, al confrontar la cerrazón de su pueblo, se vuelve incómodo, y lo expulsan. Y me pregunto: ¿cuántas veces expulso yo al Señor de mi vida porque no responde a lo que yo quiero? ¿Cuántas veces rechazo y excluyo a aquellos que me parece que no están en el lugar “correcto”?  

Este pasaje también me invita a revisar mis resistencias. ¿Qué tanto dejo que Jesús me sorprenda en lo cotidiano? ¿Acepto un Dios que se sale de mis moldes y me llama a abrir el corazón a los demás, aunque sean distintos? Hoy entiendo que creer en Cristo no es aplaudir sus palabras bonitas, sino dejarme transformar por un amor que me incomoda y me envía.  Así lo entendió perfectamente, San Antonio María Claret.


1 de enero de 2025

¡Bienvenido 2025!

 

Ha comenzado un nuevo año.  Y con él, repetimos reuniones, fiestas, tradiciones, actividades, encuentros.  Volvemos a comprometernos con otros y con nosotros mismos con los mejores deseos y las mejores intenciones:  menos dulces, más ejercicios, dieta más sana, menos grasas, etc.  Pero también resolvemos gastar menos, ahorrar más, ir menos a las tiendas e ir más a visitar a la familia, etc.

Ciertamente que, aunque el 31 de diciembre es un “día más”, no está nada mal el detenernos un día al año a reflexionar y evaluar cómo hemos vivido los últimos 365 días.  Aunque me temo que esto último no es una actividad que apetezca a muchos.

Se invierte mucho tiempo en planificar la despedida de año.  Desde la ropa que deseamos ponernos esa noche, lo que deseamos cenar, qué tipo de fiesta hacer y sobre todo, con quién y dónde celebrar.  Son tantos los detalles que no creo que sobre el tiempo para hacer un recorrido de la andadura hecha los últimos 365 días.  Eso nos tomaría muchísimo tiempo (del que no disponemos) y además, nos arriesgamos a que se nos afecte el ánimo, que hemos estado cuidando con mucho mimo para estar “set” esa noche.

Porque en 365 días, pasan muchas cosas y no son pocas las que queremos olvidar.  Hemos tenido años “mejores” y otros no tan buenos, pero un 31 de diciembre, precisamente ese día, como que no es el mejor, para hacer inventario. 

Nos puede la ilusión de celebrar una noche llena de magia, donde queremos sentirnos rebosantes de alegría, de fuerzas, de ánimos y con una dosis alta de creatividad para vislumbrar un nuevo año que ciertamente será y por mucho, mejor que este que estamos terminando.

Así me sentí yo también muchísimas veces, muchísimos 31 de diciembre.  Con deseos de olvidar las tristezas, las dificultades, los problemas, las incoherencias y errores cometidos y privilegiar el recuerdo de los “buenos” momentos, de las alegrías, de los logros, de los aciertos, etc.  Distinguiendo unos momentos de otros, clasificándolos entre buenos y malos, sintiéndome agradecida y feliz ante aquellas horas de alegría y sintiéndome culpable por las metías de patas, por las malas decisiones o errores cometidos.  Lamentando las fragilidades y con un profundo deseo de borrar de mi corazón todo aquello que en su momento me hizo sufrir.

Hoy, y creo que por vez primera en mi vida, en la total oscuridad de mi 31 de diciembre (ya que hubo un apagón general en mi querido Puerto Rico), en la total ausencia de luces de colores, en el hondo silencio de mi propia alma, di gracias al Señor por los 365 días vividos durante este 2024.

Y me sentí, y me siento, profunda, honda y sinceramente feliz, agradecida, bendecida, privilegiada, por haber ocupado un lugar en el cosmos durante el pasado año, por haber sido parte de un todo que supera todo entendimiento y al que estoy sujeta y acompañada en todo momento. Por haber tenido oportunidad de respirar, de caminar, de hablar, de tener vida, salud, familia, amigos, comunidad; tantas cosas!

