“No teman, la
PAZ sea con ustedes, bendigan al Señor por siempre”. (Tb 12,17)
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Esta noche
resuena en mi garganta el eco de San Francisco de Asís cuando pedía paz para
los hombres, para los animales, para las cosas, paz a la hermana luna, paz al
hermano sol…paz, paz a todos ustedes…
¿Por qué quiero
hablarles de paz?
Porque quiero
transformar el odio en amor, la tristeza en gozo, la angustia y desesperación
en esperanza, la enfermedad y la muerte en vida y resurrección.
“Yo estableceré
la PAZ en su país y dormirán sin que nadie les moleste”. (Lv 26, 6)
¿Por qué quiero
anunciarles paz?
Porque anhelo
ver amanecer una luz radiante en tantos rostros sombríos, en tantas vidas
apagadas, en tantos corazones solitarios, en tantos pueblos que viven en
tinieblas y sombras de muerte.
¿Por qué busco
la paz?
Porque sé que
Dios quiere que el hombre sea libre, Dios quiere que el hombre sea feliz. Dios quiere que el hombre tenga paz.
Me urge anunciar
la paz, para que con más testimonio que palabras, seamos capaces de preferir la
generosidad en lugar del egoísmo, la acción en lugar de la comodidad, la
confianza en lugar del orgullo, el perdón en lugar del resentimiento, la verdad
en lugar de la mentira.
“No hay PAZ para
los malvados, dice Yahveh”. (Is 48, 22)
El hombre necesita
vivir en paz, el hombre anhela la paz, y ha estado siempre en busca de
ella. Me vienen a la mente el recuerdo
de tantos hombres que se han sentido interpelados, urgidos, hambrientos de paz
y de justicia: Ghandi, Martin Luther
King, Mandela, Madre Teresa, Juan Pablo II…y tantos otros que han llegado hasta
ofrendar su vida en búsqueda insaciable de la fraternidad.
“Bienaventurados
los que trabajan por la PAZ, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. (Mt 5,9)
Pero el hombre
ha sufrido su impotencia, y su limitación y se ha confrontado con su
realidad. No podemos conseguir la paz,
no hemos sido capaces de inventar una tecnología que lo logre, y no la
conseguiremos por nuestros méritos ni nuestros esfuerzos. Nuestras manos son infecundas si están sostenidas
por algo y no por Alguien.
Pero, no hay por
qué desanimarse, esta noche yo les he traído una gran noticia:
Alguien que hace
2,000 años nación en Belén, de una Virgen llamada María, un Niño,
Dios-con-nosotros, abrazado amorosamente por su Madre, bajo la atenta mirada de
San José, al calor de los animales, y en compañía de los sencillos y humildes,
ese Alguien sí saciará nuestra sed, ese Alguien sí es capaz de transformar
nuestros sepulcros en ríos de agua viva!
Ese Alguien llenará nuestro corazón, porque es lo Único que nos traerá
PAZ.
¡ ESE ALGUIEN ES JESUCRISTO! ¡ JESUCRISTO ES NUESTRA PAZ!
“Porque una
criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado.
Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre “Maravilla de
Consejero”, “Dios fuerte”, y “Siempre
Padre”, “Príncipe de PAZ”. (Is 9,5)
Jesucristo es el
centro del cosmos y de la historia.
Quien se acercó aquella noche en Belén y que se acerca en esta noche a
nosotros sin saber de qué modo ni por qué caminos, pero que ciertamente sale a
nuestro encuentro. ¡Esta es la buena
noticia! Jesús se nos da, Jesús se nos
ofrece, Jesús quiere quedarse con nosotros esta noche y siempre…
Y es a Jesús a
quien cantaremos esta noche y en un himno de alabanza gritaremos con la voz
potente del Evangelio. “El
Dios de la PAZ esté con todos ustedes, Amén”! (Rm 15,33)
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