Hoy en la mañana recibí la llamada de un amigo del que hacía ya varios años no tenía noticias. Me alegró mucho saber que ha regresado a vivir a Puerto Rico y que se encuentra bien. Y luego de los saludos “protocolares” surgió la obligada pregunta: ¿te casaste? ¿formaste una familia? ¿hijos?...
Su respuesta fue
escueta, punzante:
“No… De tanto
postergarlo, se me pasó el tiempo…”
Dedicó sus años de juventud
a formarse, estudiar, adquirir varios títulos, y una brillante carrera…luego, trabajo, viajes...pero no tuvo tiempo para buscar una compañera, una esposa; formar una familia.
“No… De tanto
postergarlo, se me pasó el tiempo…”
Tengo que reconocer
que la frase me caló profundamente. Sentí
tristeza al sentir frustración en sus palabras y una estéril añoranza…
Para nada, es reprochable
el estudiar, el superarse en la vida. Pero
también no es menos cierto, que no es lo único ni más importante. Y que muchas veces nos equivocamos al pensar
que esos logros como tantos otros colmarán nuestro corazón.
Son tantas las cosas que vamos dejando "para luego", "para después", "para mañana"....
Lo cierto es que la mayoría de las personas pasamos por esa etapa en que dejamos que lo que más nos guste o más fácil se nos haga, polarice nuestro tiempo y atención.
Tiempo en que
uno se piensa eterno, donde la vejez se dibuja vagamente como posibilidad para
otros, inimaginable para nosotros. Donde la salud no es tema de preocupación y el
trabajo, nuestra profesión y amistades satisfacen todas nuestras necesidades.
“No… De tanto
postergarlo, se me pasó el tiempo…”
Y luego, cuando ya tenemos
más pasado que futuro, cuando nos vamos quedando solos con nosotros mismos;
cuando la vida da un giro inesperado y enfrentamos nuestra fragilidad, nuestras
limitaciones, nuestra humanidad, es cuando nos damos cuenta de que sin darnos
cuenta hemos caído en la trampa de la “procrastinación”.
La palabra suena tan
fuerte (y fea) como su significado. La procrastinación
es la acción de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse,
sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables.
Y hay personas a las que
la procrastinación se les convierte en costumbre. Y pasan toda la vida dejando tareas sin
terminar, asuntos sin resolver, con las gavetas llenas de proyectos inconclusos
y el corazón repleto de sueños sin materializar.
Leí en una ocasión que
Leonardo Da Vinci tardó 16 años en terminar la Gioconda y por eso era normal
que la familia de Lisa del Giocondo, (que en teoría le encargó el retrato) se
hartara de esperar. El retraso ayudaría
a explicar por qué el cuadro nunca fue entregado a los Giocondos. Además, Lisa
tenía 23 años en 1503. Y cuando Leonardo acabó, la joven ya se había
marchitado...Además dicen que terminó su “Última Cena” porque su patrocinador
lo amenazó con dejarlo sin fondos.
Definitivamente que Da
Vinci padeció del mal hábito de la procrastinación. Y como él, hay personas que viven así como
norma de vida, otros lo sufren de modo ocasional; pero siempre es una situación
bastante engorrosa que nos lleva a vivir al borde de las fechas límites y a
sufrir de mucha ansiedad.
Nos pasamos la vida
postergando cosas, proyectos, ideas; confiados en la errónea idea de que somos
dueños del tiempo, de nuestra historia. Ese
viaje que soñamos hacer, lo vamos dejando para cuando nos jubilemos; el curso
que deseamos hacer, lo posponemos para el próximo año, la dieta que queremos comenzar,
ya será para el próximo lunes…escribir un libro, cuando me sobre el tiempo…
Y muchas veces,
muchísimas veces, postergamos tomar decisiones importantes. Posiblemente porque nos asustan las posibles
consecuencias, nos causa vértigo el miedo a equivocarnos o a fracasar.
Al final, vivimos el presente,
enredados en una madeja de futuros inciertos, con pasados atrofiados, rotos,
inconclusos. Es una situación que nos
resta confianza en nosotros mismos, que nos amarga algunas horas de la noche, que
en ocasiones refleja nuestra baja autoestima, nos paraliza y nos hace sufrir de
algún modo.
No tengo una varita mágica
para dar respuesta a la procrastinación, pero a mí me ayuda un poco, al concluir
mi ratito de silencio, compartir con Él las tareas del día, mis trabajos, mis
planes, mis proyectos. Y le invito y le
pido que me acompañe, (sola no puedo) y me anime a ejercitar buenos hábitos de
la productividad que aminorarán caer en la tentación de la procrastinación.
Quiero vivir mi día a
día con la serenidad de lograr concluir las tareas programadas, sin renunciar a
soñar nuevos proyectos. Consciente de mis
limitaciones, pero sin hacer pactos con la mediocridad.
Y le pido al Dios de
la Vida, me conceda la gracia, que al final de mis días no tenga que reprocharme
que "De tanto postergarlo, se me pasó el tiempo…”
La Biblia dice:
«Señor, hazme entender que la vida es corta para así vivirla con sabiduría»
(Salmos 90:12)
Eccelente es para reflexionarlo mucho
ResponderEliminarGracias Nancy!
ResponderEliminarSomos lo que decidimos y es el resultado de lo que somos y esto tiene mucho que ver en la manera en que hemos sido construidos.
ResponderEliminarMe ha hecho reflexionar tu escrito. Excelente.
ResponderEliminarLourdes
ResponderEliminarExcelente...
Gracias Gracias Gracias. Excelente para reflexionar 🥰🌺
ResponderEliminarGracias Nancy la vida se pasa y se deslisa como el agua y se evapora , esta en nuestras manos darle sentido
ResponderEliminarExcelente reflexion. Cada uno debemos reflexionar en lo que tenemos que mejorar. QDLB
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