Cometí errores, tomé malas decisiones, tuve desaciertos y cometí pecados.  Y lo mejor de todo ha sido, que por pura Gracia, todo ello fue ocasión de madurez y crecimiento.  Al recordarlos hoy, los miro con total libertad y suma compasión. 

Por supuesto que tuve muchísimos momentos de alegría, de logros, de metas alcanzadas, sueños logrados.  Hoy, ciertamente que los agradezco, pero me tranquiliza mucho más el haber aprendido a disfrutarlo sin remordimiento, sin sentirme culpable (como en ocasiones anteriores) de haber disfrutado todos y cada uno de los regalos recibidos por mi Buen Padre con humildad y alegría.

En resumen, este 2024 me ha dado una gran lección que es el mejor deseo que tengo para todos:  aprendí a que debe vivirse un día a la vez, con la certeza de lo fascinantemente incierto de la vida, en la confianza de que Quien lleva mi vida, lo hará siempre, desde su desmesurado Amor por mí;  que todo lo que me pase, será para mi bien y que la realidad que se me presente, será su Voluntad y me dará los recursos para tener claridad y sabiduría para comprenderlo.

Mi deseo para este nuevo año es que pueda estar despierta ante todos y cada uno de los detalles que voy encontrando durante el día.  Atenta a todos los ángeles que se van acercando y me ofrecen compañía, apoyo, ayuda, alegrías, consuelo, …atenta a las ocasiones que se me ofrecen para servir, para “estar” con otros…despierta ante los acontecimientos que voy viviendo y que son siempre escuela de aprendizaje.

Deseo estar atenta y dispuesta a silenciar los ruidos que me orillan a tiempos perdidos en banalidades y privilegiar espacios para acallar mi verbo, vivir desde y para el silencio, para ESCUCHAR, para AMAR y vivir en PAZ...

 

7 de agosto de 2024

De aniversario...

 

Hace treinta años que inicié un viaje llena de ilusión, con muchísimas expectativas y sin ausencia de miedos e incertidumbres.

Había completado un ciclo importante en mi vida:  dieciocho años trabajando para la empresa privada.  Realicé diversas tareas, en distintas áreas del mundo empresarial y fue un tiempo realmente pedagógico en mi historia. 

Durante esos dieciocho años fuí como una esponjita nueva, siempre deseosa de empaparme de conocimientos, de destrezas.  Iba “amueblando” mi cabeza de estrategias, números, estadísticas, al tiempo que fuí llenando mi corazón de rostros, de manos abiertas, de buenos amigos, de sabios consejos y de ansias por aprender y superarme cada día más y más.

Pero, en el 1994 mi vida dio un giro inesperado, casi violento.  Me ví ante la posibilidad de renunciar a trabajos que realmente eran buenos en todos los sentidos:  realizaba labores que me satisfacían, tenía buenos compañeros de trabajo, buenos beneficios marginales, plan médico, Seguro de Vida, buen salario, etc.  Un trabajo donde yo me “veía” crecer, donde tenía muy buenas oportunidades de labrarme un exitoso futuro para mí y los míos.  Me había estado preparando para ello…

Treinta años han pasado, donde me detuve a pensar, o mejor dicho, un buen y santo amigo me hizo reflexionar sobre si realmente eso que estaba buscando, me haría feliz?  Si buscándome a mí, no me encontraría al borde de un precipicio por un ego mal entendido.  Y me hizo ver que era ya el tiempo de levantar la mirada y darme cuenta que había finalizado ya el tiempo de aprender, el tiempo de buscarme y había llegado ya el tiempo de construir una nueva historia…

Y creí en él y en Él; y me dejé llevar.  Me permití dejarme acompañar por una familia, sí una gran Familia en donde (como en todas las familias) he experimentado muchas alegrías, tristezas, decepciones.  Pero doy fe de que el esfuerzo no dejó de avanzar junto al tiempo. Cada día una batalla, cada reto un escalón, y así se fue construyendo con empeño, con dedicación, con sudor, y también con lágrimas una nueva historia.  La historia que el Señor había escrito para mí.  Nunca pondré en duda de la intervención divina que una vez más me fue llevando con suma paciencia e inmenso amor a mi nuevo destino.

