Hoy, el Señor me concedió el regalo de poder iniciar
este segundo día, orando junto a mis hermanos Claretianos a través del Proyecto
“Nos quedamos contigo en casa”.
Ha sido una tremenda iniciativa que han preparado los Misioneros de las Parroquias Claretianas Solidarias de Bayamón, para este tiempo de
cuarentena y que difundirán a través de las redes sociales, tal como lo haría
hoy día Claret (utilizando todos los medios posibles). El Proyecto tiene 3 momentos diarios, la
oración, una reflexión y/o formación y la celebración eucarística.
Acompañada por la voz del P. Luis Enrique fui
deshojando mi cuerpo de perezas y cansancios y despertando el alma a lo
trascendente. Fue un momento de profunda comunión donde el Dios de la Vida me
saludaba con infinita ternura a través de “La oración de la mañana”. Fue un rato de oración profundo, tranquilo y
verdaderamente muy bonito.
Luego de este excelente inicio de día, me ví
obligada a salir de la casa. Tuve que visitar
una oficina médica y una farmacia junto a mi hermana por motivos de salud de nuestra
madre.
Fue muy extraña la sensación que sentí al salir
afuera cuando la brisa paseó sobre mi cara.
Pareciera que experimentaba nuevas sensaciones y me sentí liberada,
contenta. ¡Qué curioso! Fue caminar los mismos pasos, el mismo tramo desde el
elevador hasta mi carro en el estacionamiento y me sentí estrenando huellas. ¿Será
que la ausencia de apretadas agendas me concede una nueva mirada?
En la mañana: dos escenarios sorprendentes. Al llegar a la oficina médica, encontramos
portones y puertas cerradas. Pacientes esperando
de pie afuera de la oficina y mirando constantemente por el cristal de la puerta a ver si
lograban observar algún movimiento que indicara que había vida dentro de aquel
lugar.
Luego de varios intentos, se dibuja finalmente, una mujer con todo su cuerpo perfectamente cubierto a
la que solo se le percibe el miedo a través de sus ojos. Las instrucciones muy claras: solo podía entrar
una persona a la vez, a la que prácticamente se le lanza a considerable
distancia una mascarilla y un par de guantes. Escena que jamás hubiera
imaginado yo que presenciaría.
Luego, la siguiente parada: la farmacia.
Un panorama totalmente distinto.
El local abarrotado de gente. Adultos, jóvenes y ancianos. Entré libremente y sin ninguna restricción. Me dirigí de inmediato a la parte posterior
de la farmacia para entregar la receta. Una fila bastante larga donde una cinta
adhesiva en el suelo nos iba colocando a una prudente distancia entre unos y
otros. Me pareció una excelente medida
de prevención en favor de evitar un posible contagio. Pero la línea iba paralela a la góndola de
efectos escolares, y constantemente venían en búsqueda de carpetas, lápices de
colorear, plastilina…signo de la necesidad de los padres de tener ocupados a los
niños en casa durante estos días. Y ¿qué
creen? ¡Las personas se saludaban,
conversaban entre ellas y con los que estábamos en la fila de las recetas, con
toda la cercanía y naturalidad del mundo! Es que de verdad era para reírse.
Luego de unos largos 45 minutos, pude entregar
la receta la que por supuesto, no la despacharán hasta mañana. El farmacéutico, no llevaba ni mascarillas ni
guantes. Y me pidió firmar la receta con el mismo bolígrafo que habían firmado todas las personas que habían ido
antes que yo y que continuarían firmando todos los que vendrían después de mí. A este punto confieso, que
descubrí las “desventajas” de estar bien informados sobre las cosas que NO deben
hacerse si queremos evitar contagiarnos y/o contagiar a otros. En fin…estamos aprendiendo muy, muy
lentamente…
Al salir, diviso botellas de agua y aprovecho
para comprar algunas. Al dirigirme a pagar: ¡sorpresa! Me encuentro con una fila
de personas común y corriente, algunas conversando, otros compartiendo entre
ellos sus miedos, preocupaciones y sobre todo su molestia por no poder salir en las
noches por el toque de queda que “este gobierno les ha impuesto,
caprichosamente”. Allí no había cinta
adhesiva en el suelo, no había distancias guardadas, había total ausencia de
guantes, de hand sanitizer, de mascarillas. Dentro de la misma farmacia, estaba en un mundo completamente “normal” y distinto al área de recetas. Y no decir de las 5 personas que esperaban un poco alterados porque no entendieron el que no se les vendiera boletos para jugar el Pega 3…una escena completamente normal.
