Hoy martes, el día fue uno
intenso. Tres reuniones, varios trabajos
que preparar, algunas llamadas y en la noche, participar (esto no cuesta nada, al contrario, me reanima mucho) de una Mesa
Virtual. Ciertamente que una siente, que
“haciendo menos”, se agota más.
Yo no pienso que hagamos menos, ni
más. Lo que sí puede cansar es, que
aunque en volumen tal vez sintamos hacer menos cosas, todas son del mismo modo:
virtual. Y al no cambiar de maneras, eso
es lo que pienso, nos agota.
Lo experimento cuando me toca el
tiempo de tomar vacaciones. Con el solo hecho de romper la rutina ya me
siento descansada. Aunque no viaje, aunque
me quede en casa. Al modificar horarios
y repetición de actividades, ya el cuerpo siente relajamiento y descanso.
Ahora estamos, al menos yo lo estoy,
desde la mañana hasta altas horas de la noche, frente a la pantalla de una
computadora. Puede ser redacción de
documentos, cartas, preparación de power points, montaje de fotos, interacción
en chats, en redes sociales, reuniones por Zoom, etc. Pero todo es mirando fíjamente
una pantalla. Estamos haciendo lo mismo
por mucho más de ocho horas diarias.
Y si encima, la computadora comienza
a padecer de “parkinson”, como le está pasando a la mía, que cuando más
tranquila estoy, comienza a temblar la pantalla y a duplicarse la imagen, se ve todo borroso, sombras….ciertamente que tengo que terminar muy, muy cansada.
Con esta “quejadera” recuerdo una
historia que me contó un amigo hace poco.
Iban de viaje dos personas en un avión. Uno iba durante todo el trayecto quejándose por todo. La comida estaba fría, las bebidas eran de mala calidad, la asistente de vuelo no era amable, la almohada no era la que había pedido, etc.
Iban de viaje dos personas en un avión. Uno iba durante todo el trayecto quejándose por todo. La comida estaba fría, las bebidas eran de mala calidad, la asistente de vuelo no era amable, la almohada no era la que había pedido, etc.
Se estuvo quejando por todo, durante
todo el viaje. Mientras tanto, la persona que estuvo sentado a su lado, viajó
feliz. ¿Cuál era la diferencia? Que el que se quejó, había pagado su boleto
de avión. El del lado, le habían
regalado el pasaje.
Entonces, hay que preguntarse: ¿en
qué asiento voy yo?
Porque cuando la persona cree que el
mundo le debe algo, va a vivir amargado.
Nunca estará conforme con el trabajo que consiguió, con la familia que
le tocó, nadie en el mundo le merece, etc.
Vivirá protestando por todo, e irá muriendo lenta y profundamente a la
verdadera vida, en lugar de vivir agradecido.
En cambio, la persona que tiene un corazón agradecido verá todo en la
vida, como un regalo.
La persona que tiene un corazón
agradecido, dice un amigo, es como un imán.
Todo lo atrae. Agradece que pudo tener comida sobre la mesa, porque sabe
que hay gente que muere de hambre. Agradece
que pudo darse un baño con agua caliente, porque hay gente que no tiene acceso
al agua, etc. Tiene la capacidad (¿o
don?) de ver todo como un milagro. Y se
ve rodeado de pequeños y grandes milagros siempre. El poder oír, el poder ver, pensar, estudiar, analizar, todo, todo es un milagro.
En este tiempo del coronavirus
podríamos analizarnos y ver si agradecemos tener comida en nuestra mesa, cuando
hay muchos que están pasando hambre. Si agradecemos
poder proveerles a nuestros hijos una computadora para que hagan sus trabajos
de escuela, cuando hay muchos que no pueden pagar el internet. Si agradecemos que podamos sentarnos con la
familia tranquilamente a ver una película, mientras otros están solos en un
hospital.
Tendría que preguntarme si agradezco
que puedo trabajar desde mi computadora en casa, o me quejo porque se me está
dañando y me cansa mucho la vista. Y precisamente,
ahora, ha vuelto a “portarse mal”….ha regresado a temblar, y pues, no puedo
seguir escribiendo. Creo que también
ella se siente cansada.
Pero, me hago la pregunta y también se
las dejo:
¿en qué asiento vas?
He tenido que disciplinarme en el número de horas frente a la pantalla... porque todo en exceso... (ya sabemos)
ResponderEliminarComo ser humano muchas veces he ido en el asiento pago. Esto mismo me lleva a reflexionar y a darle gracias a Dios por todo lo que tengo y todo lo que soy.
ResponderEliminarWow...poniendome al día nuevamente...y entre la léctura anterior del desapego y esta de agradecimiento, me maravillo de como haces de lo rutinario y simple una prosa extraordinaria y más allá de eso recordarme que soy hija de Dios...Espectacular, me encanta��
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