Hoy celebro este viaje, este largo transitar, con gratitud en el alma y sueños por realizar. Porque aunque el tiempo avance y cambie el horizonte, sigo albergando sueños en mi corazón.

Celebro estos treinta años llenos de historias, de lecciones, de metas compartidas, de alegrías y pesares, con humildad y profunda alegría. Lo celebro sintiéndome libre, sin temor y con renovado ardor.

Me siento sumamente agradecida, privilegiada y bendecida por estar aquí, donde ganándome el "pan" he conocido el verdadero Alimento y he gozado de la fraternidad, la amistad y la comunión. Qué dichosa verdad!? 

Estoy y estaré siempre agradecida por ello.  He crecido, madurado (y envejecido por supuesto) con y entre ustedes. Espero en el Dios de la Vida que el tiempo que me quede con ustedes sea como hasta ahora, un tiempo de Gracia.

En la aurora temprana y en el ocaso tardío,
mis pasos firmes forjaron caminos,
tejiendo sueños, hilando destinos,
con cada tarea, con cada desafío.

Treinta años de risas, de luchas y abrazos,
de metas alcanzadas y de aprendizajes vastos.
En cada proyecto, en cada jornada,
dejé un poco de mí, en la misión confiada.

Hoy miro atrás y veo el sendero,
las huellas que dejé, el legado sincero.
Hermanos de vida, desde el corazón,
hemos compartido mucho, en trabajo y amor.

Celebrar no es solo mirar lo logrado,
es agradecer por lo que juntos hemos sembrado.
Por los días duros y los momentos de gloria,
por cada capítulo escrito en esta historia.

Hoy queda solo decir: GRACIAS

al Señor, a Claret, a la vida.

Aún queda camino por recorrer

Que sea María mi compañía!


25 de diciembre de 2023

NAVIDAD 2023

 


En el hondo silencio, antes del eco,

el destino se entretejió en murmullos

donde se escondió el mayor secreto,

entre el heno y los susurros.

 

En la quietud se tejió la trama

el inmenso tapiz de la vida

siendo el silencio el único testigo

y el mejor preludio a Su Venida.

 

En absoluta calma

sin agendas, ni horarios ni prisas

antes que el viento lo percibiera

se bordó la mejor Noticia.

 

Se hiló el maravilloso milagro

en el mutismo de la noche callada

y entre telares del tiempo

la creación se vistió de gala.

 

El silencio, el que siempre conspira

en la preparación de grandiosos momentos

estalló de gozo, encarnó la Vida

rompió su esencia y se vistió de Verbo.

 

 

 

 

19 de agosto de 2023

El Señor ha estado grande, y estamos alegres...

 

“Preguntó Natanael: ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? Felipe le contestó:  –Ven y compruébalo.”  Juan 1, 46

Hoy ha sido uno de esos días de los que quedan grabados en la memoria del corazón ya que son  verdaderamente muy significativos. La Congregación de los Misioneros Claretianos, ha recibido hoy un nuevo hijo:  un nuevo sacerdote, que se suma a la Delegación de Antillas; donando su voz, sus manos, su vida, su corazón, a la causa del Reino de Dios en estas tierras caribeñas.

Lamenté muchísimo no haber podido estar presente en un día tan especial e importante, tanto para Cassamajor, como para todos los que le conocemos y queremos, pero gracias a las redes sociales pude entrar en comunión con él y celebrar junto a toda la comunidad.

