He visto
la luz de un
nuevo día, la alegría de los pájaros recién amanecidos, las gotitas de lluvia
que han quedado olvidadas en las hojas de las plantas…
He sentido
la sangre que
comienza su carrera por mis arterias y la paz del Espíritu amenazada por tanto
ruido que lucha por subsistir.
Presiento
a Dios
invadiendo mis sentidos, mi piel, mis tejidos, a un Dios que violenta mi vida y
me lleva consigo; un Dios que me ata a la rutina pero la reviste de fiesta, un
Dios que me seduce, que me enamora, que me apasiona.
Un Dios que se
acerca en mis hijos, en la vecina, en los amigos.
Un Dios que me
ha regalado la maravilla de un amor compartido.
Un Dios que lo
único que quiere es hacer historia conmigo…
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