20 de diciembre de 2010

¿Para qué sería el huevo? (Reflexión)

La planificación se había hecho de modo cuidadoso:  hoy era día de madrugar y de saludar al  “Sol que nace de lo alto” al son de la música, de la alegría y de las ansias que tengo de celebrar esta fiesta.  La ropa se había separado para no perder tiempo en la búsqueda de aquello que quede cómodo y que mejor me proteja del frio (aún la tos no se despide).  Había reservado en la cocina un huevo, sí , un huevo.  Era la aportación que habían pedido para la misa de hoy.

El reloj despertador se conspiró conmigo para anunciarme que el momento había llegado.  Y así a las 5 de la mañana y de modo musical, cumplía con nuestro pacto.  ¡ Y muy bien ! De pie, con el mismo entusiasmo con que me metí a la cama anoche, saboreando lo que sería la mañana de hoy, de igual modo saludé el nuevo día y comencé a vestirme.  De repente…percibí que el acostumbrado silencio que abraza mi casa a esa hora del día, se había herido con un sonido que realmente adoro, pero que precisamente hoy no me causaba ninguna alegría escuchar:  estaba lloviendo…Y con la lluvia un viento frio que amenazaba con acrecentarse y que retaba a mi bronquitis a retornar …
De nuevo a la habitación…
No sé cuánto tiempo duró mi estado de incredulidad y de no saber cómo realmente me sentía.  La sensación era como si me hubiera desinflado lentamente hasta no quedar ni una molécula de aire en mi cuerpo.  Me asomé a lo más profundo de mi sagrario.  Ya hace mucho tiempo que no me doy el lujo de ignorarme.  Quería, necesitaba saber qué sentía,  ¿por qué el cambio de planes no me dejaba reaccionar, al menos concientemente?
Y me encontré (para mi grandísima sorpresa) con una mujer.  La niña no se encontraba y en su lugar había una mujer que me miraba de modo suave pero largamente.  Y comprendí en ese mismo instante que mi confusión y mis interminables minutos en actitud inerte respondían a que la mujer había enviado a la niña a jugar a otra parte.  Ella era ahora la que miraba, la que sentía, la que reaccionaba.  Claro, si hubiese estado la niña allí,  hubiese sido mucho más fácil reconocerla.  Su acostumbrado llanto, y terquedad infantil le hubiese dado cauce fácil a las emociones que hoy no sabía manejar porque ¡ ni siquiera sabía llamarlas por su nombre!  En cambio, la mujer se había adueñado del momento. 
Calma, serenidad, tranquilidad…confianza.
Hoy, no pude saludar al Sol que nace de lo Alto con música jíbara, pero pude ofrecerle con humildad la aceptación de Su Voluntad, pude ofrendarle mi paz, mi alegria y mi gratitud por haberme permitido hacerle un guiño al despertador un día más y por dejarme disfrutar de la lluvia, que tanto me gusta mientras rezaba los laudes.
¿Y el huevo...para qué sería el huevo? 

16 de diciembre de 2010

No cabe duda de que el Sol siempre termina colándose por la rendija de mi ventana…(Reflexión)

Llevo ya varios días en la casa, entre mi cuarto, mis libros y mi computadora.  Donde he tenido horas de mucha incomodidad  por la bronquitis que me aqueja;  por las horas de completa pasividad, (actividad que demanda un gran esfuerzo de mi parte) por la ingesta no deseada de medicamentos y por la tristeza de no poder participar de las misas de aguinaldos.  Todo ello me orilla por momentos e irremediablemente a experimentar sentimientos que algunos podrían mal llamar:  frustración. 
También es cierto que he saboreado muchísimo de espacios sosegados de oración, de la Presencia del Amado, de lectura profusa y también de horas de esparcimiento frente a la pantalla del televisor.
De momento, en ese temporal hueco de mi existencia, las voces…
Hay unos niños que han decidido renunciar a alguno de los regalos que habían pedido a los Reyes, para compartir el importe del costo de los mismos con los niños de Jimaní… hay unos niños que han podido por unos instantes despertar del hipnotismo del consumismo, hay unos niños que han atisbado la generosidad, hay unos niños capaces de pensar en otros menos afortunados que ellos..hay unos niños que han optado por el amor…
Una media hora más tarde: los papeles en mis manos.  Unos recortados con la impulsividad y alegría infantil, otros cuidadosamente doblados.  Algunos con escarcha, con dibujos, otros con los restos de alguna bebida o comida. Y en todos ellos:  honestidad, un deseo profundo de la trascendencia y mucha ternura. 
Me reí muchísimo al enfrentarme a mi ignorancia ante los juegos electrónicos de moda…y ante los nombres de artículos que jamás había escuchado y que denuncia la ausencia de niños en mi familia. Me emocioné hasta las lágrimas ante la inocencia (que siempre me puede) de corazones blancos, ante las expresiones nobles, ante confesiones de las renuncias voluntarias porque quieren que otros tengan un poquito de la “felicidad” que a ellos le sobra…son niños..sencillamente, niños.
Niños que además de renunciar a un poco de dinero, de satisfacción, a un juguete o a una prenda de vestir…serán capaces de compartir con otros una Navidad diferente.  Niños que sin imaginárselo permitirían que el Sol terminara  colándose por la rendija de mi ventana…una vez más.