La ceremonia reflejó su sencillez, su humildad y su alegría. Vi una ceremonia llena de mucha ilusión, gozo, fraternidad.  Hubo delicadeza y cuidado en los detalles, en los signos, en las flores, en los cantos, en todo y en todo momento.  Todo ello, testimoniando manos solidarias, muchas horas de trabajo, una comunidad viva y muchos deseos de tener una celebración bonita y memorable. 

Pero ciertamente, hubo algo que me llamó mucho la atención: el profundo sentido de agradecimiento que permeó toda la celebración.  Todas las personas que interactuaron en algún momento, todas, expresaron de principio a fin sentirse agradecidos.  A Dios, a la Congregación, a los hermanos que intervinieron directamente en la educación, formación, vida y misión del ordenado, a la comunidad, a los familiares, amigos, etc.

Pienso que un corazón agradecido es sinónimo de un corazón que se ha sentido amado y ha aprendido a amar…

Y yo también me sentí y siento muy agradecida.  Por  Cassamajor, por su vocación, por la de tantos hermanos de la Delegación que día tras día nos ofrecen un testimonio de vida verdaderamente impresionante, que nos edifica a tantos!

Hoy, en la mirada limpia y serena de Cassamajor, se crecía un profundo amor a Jesús, a su Iglesia, a su vocación…

Yo, siendo fiel a mi identidad femenina, me emocioné hasta las lágrimas en varios momentos.  Y el primero de ellos fue, al ver a Marie, la madre de Cassamajor.  La madre es y será siempre ese ser único en la vida de todos, que ocupa un lugar que no puede ser ocupado por nadie más, que nos inspira un sentimiento que no tiene comparación con ningún otro y que no es fácil poder describir los movimientos que experimenta nuestro corazón ante su presencia.

Y al ver hoy a Marie, allí, sencilla y grandiosamente hermosa, serena, tranquila, tan segura, tan fuerte, ¡tan MADRE! no pude evitar las lágrimas.  (Las madres reconocemos la grandeza del corazón de otra madre con solo ver un rostro sereno e iluminado, como el que tenía hoy Marie…)

En fin, la ceremonia fue una muy digna, sencilla, hermosa y muy aterrizada…muy claretiana.  Pero para mí, tuvo un sabor muy particular; sumamente especial.  En la iglesia se dieron cita, los padres de Cassamajor y dos hermanos.  Fue la representación de su familia.  No hubo más, no pudo haber más. 

Sus familiares, vecinos, amigos, están en Haití.  Viviendo una gran incertidumbre con la inestabilidad social y política que impera en el país; pero peor aún, arropados de una gigantesca ola de violencia que se afana continuamente con robarle la Esperanza a los hermanos haitianos.

Esta noche, mientras escuchaba nuevamente el Evangelio, me vino al corazón la imagen de Marie.  Y la ví en esa mujer cananea a los pies de Jesús. ¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí!  Mi hijo está terriblemente atormentado por un demonio».  

Y Marie le presentó a Jesús, a Cassamajor; a un hijo que estaba atormentado por el demonio de la violencia, en medio de un pueblo lleno de dolor, de sufrimiento, de egoísmos. 

Y ella fue decidida a pedirle a Jesús que salvara a su hijo de ese terrible demonio.  Con una fe profunda, clara, fuerte.  Marie se puso a los pies de Jesús, pero totalmente confiada y sostenida por una profunda fe.  Y eso descolocó a Jesús.  ¡“Mujer, qué grande es tu fe”!

Y ocurrió el milagro, un milagro de amor.  Haití, en medio de la violencia, de su falta de orientación, de su desamor; fue el útero que albergó el corazón de Dios mismo, de un hijo, fruto de la fe de una madre que supo confiar, perseverar, amar.  Una madre que seguramente y sostenida en esa gran fe, luchó muchísimo por cuidar celosamente esa semilla de amor sembrada en el corazón de Cassamajor.

