Si lo hiciera, hundiría mis manos en la tierra húmeda;
la cortejaría y esperaría pacientemente porque me respondiera con un verde
saludo. Luego que me haya coqueteado con
una plantita de café, me dedicaría a acompañarla día a día, la abonaría, le
daría de beber y le peinaría sus rizos indeseados. Sería capaz de cantarle y de echarle piropos
por cada pulgada de crecimiento alcanzada.
Estaría dispuesta a enfrentarme a sus gusanos, a los insectos indeseados
que pretenden dañarla y hasta sería capaz de compartir su foto con mis amigos…y
luego, me emocionaría su parto. Tomaría
con sumo cuidado sus granos maduros y los llevaría a bañarse de sol y luego,
terminaría de limpiarlos antes de molerlos.
Y al final, celebraría con una buena conversación con un buen amigo y
por supuesto con una buena taza de café que definitivamente tendría un aroma
tan inconfundible, tan incomparable!
Conectaría con la Madre Tierra, le haría sentir útil,
deseada, necesaria. Le daría la
oportunidad de ofrecerme su útero, ese que es capaz de sorprendernos con tan
poco esfuerzo de nuestra parte…y aceptando sus dones le demostraría mi profundo
agradecimiento.
Definitivamente, debo sembrar café y no continuar con mis escritos…
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