Acabo de leer la noticia en
el periódico que lleva como título: “Las
mujeres realizan manifestaciones por sus derechos”. En la nota indican que debido a la
conmemoración del Día Internacional de la Mujer, un grupo de sobre 100 féminas
bloqueó esta mañana el acceso hacia el expreso Las Américas, en dirección de
San Juan a Caguas, bloqueando específicamente la rampa de acceso de la
autopista José de Diego hacia el Expreso Las Américas y que decenas de
patrullas llegaron a la zona para intervenir con las manifestantes.
En la nota leí que la señora
Blanco, portavoz del grupo, expresó que este grupo de 100 mujeres representa a
todas las mujeres puertorriqueñas e indicó que “los reclamos van en contra de la Junta de Control Fiscal, contra el
pago de la deuda, por la auditoría, y por el derecho de nuestros cuerpos,
exigiendo un aborto libre, seguro y gratuito”, entre otras cosas.
Primero que todo, reconozco
y respeto el derecho que tiene cualquier persona en este país a expresarse
libre y públicamente sobre cualquier asunto; privilegio de vivir en un sistema
democrático. Yo también tengo el derecho
de pronunciarme y como mujer cristiana me siento obligada a hacerlo.
No pretendo hacer cambiar de
opinión, ni a usted señora Blanco ni a ninguna mujer que piense como usted. Entiendo que nuestras expresiones son siempre
el reflejo de lo que somos, de nuestra vida y de nuestra escala de
valores. Y no soy quién para cuestionar
los suyos, ni los de nadie.
Lo que sí me siento obligada
es a señalarse su imprudencia y expresarle lo que me indigna sus expresiones
porque no representan el sentir de la mayoría de las mujeres
puertorriqueñas. Al menos, a mí, usted,
no me representa y siento que nos falta al respeto a muchísimas mujeres
puertorriqueñas que no pensamos como usted.
Primeramente, me duele mucho
ver el giro que ha tomado la celebración del 8 de marzo puesto que tengo
entendido que el origen de la misma tuvo como finalidad el buscar mejores
salarios para las mujeres y el derecho al voto en los comicios electorales de
su país. No tenía ninguna intención de
reclamos ante una Junta Fiscal, reclamos de derechos sobre nuestros cuerpos,
sobre abortos libres, etc.
Por esta primera y sencilla
razón no puedo estar de acuerdo con las actuaciones de este grupo de
mujeres. Están utilizando una fecha
importante, de un origen muy noble y necesario de su época para manipular el
pensar y sentir de nuestras mujeres, con agendas desconocidas y con ausencia de
fundamentos. Siento mucha tristeza de
que un grupo de mujeres, (a Dios gracias ínfimo), se tome la molestia de salir
a la calle a “reclamar sus derechos”, violentando el derecho de otros a tener
un libre acceso a una carretera pública.
Qué pena que se tenga que recurrir a acciones provocativas, retantes e
irrespetuosas para hacerse escuchar.
Este grupo de mujeres
quieren reclamar “igualdad” y que tengan los mismos derechos de los hombres,
pero ¿cómo pedir igualdad con todos si no comenzamos a defendernos a nosotras
mismas? Si quieren tener libertad de
realizarse abortos y no defienden la vida, si no defienden el derecho a nacer
de miles de cientos de mujeres, ¿cómo se atreven a exigir igualdad de derechos
con el hombre si no son capaces de comenzar a defender las de su mismo género? ¿Y
quién defienden a las mujeres abortadas, asesinadas en un aborto? ¡Hay que
comenzar a ser coherentes con lo que decimos señora Blanco.!
Por otro lado pienso que el
valor de una mujer no lo determina la nómina en que pueda figurar, el salario
que pueda devengar, no lo enmarca el ámbito social en el que logre moverse ni
las posiciones sociales o políticas que pueda alcanzar. El valor de una mujer está en la realización
plena y sencilla de su humanidad, en actuar en libertad, conforme a la grandeza
de ser hija de Dios.
Cuando he estado leyendo las
noticias que nos ventilan ante el mundo entero como mujeres puertorriqueñas
“valientes, decididas, en pie de lucha”, recordaba cuando una mujer de entre la
gente dijo a Jesús: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te
criaron”, Jesús corrigió: “Mejor, ¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios
y la cumplen! (Lc 11, 27 28). Bendita
corrección que sacó a María y con ella a todas las mujeres, del ámbito de la
naturaleza y de la “función”, para pasarla al de la persona, es decir, a su verdadera dignidad que no
le viene a la mujer por su capacidad de engendrar y parir, sino por la
responsabilidad para dar una respuesta libre.