Y también pensaba en el dolor, el sufrimiento, los sacrificios, la angustia que han pasado o pasan aún la familia y cómo en medio del “caos”, sale triunfando el Amor.  Cómo la fe es capaz de derribar las montañas del miedo y descubrir la Esperanza, la Luz, en medio de tanta oscuridad. 

Porque Dios vino para todos, para Él, no hay extranjeros. (como escuché esta noche en mi Parroquia).  Dios es ese Padre Bueno que sigue llamando no a algunos, sino ¡ A TODOS!  A servir en una Iglesia donde estamos llamados todos, como repitió hasta el cansancio el papa Francisco en la JMJ 2023. Blancos, negros, asiáticos, americanos, indios, caribeños...TODOS!

(Pues sí…claro que volvieron a sorprenderme las lágrimas cuando me asaltaron estos pensamientos esta noche durante la misa.)

Comencé este escrito con el texto: “Preguntó Natanael: ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? Felipe le contestó:  –Ven y compruébalo.”  (Juan 1, 46)  y  pensaba ¿cuántas personas hubieran imaginado que de una comunidad tan herida como lo está hoy día la comunidad haitiana podría surgir un Misionero Claretiano? ¿Cuántos podrían pensar que de en medio de la desesperanza, se abriera una esperanza para todos?  También me pregunto:  ¿Podré alguna vez experimentar una fe como la de la cananea?

Termino esta nota con un texto que me ha “caído en las manos” “de casualidad? …nada..es el perfecto reflejo de lo que Jesús me regaló hoy...

“Ustedes dicen que este lugar está abandonado, sin habitantes ni ganados. Pero así dice Yavé: En todas las ciudades de Judá y en las calles desoladas de Jerusalén, ahora sin habitantes ni ganados, aún se oirán gritos de gozo y de alegría, canción del novio y de la novia, voz de los que traigan sacrificios de alabanza a la Casa de Yavé. Y dirán éstos: «Alaben a Yavé porque es bueno, porque es eterno su amor.» Pues haré volver a los que fueron desterrados, y estarán como antes.  Así dice Yavé Sabaot:  En este lugar sin habitantes ni ganados, y en todas las ciudades, habrá pastos y pastores que hagan acostarse a las ovejas.   Jeremías 33, 10-12 

25 de julio de 2023

Vacation Mood

 

Sigo aún disfrutando de mi tiempo de vacaciones.  Días en que me libero (o al menos lo intento con todas mis fuerzas) de las agendas, de los horarios, y de la planificación organizada para cada hora del día.

Son días de respirar serenidad, de apapachar el espíritu.  Esta palabra de “apapachar” me gusta mucho, me transmite ternura, inocencia, complicidad.  Es una palabra que conocí en México hace unos años; donde se usa mucho y desde la primera vez que la escuché me enamoré de ella.   Es de la lengua náhuatl y significa para los mejicanos: “acariciar el alma”.  Y pues así estoy viviendo estos días de vacaciones:  apapachando mi espíritu. 

En estos días disfruto mucho de los imprevistos.  De esas salidas no planificadas, de las invitaciones no esperadas y de leer los libros que desee, sin exponerlos a competir en una lista de prioridades.  Me dedico a leer el tiempo que quiera, en la habitación, en el patio y hasta en la sala de televisión donde voy a acompañar a los amigos que se reúnen a ver sus programas.  Mientras tanto, yo sigo devorando palabras en un sube y baja de sensaciones que me regalan cientos de bocanadas de libertad.  Ciertamente que eso es apapachar el espíritu…

Puedo dedicar más tiempo a la meditación y además variar el horario para hacerlo.  Me he dado cuenta de que el solo hecho de romper la rutina, me provee la capacidad de releer los sucesos que voy viviendo durante el día; desde un lente distinto; más equilibrado, intuitivo, compasivo, sereno.  Y además, con un sentimiento de confianza plena en mí misma.

