Llevo ya varios días en la casa, entre mi cuarto, mis libros y mi computadora. Donde he tenido horas de mucha incomodidad por la bronquitis que me aqueja; por las horas de completa pasividad, (actividad que demanda un gran esfuerzo de mi parte) por la ingesta no deseada de medicamentos y por la tristeza de no poder participar de las misas de aguinaldos. Todo ello me orilla por momentos e irremediablemente a experimentar sentimientos que algunos podrían mal llamar: frustración.
También es cierto que he saboreado muchísimo de espacios sosegados de oración, de la Presencia del Amado, de lectura profusa y también de horas de esparcimiento frente a la pantalla del televisor.
De momento, en ese temporal hueco de mi existencia, las voces…
Hay unos niños que han decidido renunciar a alguno de los regalos que habían pedido a los Reyes, para compartir el importe del costo de los mismos con los niños de Jimaní… hay unos niños que han podido por unos instantes despertar del hipnotismo del consumismo, hay unos niños que han atisbado la generosidad, hay unos niños capaces de pensar en otros menos afortunados que ellos..hay unos niños que han optado por el amor…
Una media hora más tarde: los papeles en mis manos. Unos recortados con la impulsividad y alegría infantil, otros cuidadosamente doblados. Algunos con escarcha, con dibujos, otros con los restos de alguna bebida o comida. Y en todos ellos: honestidad, un deseo profundo de la trascendencia y mucha ternura.
Me reí muchísimo al enfrentarme a mi ignorancia ante los juegos electrónicos de moda…y ante los nombres de artículos que jamás había escuchado y que denuncia la ausencia de niños en mi familia. Me emocioné hasta las lágrimas ante la inocencia (que siempre me puede) de corazones blancos, ante las expresiones nobles, ante confesiones de las renuncias voluntarias porque quieren que otros tengan un poquito de la “felicidad” que a ellos le sobra…son niños..sencillamente, niños.
Niños que además de renunciar a un poco de dinero, de satisfacción, a un juguete o a una prenda de vestir…serán capaces de compartir con otros una Navidad diferente. Niños que sin imaginárselo permitirían que el Sol terminara colándose por la rendija de mi ventana…una vez más.
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