Anoche fue en
realidad, una muy larga. La lluvia me empujaba
a acompañarla desde mi balcón. El sonido
de las gotas cayendo sobre la cortina y el espejismo de luces a la distancia
rompían el sordo silencio que se iba creciendo dentro de mí.
Es la primera
vez que presencio esta imagen…ni siquiera luego del huracán María; porque para
entonces, las calles y montañas estaban hundidas en sepulcral oscuridad. Ahora, por el contrario, la cuantiosa
cantidad de luces que se alfombran a mi vista, me convidan a parpadear su fiesta.
Permanecí
varias horas en mi balcón. Acompañada
por mis plantas y mis pensamientos. Asaltada
de vida, privada de sueño. Y así, recibí las 2:00 de la madrugada…
Hoy, la
levantada fue difícil ciertamente, pero no hay nada que no componga una buena
taza de café. En mi balcón, había
cambiado el paisaje. Nuevamente la veloz
carrera de los carros, la soledad del centro comercial y el solo sonido de las
palomas, me recordaron mis 22 días de cuarentena.
Llamo a mis
padres, con la usual dosis de amor y paciencia. Luego de 88 años de generosa entrega, es muy
difícil un ayuno de besos y abrazos. Han
sido contagiados de la impaciencia que mina su capacidad de sonreír. Si no fuera por la profunda fe que ambos
profesan, y el eterno rosario en las manos y en los labios de mi madre…sería
otra la historia.
No quiero ver
el periódico ni las noticias por internet, no en la mañana. Derramo papeles sobre la mesa y me siento a
trabajar un rato, entre pasajes que cancelar, informes que preparar y correos
que responder.
Mientras tanto,
me va sorprendiendo el aumento de ruido en la calle. Salgo al balcón y
ciertamente, hay muchísima más gente que unas horas atrás. En fin, que termino buscando noticias para ver
si me enteraba de alguna novedad. Y bueno, que la gente se ha tirado a la calle
(al menos los que su tablilla terminan en números pares) porque han anunciado
que no habrá supermercados abiertos a partir del miércoles.
¡Tremendo caos que se ha formado! En las redes
sociales, las filas eran tan kilométricas como la desesperación de la
gente. Horas enteras esperando poder
entrar para satisfacer sus necesidades. Un
desfile de mascarillas y guantes saturados de miedo e impotencia.
Termino en la
cocina pasando inventario para ver cuántos días más puedo extender la salida
que tanto he esquivado. Creo que ha
llegado la hora 0 y tendré que sumarme a la extensa fila que haré, como todos,
llena de miedo.
Al fin decido
sentarme un poco a serenar el espíritu, que estamos en lunes santo y no se me
puede olvidar. ¡Es lunes de Betania! ¡Cuánto
me emociona esta escena! Una cargada de
símbolos, de entrega, de humildad, de amor, de fragancia.
Estas dos
mujeres, Marta y María tan famosas en la historia de Jesús, tan emblemáticas y
tan sugerentes. Vidas paralelas, heridas
de amor, que luego de haber abrazado juntas el dolor, se han fortalecido sus
vínculos entre ellas y Jesús. Han
abierto la puerta del agradecimiento y se han vaciado de todo para entregarse a
Jesús y a los demás.
Marta sigue
igual de afanosa, sirviendo y cuidando que no falte nada en la mesa. María, como siempre a los pies del Amado. No hay palabras, solo entrega, devoción,
cariño, generosidad. Ambas se han
sentido amadas primero por Jesús y ahora son ellas las que se desbordan entre
mil detalles.
Estoy
convencida que los verdaderos amigos son aquellos que nos hacen crecer, querer
y creer. Crecer como personas, querer
ser mejores y creer en el otro.
Marta ya no
exige la ayuda de María. Entiende
perfectamente el hermoso y significativo gesto de su hermana. Percibe la
ternura que se ha enraizado en su corazón y lo acepta y se alegra por ello. No se siente desplazada, ni entra en
competencia con María. Simplemente se
permite ser coherente con ella misma. Y
es a través del servicio que sabe responder al amor recibido.
Veo a Marta planificando
esta celebración, pendiente que no falte ningún detalle. El mejor vino, y una rica cena. Ha elegido el mejor mantel y se ha asegurado
personalmente de que todo estuviera inmaculado y perfecto. ¡Tanto tiempo de vida compartida con los
discípulos y ninguno se había tomado la molestia de preparar un banquete así al
Maestro!
María,
extiende su mano para tocar los pies de Jesús, dejando fluir sin temor alguno,
toda su ternura con tanta fuerza que llegará hasta el corazón mismo del Amigo. Se ha abajado, se ha inclinado, se ha encorvado,
y se ha puesto a los pies de Jesús. ¿No
les recuerda el lavatorio de pies? Jesús
se abaja, se encorva, y en silencio toma los pies de sus discípulos.
María no
escatima en derramar un costoso perfume sobre los pies de Jesús. En la última cena, es Jesús mismo quien vierte
su vida sobre los demás…
Hoy, en mis
22 días de cuarentena, y en mi oración, he pedido al Señor que transforme mi
casa en Betania, con Jesús, con Marta y María y que me conceda el don de saber
cómo agradecer con el corazón. Porque es
lunes santo, y puede ser que Jesús, antes de llegar al Calvario quiera
detenerse en casa.
Gracias Nancy...
ResponderEliminarHermoso Nancy...Gracias
ResponderEliminarLeerte reconforta el alma. Muchas gracias, Nancy.
ResponderEliminarGracias, nos hace reflexionar mucho sobre esta nueva semana santa. Esperando q en casa tengamos verdaderamente la presencia de Jesus
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