El tiempo de vacaciones es el perfecto para la renovación, para los nuevos comienzos, los ensayos de cosas nuevas, el salto hacia la novedad.  Es la hora de estrenar hábitos y abandonar otros.  Tiempo que nos invita a detenernos a valorar, a agradecer y a compartir con nuestros seres más amados la Alegría de Vivir y de poder amar.  Así son las vacaciones…

Pero, sin dejar de agradecer al Señor este tiempo, y lejos de no vivirlos con alegría; estoy consciente de que no será para siempre porque las vacaciones ya tienen sus días contados.

De todas maneras, he hecho lo que se acostumbra los días 1 de enero de cada año:  resoluciones.  Y una de ellas es procurar vivir en “vacations mood” cada vez que desee.  He decidido: no limitar a solo un mes al año para apapachar al espíritu. Lo haré siempre que lo necesite, o que me de la gana.  A fin de cuentas, si no acaricio el alma, ¿quién lo hará?

24 de julio de 2023

De regreso...

 


Ya hace varios meses que no comparto por aquí, lo que diariamente escribo.  Sí, escribo a diario, y en realidad, más que por gusto; lo hago por necesidad. 

En los últimos meses no había sentido deseos de publicarlo por aquí porque creo que necesitaba un tiempo de “silencio exterior” luego del fallecimiento de mami.  Ya hace 5 meses que celebró su Pascua definitiva y aunque no había visitado el Blog, nunca he dejado de escribir.

Y en estos días de vacaciones, he escrito más que de costumbre y decidí hoy:  "regresar"...

No logro conciliar el sueño si no leo un poco y escribo otro poco antes de irme a la cama.  Es un hábito que comencé desde hace ya mucho tiempo que se ha transformado en un tipo de “ritual”.  ¿Bueno? ¿Malo?  Pues depende desde qué mirada se contemple…

Para mí, la lectura será siempre una experiencia única. Es mucho más que llenarme la cabeza de ideas o conceptos. Ciertamente que me provee conocimientos, en ocasiones me brinda herramientas para entenderme y comprender muchísimas cosas, en otras me regala momentos de sano entretenimiento, y también me induce a la reflexión, al pensamiento crítico.

Sí, soy algo selectiva a la hora de leer, pero abierta a diversidad de temas.  Aunque leo mucho de escritores cristianos, me apasionan los libros que me cuestionen, que me hagan pensar, me gusta muchísimo leer también de personas a las que admiro por diversas razones, especialmente las que me han seducido por su coherencia de vida o de aquellos cuyas vidas ordinarias las han vivido de modo extraordinario. 

Pero, repito, no discrimino en temas, porque leer produce en mí un efecto catalizador, que me provoca paz, serenidad, y me da equilibrio emocional.  Y confieso que siento que el leer se ha convertido en una especie de “vicio” para mí, al que no quiero renunciar porque creo que sería como negar parte de mi identidad.  (Y eso no es negociable).

Por otro lado, el escribir un poco en las noches, antes de irme a dormir, pues se ha convertido también en una necesidad real.  Crecí dentro de la Iglesia, la Iglesia católica y desde pequeña vengo escuchando que antes de ir a la cama, se debe hacer un examen de conciencia. Hacer memoria de todas esas ocasiones en que hemos “pecado”, fallado, en otras palabras, “metido las patas” y por supuesto sentirnos arrepentidos por ello y pedir perdón.

Bueno, pues me acostumbré también a hacer memoria, antes de ir a la cama, de los momentos que durante el día no me había portado mal, o, que, por el contrario, había hecho algo bueno.  Y me esforzaba siempre por inclinar la balanza hacia esta segunda parte.  Recuerdo los largos ratos que me tomaba en ocasiones hacer la lista que siempre quería que quedara al final, mucho más larga que la primera, por supuesto a mi favor, jajajaja.  Y eso me daba muchísima tranquilidad y podía dormir mejor. 

