Hoy he visto en la Palabra de manera muy clara nuestra vulnerabilidad y las no pocas veces que caemos en la tentación de querer ser como Dios…
Después que Jesús había realizado el milagro de la multiplicación de panes y peces, a la madrugada siguiente, Él se acerca a la barca donde iban los discípulos, andando sobre el agua. Los discípulos se asustan porque en principio pensaron que era un fantasma, pero Jesús les aclara rápido: “Ánimo, soy yo, no tengan miedo”. No era la primera vez que los discípulos escuchaban la voz de Jesús. No era la primera vez que Jesús les decía esta frase; que no tuvieran miedo. A pesar de verlo caminar por las aguas, estoy segura que reconocían que ese que estaba frente a ellos, era el mismo que horas antes había hecho la multiplicación de los panes y los peces, el mismo que había curado y sanado a tanta gente, era su Maestro, el que habían reconocido ya como el Mesías.
Pero Pedro le contesta: “Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua”. El único que podía caminar sobre el agua, el único que tenía poder sobre el mar, era Dios, y Pedro lo sabía muy bien. Pero cayó en la tentación; quiso ser como Dios. Y Jesús, Maestro por excelencia le da una nueva lección y lo invita a caminar, le responde con un sencillamente: “Ven”. Y Pedro comienza a caminar sobre el agua. Y tan pronto sintió la fuerza del viento, tan pronto se dio cuenta de su vulnerabilidad humana, de que no podía caminar sobre el agua porque él no era Dios y el único que tenía poder sobre el agua era Dios…comenzó a hundirse. Y es cuando lanza un grito de auxilio: “Señor, sálvame”.
Jesús, una vez más extiende su mano, lo agarra y le dice: “¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?” Y muchísimas veces había interpretado esta parte del Evangelio, como que Jesús le lanza la pregunta de por qué había dudado de que él podía caminar sobre el agua y hoy creo que no es así. Jesús le pregunta a Pedro ¿por qué dudó cuando Él les dijo que no tuvieran miedo?. ¿Por qué Pedro, sabiendo que el único que podía caminar sobre el agua era Dios, por qué él, conociendo la voz de Jesús que les dice como muchas veces anteriores, que no tuvieran miedo, se atreve (porque fue un atrevimiento) a retarle y pedirle que si él era el Señor, que le hiciera ir caminando hacia Él sobre el agua?
Yo creo que Pedro sabía perfectamente quién era Jesús, pero en su humanidad, cayó en la tentación de retarle, de querer igualarse a Él. Pedro fue sencilla y perfectamente humano. Hoy, me resta pedirle al Señor, que al igual que a Pedro me perdone por las ocasiones en que también he querido ser como Él y que siempre confío en que me agarrará de su mano y me dirá también: “Ánimo, soy Yo, no tengas miedo”.
Nancy Burgos, sc.
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