
“Preguntó Natanael: ¿Acaso
puede salir algo bueno de Nazaret? Felipe le contestó: –Ven y compruébalo.” Juan 1, 46
Hoy ha sido uno de esos
días de los que quedan grabados en la memoria del corazón ya que son verdaderamente muy significativos. La
Congregación de los Misioneros Claretianos, ha recibido hoy un nuevo hijo: un nuevo sacerdote, que se suma a la Delegación
de Antillas; donando su voz, sus manos, su
vida, su corazón, a la causa del Reino de Dios en estas tierras caribeñas.
Lamenté muchísimo no
haber podido estar presente en un día tan especial e importante, tanto para Cassamajor,
como para todos los que le conocemos y queremos, pero gracias a las redes
sociales pude entrar en comunión con él y celebrar junto a toda la comunidad.
La ceremonia reflejó
su sencillez, su humildad y su alegría. Vi una ceremonia llena de mucha ilusión,
gozo, fraternidad. Hubo delicadeza y
cuidado en los detalles, en los signos, en las flores, en los cantos, en todo y
en todo momento. Todo ello, testimoniando
manos solidarias, muchas horas de trabajo, una comunidad viva y muchos deseos
de tener una celebración bonita y memorable.
Pero ciertamente, hubo
algo que me llamó mucho la atención: el profundo sentido de agradecimiento que
permeó toda la celebración. Todas las personas
que interactuaron en algún momento, todas, expresaron de principio a fin sentirse
agradecidos. A Dios, a la Congregación,
a los hermanos que intervinieron directamente en la educación, formación, vida
y misión del ordenado, a la comunidad, a los familiares, amigos, etc.
Pienso que un corazón
agradecido es sinónimo de un corazón que se ha sentido amado y ha aprendido a
amar…
Y yo también me sentí y siento muy agradecida. Por Cassamajor, por su vocación, por la de tantos hermanos de la Delegación que día tras día nos ofrecen un testimonio de vida verdaderamente impresionante, que nos edifica a tantos!
Hoy, en la mirada
limpia y serena de Cassamajor, se crecía un profundo amor a Jesús, a su Iglesia,
a su vocación…
Yo, siendo fiel a mi
identidad femenina, me emocioné hasta las lágrimas en varios momentos. Y el primero de ellos fue, al ver a Marie, la
madre de Cassamajor. La madre es y será
siempre ese ser único en la vida de todos, que ocupa un lugar que no puede ser
ocupado por nadie más, que nos inspira un sentimiento que no tiene comparación con
ningún otro y que no es fácil poder describir los movimientos que experimenta
nuestro corazón ante su presencia.
Y al ver hoy a Marie,
allí, sencilla y grandiosamente hermosa, serena, tranquila, tan segura, tan
fuerte, ¡tan MADRE! no pude evitar las lágrimas. (Las madres reconocemos la grandeza del corazón
de otra madre con solo ver un rostro sereno e iluminado, como el que tenía hoy
Marie…)
En fin, la ceremonia
fue una muy digna, sencilla, hermosa y muy aterrizada…muy claretiana. Pero para mí, tuvo un sabor muy particular;
sumamente especial. En la iglesia se
dieron cita, los padres de Cassamajor y dos hermanos. Fue la representación de su familia. No hubo más, no pudo haber más.
Sus familiares,
vecinos, amigos, están en Haití. Viviendo
una gran incertidumbre con la inestabilidad social y política que impera en el
país; pero peor aún, arropados de una gigantesca ola de violencia que se afana
continuamente con robarle la Esperanza a los hermanos haitianos.
Esta noche, mientras
escuchaba nuevamente el Evangelio, me vino al corazón la imagen de Marie. Y la ví en esa mujer cananea a los pies de
Jesús. ¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hijo está terriblemente atormentado por un
demonio».
Y Marie le presentó a
Jesús, a Cassamajor; a un hijo que estaba atormentado por el demonio de la violencia,
en medio de un pueblo lleno de dolor, de sufrimiento, de egoísmos.
Y ella fue decidida a
pedirle a Jesús que salvara a su hijo de ese terrible demonio. Con una fe profunda, clara, fuerte. Marie se puso a los pies de Jesús, pero
totalmente confiada y sostenida por una profunda fe. Y eso descolocó a Jesús. ¡“Mujer, qué grande es tu fe”!
Y ocurrió el milagro,
un milagro de amor. Haití, en medio de la violencia, de su falta de orientación, de su desamor; fue el
útero que albergó el corazón de Dios mismo, de un hijo, fruto de la fe de una madre que supo confiar, perseverar, amar. Una madre que seguramente y sostenida en esa
gran fe, luchó muchísimo por cuidar celosamente esa semilla de amor sembrada en el
corazón de Cassamajor.
Y también pensaba
en el dolor, el sufrimiento, los sacrificios, la angustia que han pasado o pasan
aún la familia y cómo en medio del “caos”, sale triunfando el Amor. Cómo la fe es capaz de derribar las montañas
del miedo y descubrir la Esperanza, la Luz, en medio de tanta oscuridad.
Porque
Dios vino para todos, para Él, no hay extranjeros. (como escuché esta noche en mi Parroquia). Dios es ese Padre Bueno que
sigue llamando no a algunos, sino ¡ A
TODOS! A servir en una Iglesia donde
estamos llamados todos, como repitió hasta el cansancio el papa Francisco en la
JMJ 2023. Blancos, negros, asiáticos, americanos, indios, caribeños...TODOS!
(Pues sí…claro que
volvieron a sorprenderme las lágrimas cuando me asaltaron estos pensamientos
esta noche durante la misa.)
Comencé este escrito
con el texto: “Preguntó Natanael: ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? Felipe
le contestó: –Ven y compruébalo.” (Juan 1, 46)
y pensaba ¿cuántas personas
hubieran imaginado que de una comunidad tan herida como lo está hoy día la
comunidad haitiana podría surgir un Misionero Claretiano? ¿Cuántos podrían pensar que de en medio de la desesperanza, se abriera una esperanza para todos? También me pregunto: ¿Podré alguna vez experimentar
una fe como la de la cananea?
Termino esta nota con
un texto que me ha “caído en las manos” “de casualidad? …nada..es el perfecto reflejo
de lo que Jesús me regaló hoy...
“Ustedes dicen que
este lugar está abandonado, sin habitantes ni ganados. Pero así dice Yavé: En
todas las ciudades de Judá y en las calles desoladas de Jerusalén, ahora sin
habitantes ni ganados, aún se oirán gritos de gozo y de alegría, canción del
novio y de la novia, voz de los que traigan sacrificios de alabanza a la Casa
de Yavé. Y dirán éstos: «Alaben a Yavé porque es bueno, porque es eterno su
amor.» Pues haré volver a los que fueron desterrados, y estarán como antes. Así dice Yavé Sabaot: En este lugar sin habitantes ni ganados, y en
todas las ciudades, habrá pastos y pastores que hagan
acostarse a las ovejas. “ Jeremías
33, 10-12