Creo que este hábito de niña-adolescente me fue preparando para lo que eventualmente se ha convertido en mi segundo pequeño “vicio”.  Necesito escribir en las noches mis memorias del día.  Ya lejos de experimentar culpas o una conciencia escrupulosa, o sentimientos frustrados y sin ninguna preocupación de ver el balance al final del día.  El recordar mis horas, me alivia y alegra muchísimo porque puedo ver cada uno de los pequeños y grandes milagros que el Señor me va regalando.

No se trata de un diario, no.  Cuando muy jovencita intenté llevar uno y fracasé. Siempre recordaba los que veía en películas o novelas que comenzaban así:  Querido diario” y eso me causaba tanta risa que era incapaz yo de asumir ese estilo.  No puedo imaginarme conversando con un personaje imaginario, ajeno a mi vida y que estuviera ahí, esperándome como un amante en las noches para escuchar mis confesiones.  No me causaba ninguna ilusión hacer eso.

Pero, sí, escribo sobre las cosas que he vivido durante mi día.  Lo hago sin ninguna expectativa, ni presión de alguien que está esperando noticias mías….

Escribo libremente sobre lo que pensé, lo que viví durante el día; lo que me hizo reir, llorar, lo que me preocupó, dolió, sorprendió, alegró, etc.  También doy palabras a mis equivocaciones, mis errores, mis egoísmos, mis momentos bochornosos…

Una de las grandes satisfacciones que me está dando este ejercicio es que permite darme cuenta de los cambios que voy experimentando día a día, poco a poco, pero consistente y espiralmente. 

Y constato que el tiempo de meditación que he incorporado a mi vida en los últimos tiempos es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida y que me ayudan a tomar conciencia de mi verdadera andadura.  Y ese espacio me da herramientas para poder escribir muchísimo mejor mis memorias diarias.  Es como la incubadora de mis pensamientos y sentimientos.  Desde ahí van tomando nombre, rostro, identidad.

Me da mucha paz el constatar que la vida no se está limitando a cambiar mi físico, mi peso, a minimizar mis fuerzas, a limitar mis capacidades, a apaciguar mis impulsos…sino que me está ofreciendo un caudal de riquezas invaluables, exquisitas, irrepetibles y exclusivas, pensadas y hechas solo para mí.  Y eso es un verdadero regalo y un gran gozo.

Experimentar la paz que produce el haber sido capaz de compartir desde el corazón con el otro; independientemente de cómo haya amanecido este día, aunque haya amanecido enferma, o cansada por no haber dormido bien o lo suficiente…

Sentir gozo al recordar cada una de las conversaciones sostenidas con personas que supieron acogerme con sus palabras, su atención, su cariño.  El haber sido consuelo para algunos, compañía para otros, y poder escuchar historias, sufrimientos y ser (sin merecerlo): bálsamo de aquellos que han confiado en mí y me abrieron su sagrario…

Ser testigo de las necesidades de algunos, de las tristezas de muchos, del peso enorme que llevan sobre sus espaldas tantos!  Y al mismo tiempo, tener presente, las “riquezas” que el Señor me ha concedido y la gran responsabilidad que se me ha conferido…

De eso se trata la vida, al menos, la mía:  de estar consciente, de estar atenta, de sentirme “viva”, saber quién soy, de saberme ubicar en mi tiempo y espacio, de vivir profunda e intensamente las horas de mi día pero sobre todo:  de que soy hecha de Amor, con Amor y llamada a Amar…que lo único que me da Paz y Gozo es el de poder escribir noche tras noche en mis notas que he podido amar y desde el corazón.

1 de febrero de 2023

Con la mirada perdida...


 La encontré con la mirada perdida

vestida de nostalgias

en la penumbra crecida…

 

Una mirada perdida

secuestrada de recuerdos

navegando tantas rutas

privada de grandes sueños.

 

Una mirada perdida

invadida por el miedo

aferrada a la Esperanza

sumergida en el silencio.

 

Una mirada perdida

de palabras huecas y abismos inmensos

una mirada encontrada

en la sola hora, del anhelado Encuentro.