Con sus expresiones, señora
Blanco, usted evidencia que se siente como una “desterrada hija de Eva”. Está radicalizando su postura y corriendo el
riesgo de convertirse en una feminista avinagrada con alardes de que puede
sobrepasar al hombre. Con su postura no
consigue más que lamentaciones estériles que no conducen a ninguna parte. Me demuestra usted que es una de esas
profesionales tensionadas que entran con agresividad en el terreno de la
competitividad para conseguir el poder.
No podemos convertirnos en
mujeres culpabilizadas por no tener un trabajo mejor remunerado, por no
alcanzar mejores posiciones dentro de una empresa. Tenemos que cuidarnos mucho de fijar la
mirada solo en lo que no hemos alcanzado aún, porque corremos el peligro de
atrofiar la mirada y no ser capaces de descubrir todo lo que existe de calidad
humana en las vidas de tantas mujeres; desde los cientos de amas de casa que
arrastran el carrito de la compra y que llevan sobre sus espaldas el peso de la
familia y la educación de los hijos, de tantas madres solteras que tenemos en
este país, hasta las que, desde el campo de la teología intentan crear un
lenguaje nuevo que nos recuerde a todos que “Dios no tiene sólo hijos varones…”
Corre usted el riesgo de
ignorar a las mujeres que llevan trabajando desde los 9 o los 11 años y no han
podido ir nunca a la escuela y que ahora, a sus 40 años o más, empiezan un
nuevo aprendizaje, acuden a centros educativos o centros culturales, descubren
lo que es tener amigas, comunicarse, ser creativas y cuántas cosas pueden hacer
con unas manos que hasta ese momento, parecía que sólo estaban hechas para
quitar suciedad y capaces de pronunciar una palabra que hasta ahora no
escuchaba nadie.
Estas mujeres, no son
mejores ni peores que usted. Estas
mujeres, todas, desde la que está tirada en una acera mendigando el pan que
habrá de llevar a unos hijos, hasta ejecutivas como usted, elegantes, que se
encuentran detrás de un escritorio organizando marchas, paros y manifestaciones
“reclamando los derechos de la mujer”; todas somos hijas de un mismo Dios,
dignas no por nosotras mismas, sino por el inmenso amor con que hemos sido
creadas.
La invito a que eche una
mirada a las mujeres que deciden comprometerse en las esferas culturales,
políticas, sociales y/o públicas de nuestro país pero que son capaces de dejar
atrás el modelo de “mujer bonsai”. No se
fije tanto en la víctima del alcalde de Guaynabo, que muy bien que ha sabido
denunciar lo que para ella ha sido una violación a sus derechos, y fíjese más
bien en que por estar tomando posturas mal llamadas de solidaridad con ella, no
se han tomado la molestia de ni siquiera mencionar que este país se encuentra
de luto precisamente esta semana por la pérdida de tres grandes mujeres: Miriam Colón, Brunilda García e Iris
Martínez. Tres mujeres que defendieron
su género de la mejor forma; siendo fieles a su identidad más profunda, mujeres
que pusieron el nombre de Puerto Rico en alto procurando ser lo mejor en sus
competencias, siendo coherentes con sus convicciones y dando testimonio de
lealtad y amor por Puerto Rico.
El nombre de ninguna de ellas
apareció en las pancartas de las manifestantes de hoy, ni el de mujeres como Julia
de Burgos, Sor Isolina Ferré, Nilita Vientós, Ana Roqué, Concha Meléndez, Ana
G. Méndez, mujeres puertorriqueñas que nos hacen sentir orgullosas por sus grandes
aportaciones. ¿Por qué no “aprovechar” estos espacios para resaltar nuestra imagen y
no acentuar las carencias? De ninguna de estas grandes mujeres se habla porque no
interesa, lo que se promueve es la lamentación, la queja y exigencia ofensiva para
que nos miren con pena o miedo porque somos capaces de pararnos en medio de una
autopista a gritar y paralizar el libre acceso. Me da mucha pena esta gesta tan
humillante.
Ojalá las mujeres
puertorriqueñas tengamos el valor de ser como María, a ser “árbol de mostaza”,
que tuvo fe en sí misma. María, la Mujer
más digna entre todas las mujeres, grande porque fue la Madre de Dios, pero más
grande aún porque no tuvo necesidad de gritar, ni exigir, sino que optando por ver
más allá de sí misma para dar vida a otros y en completa y total libertad dio un
giro radical y definitivo que marcó nuestra historia.
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