10 de diciembre de 2010

Pregón Navidad 2000 (escrito)


“No teman, la PAZ sea con ustedes, bendigan al Señor por siempre”. (Tb 12,17)
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Esta noche resuena en mi garganta el eco de San Francisco de Asís cuando pedía paz para los hombres, para los animales, para las cosas, paz a la hermana luna, paz al hermano sol…paz, paz a todos ustedes…

¿Por qué quiero hablarles de paz?

Porque quiero transformar el odio en amor, la tristeza en gozo, la angustia y desesperación en esperanza, la enfermedad y la muerte en vida y resurrección.

“Yo estableceré la PAZ en su país y dormirán sin que nadie les moleste”. (Lv 26, 6)

¿Por qué quiero anunciarles paz?

Porque anhelo ver amanecer una luz radiante en tantos rostros sombríos, en tantas vidas apagadas, en tantos corazones solitarios, en tantos pueblos que viven en tinieblas y sombras de muerte.

¿Por qué busco la paz?

Porque sé que Dios quiere que el hombre sea libre, Dios quiere que el hombre sea feliz.  Dios quiere que el hombre tenga paz.

Me urge anunciar la paz, para que con más testimonio que palabras, seamos capaces de preferir la generosidad en lugar del egoísmo, la acción en lugar de la comodidad, la confianza en lugar del orgullo, el perdón en lugar del resentimiento, la verdad en lugar de la mentira.

“No hay PAZ para los malvados, dice Yahveh”.  (Is 48, 22)

El hombre necesita vivir en paz, el hombre anhela la paz, y ha estado siempre en busca de ella.  Me vienen a la mente el recuerdo de tantos hombres que se han sentido interpelados, urgidos, hambrientos de paz y de justicia:   Ghandi, Martin Luther King, Mandela, Madre Teresa, Juan Pablo II…y tantos otros que han llegado hasta ofrendar su vida en búsqueda insaciable de la fraternidad.

“Bienaventurados los que trabajan por la PAZ, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.  (Mt  5,9)

Pero el hombre ha sufrido su impotencia, y su limitación y se ha confrontado con su realidad.  No podemos conseguir la paz, no hemos sido capaces de inventar una tecnología que lo logre, y no la conseguiremos por nuestros méritos ni nuestros esfuerzos.  Nuestras manos son infecundas si están sostenidas por algo y no por Alguien.

Pero, no hay por qué desanimarse, esta noche yo les he traído una gran noticia:
Alguien que hace 2,000 años nación en Belén, de una Virgen llamada María, un Niño, Dios-con-nosotros, abrazado amorosamente por su Madre, bajo la atenta mirada de San José, al calor de los animales, y en compañía de los sencillos y humildes, ese Alguien sí saciará nuestra sed, ese Alguien sí es capaz de transformar nuestros sepulcros en ríos de agua viva!  Ese Alguien llenará nuestro corazón, porque es lo Único que nos traerá PAZ.

¡ ESE ALGUIEN ES JESUCRISTO!  ¡ JESUCRISTO ES NUESTRA PAZ!

“Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado.  Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre “Maravilla de Consejero”,  “Dios fuerte”, y “Siempre Padre”, “Príncipe de PAZ”. (Is 9,5)

Jesucristo es el centro del cosmos y de la historia.  Quien se acercó aquella noche en Belén y que se acerca en esta noche a nosotros sin saber de qué modo ni por qué caminos, pero que ciertamente sale a nuestro encuentro.  ¡Esta es la buena noticia!  Jesús se nos da, Jesús se nos ofrece, Jesús quiere quedarse con nosotros esta noche y siempre…

Y es a Jesús a quien cantaremos esta noche y en un himno de alabanza gritaremos con la voz potente del Evangelio.  “El Dios de la PAZ esté con todos ustedes, Amén”!  (Rm 15,33)