 

Una mirada perdida

Preñada de libertad

sin prisas, dolor, ni tiempo

buscando la eternidad.

31 de enero de 2023

Todo tiene su tiempo...

 

Según Qohélet, los acontecimientos de la vida tienen un carácter cíclico.  Todo tiene su tiempo y caducidad.  Así pues, que no se puede estar toda la vida llorando…ni toda la vida haciendo duelo…

Según el libro de Eclesiastés, hay un tiempo para cada cosa:  tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar; tiempo de llorar, tiempo de reir; tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar…(cf. Ecl 3, 1-8).

Los sicólogos dicen que cuando un duelo dura más de la cuenta, es sinónimo de alguna patología no resuelta. 

Pero, habría que preguntarse: ¿y durante cuánto tiempo es “normal”, “razonable” llorar? ¿Cuándo se supone que paremos el llanto y volvamos a reir?  ¿Cómo saber el momento de finalizar las famosas cinco fases que la siquiatra Kubler-Ross nos habló hace ya mucho tiempo en relación al duelo? ( Negación-Ira-Negociación-Depresión y Aceptación…)  Estoy segura, que no soy la primera, ni seré la única, ni última persona en hacerse estas preguntas…

En ocasiones, como hoy; llevo a mi oración personal (o llegan) estos pensamientos.  Pienso que el llanto no se puede encasillar en tiempo ni espacio.  Todos experimentamos la necesidad y a veces, urgencia, de llorar.  A fin de cuentas, el llorar no es otra cosa que la respuesta instintiva ante un dolor físico o emocional (esta es la definición del llanto, que leí una vez, visto desde un punto estrictamente fisiológico).  Por lo tanto, al llorar, expresamos a los que nos rodean, lo que vamos experimentando por dentro.  Y de este modo, damos signos de humildad, de transparencia y honestidad. 

El llorar nos da la dignidad de ser perfectamente vulnerables, sensibles y capaces de retar a una sociedad que enfrenta cada vez más, con indiferencia e indolencia el sufrimiento de los otros.

Todos lloramos al nacer, siempre habrá al menos, una persona que llore cuando muramos; pero no todos vivimos de igual modo nuestros duelos, ni tienen todos el mismo tiempo de duración.

Todos vivimos distintos duelos a través de nuestra vida. Una cosa es asumir sanamente la realidad de los sufrimientos propios de nuestra naturaleza humana, y otra muy distinta, aquellos que son causados por acontecimientos que nunca debieron ocurrir.  El llanto por la pérdida de un ser querido es distinta al llanto ante las injusticias, el hambre, la pobreza, el abuso de poder, etc.

Ante la muerte, la enfermedad, el llanto redundará en liberación.  Pero ante las injusticias, será siempre un grito reclamador.  Si lo dudan, solo habría que preguntarle a los familiares de las víctimas de los atentados a las Torres Gemelas, a las madres de Plaza de Mayo, a las familias de tantas víctimas de la trata humana y de tantas atrocidades e injusticias de las que lastimosamente somos testigos.  

Por eso, llego a la conclusión que es fundamental que el llanto reclame su espacio y su tiempo para el duelo.  Que lejos de querer asumir una actitud derrotista, o masoquista, nos ayude a recordar nuestra fragilidad, nuestra pequeñez y nuestra necesidad de abandono y confianza, en el Protagonista de nuestra historia. Y cada quien tomará el tiempo que necesite para ir transformando el llanto en Paz…

Pero, el llanto que ocasiona el egoísmo del hombre, ese llanto se debe inmortalizar.  No se puede clausurar el dolor, hay que reivindicar a cada víctima con el recuerdo permanente de cada rostro, de cada nombre, de cada persona.  Ese acto será siempre un grito, un genuino reclamo de justicia y un recordatorio de lo que somos capaces, cuando jugamos a ser el  protagonista de la historia.