Así había estado toda la tarde, sin brillo, húmeda; y con aquel aroma que tanto le recordaba la frialdad de sus sábanas.
¡
Qué mucho disfrutaba de ese azul que se iba tornando gris ! Nunca entendió por qué sólo en días así disfrutaba
ese grandioso placer de encontrarse allí, perdida, tan sóla y tan íntima.
Cuando
respiraba aquel azul iba adueñándose de cada espacio olvidado, de cada molécula
ignorada, de cada suspiro que su corazón enamorado había dejado escapar
alguna vez.
Iba respirando toda aquella mezcla de lluvia y azufre que le parecía siempre fragancia de estrellas. Cerraba los ojos y danzaba con el viento, el mismo vals, el mismo tiempo…
Se
tragaba toda aquella inmensidad, o tal vez era ella quien se dejaba
tragar. Se sentía libre, feliz, como si
le hubieran nacido alas. No le interesaba
bajar los ojos, no le apetecía tocar el suelo.
No necesitaba nada más, no esperaba nada más…
Era
tan hermoso ese azul…allí se podría disfrutar del trino de los pajaritos, de
esa mansedumbre que muchas veces olvidaba abajo. Allí se sentía dulce, liviana, y hasta buena.
Si
alguien la hubiese visto en aquel momento, hubiera confundido su amor con
locura…pero si él la hubiese visto; el comprendería…
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