Luego de estar un rato en la casa de mis
padres, regreso a mi casa. Comienzo a
organizar pendientes y hago un alto para escuchar “En comunión contigo”,
del Proyecto Claretiano que ya mencioné al principio. Ahora es el P. Héctor
quien, a nombre de la comunidad, se hace cercano con palabras esperanzadoras
que van animando y despejando miedos e inseguridades. Sus palabras nos va empoderando de fuerza, nos va orientando la mirada confiada hacia nuestro Padre y sobre todo, nos humaniza el camino, con serenidad. Una vez más, el corazón
agradecido a Dios por hacerse tan presente a través de nuestros hermanos.
Continúo organizando papeles, viendo noticias y
sacando tiempo para comunicarme con otros que al igual que yo se encuentran en este compás
de espera. La llamada de una entrañable
amiga española me llena de mucha alegría.
Nos emociona a ambas, el descubrir la hermosa red que va tejiendo nuestra
familia claretiana a través de tantos gestos. Darnos cuenta de la fuerte comunión
que emerge milagrosamente entre nosotros, y que nos hace protagonistas de una
hermosa historia de salvación; nos orilla a vivir desde un corazón agradecido.
Ya va cayendo la tarde. A las 6:00 me conecto al Facebook y celebro
la tercera parte del Proyecto: la celebración de la Eucaristía. Ha sido para mí una experiencia totalmente
novedosa. Confieso que es la primera vez
que veo de principio a fin una misa por internet. Pero no fue una misa
ordinaria. Fue muy especial; porque pude
celebrarla junto a una comunidad de hermanos Claretianos que ciertamente son mi
familia extendida. Fue un momento sencillo pero de gran apertura de corazón.
La Palabra, como siempre, se viste de primavera
y me alegra el corazón. Me siento
animada, contenta, fortalecida. Pero también,
profundamente agradecida por estos hermanos que nos tienen siempre muy
presentes y se preocupan y ocupan por servirnos y acompañarnos en todo
momento. Por supuesto que doy gracias a
Dios por la vida de todos y cada uno de ellos.
Me consiento con una rica cena y sigo
organizando gavetas. ¡Cuántas cosas reencontradas! Pareciera que he ido de compras porque muchas
cosas me parecieron nuevas ya que había olvidado que las tenía.
Un rato más de televisión, con buenas y no tan
buenas noticias.
Los cielos se van
despejando, las aguas aclarando, la contaminación bajando…parece que le
estuviéramos realizando algunos injertos a nuestra Tierra común. Nuevos pulmones que le permiten volver a
respirar, nuevas arterias por donde el agua corre con mayor pureza, una nueva vida y digna.
Se me
hace difícil hacer una justa lectura de todo esto. No sé si nos
están queriendo decir que solamente cuando seamos capaces de detenernos y
ayunar del desenfrenado consumismo, podremos coexistir en paz. No lo sé, no lo
tengo claro.
Lo que sí tengo claro es que he podido terminar
de escribir cómo ha sido éste, mi segundo día de la cuarentena. Y no es tan fáicl...cuando lo pienso bien, ha sido un día bastante atípico, bueno, digno de una cuarentena.
Ya no escribo más. Será hasta mañana, si el Dios de la Vida así
lo permite.
¡Qué bueno leerte Nancy! Gracias, así nos sentimos acompañados. Abrazo! Syd
ResponderEliminarGracias Nancy! Dios te bendiga!
ResponderEliminarGracias querida Nancy. Eres una joya de la Iglesia.
ResponderEliminarGracias por tu iniciativa.
ResponderEliminarExcelente! Gracias.
ResponderEliminarMe encanto!!! Gracias por tu vida que se da tanto a nosotros! Te quiero!
ResponderEliminarMe encanta poder leerte en tus dias y en tu vida que sigue siendo compartida.... Un abrazo enorme desde Chile y desde nuestro hogar!!!
ResponderEliminar¿Yos?
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