29 de octubre de 2022

Zaqueo me sabe a Navidad

Ayer; aprovechando que pude ir a pasar la noche a mi casa, quise regalarme un rato sin distracciones, tranquila, sin ruidos, para mí sola.  Me hacía mucha falta.  Y luego de un buen tiempo de silencio, quise releer el Evangelio de este fin de semana; que por cierto es uno de mis favoritos.

Y lo saboree como nunca. Sí, porque ¡Zaqueo me sabe a Navidad! Además, tiene unos detallazos increíbles. 

Primero que todo, el texto dice que Zaqueo era de baja estatura.  Y no puedo evitar pensar en Claret, que también fue bajo de estatura, en Madre Teresa de Calculta y en mi amado P. Nieto.  Parece ser, que aquello de que “el perfume bueno, viene en frasco pequeño” tiene mucho de cierto.

Zaqueo era de baja estatura…

Pienso en María.  En la biblia no encuentro una descripción física de ella, pero siempre me la he imaginado diminuta, delicada, y sí, pequeñita:  como Zaqueo, como Claret, como Nieto.

¡Qué maravilla!  Una vez más, Jesús se vale de lo pequeño...

El Evangelio dice que Zaqueo quería ver a Jesús.  Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí”.

Pero en realidad es Jesús el que va a su encuentro. Como siempre ha hecho conmigo.  En ocasiones creo que le busco y es él quien me encuentra siempre.

“Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto…”

Jesús no espera que Zaqueo le grite, que le tire una piedra para obligarlo a mirar hacia arriba, no.  Jesús no espera, Él siempre sale a mi encuentro y lo hace de una manera directa, privilegiando Su mirada sobre mí.  Él sabe en cuál sicomoro estoy trepada, en dónde he colocado mi necesidad de verle, de escucharle, de hacerme notar por Él, desde dónde le grita el corazón mi angustia, mis temores, mis miedos. 

Jesús mira, me mira y me llama por mi nombre…y me invita a bajar de mis inseguridades, de mis temores, de mis desconfianzas, y con urgencia. No se fija en mi baja estatura, en que me estoy escondiendo entre mi sufrimiento y mi fragilidad. Simplemente, me mira, me llama y me manda a bajar. 

Sabe que si sigo recostada en el sicomoro de mi sufrimiento y egoismo; entonces, no podré verle de cerca.

“porque hoy tengo que alojarme en tu casa”.

Zaqueo no le hizo ninguna invitación a Jesús.  Él solo quería mirarlo; pero Jesús quería entrar a su casa.  Como lo hizo en Belén…como lo ha hecho conmigo.  Desde que me buscó, me miró y me llamó, desde el principio, desde siempre, ha tenido intenciones de hospedarse en mi casa. 

“Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.”

“Les anuncio una gran alegría;  Hoy nos ha nacido el Salvador, que es Cristo, el Señor.” (Lc2, 10-11)

¿Ves? ¡Es que Zaqueo me sabe a Navidad! Jesús, desde su nacimiento lo que nos ha traído es Alegría, Gozo.  Y es lo que inspiró Jesús en Zaqueo, la Alegría pura de un corazón que ha sido capaz de bajar del sicomoro de su avaricia, de sus ansias de poder, de sus costumbres de aprovecharse de la gente y se dejó invadir por la Alegría de Jesús.

«Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más».

No es posible seguir igual.  El encuentro con Jesús implica cambio, nuevos caminos, nuevas opciones. Es imposible continuar viviendo de espaldas al Amor y a la Justicia.  El encuentro con Jesús genera generosidad, fraternidad.  Y ya no puedo mirar al otro, sino, como hermano.

Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

El encuentro con Jesús nos devuelve la dignidad.  Él no se fija en el pecado, y siempre nos recuerda que no somos ni Juan, ni Pepe, ni Nancy, sino hijos de Abraham.

Soy una hija de Dios.  Y Jesús me regala la Salvación.  No la he ganado, no he hecho ningún mérito para ello.  La salvación se la ha dado Jesús a Zaqueo, y me la ofrece gratuitamente a mí, porque sí, porque Él es así, porque me Ama y porque la Salvación es un regalo.

Zaqueo me recuerda ese hermoso tiempo de Adviento que ya se avecina.  Porque me recuerda que "lo de Dios es venir y lo nuestro es esperarle". 

Siento que este año, me invita a fijarme bien en cuál sicomoro me estoy refugiando con deseos de verle. Y quiere que me deje encontrar por Él, pero desde abajo, sin dejar mi realidad, aceptando mis limitaciones, mis fracasos, mi sufrimiento.  Quiere encontrarme en el Silencio, en la Escucha, en el Servicio, en la Comunidad.  Y quiere entrar a mi casa, hospedarse en ella porque quiere hacer Fiesta conmigo.

Pronto será Adviento y ¡Zaqueo a mí me sabe a Navidad!

27 de octubre de 2022

El camino se transita lentamente...

 


El camino se transita lentamente

aferrados a lo efímero y circunstancial

sorbiendo la vida a borbotones

en caravana ascensional.

 

Se transita hacia afuera y hacia dentro

entre memorias y nostalgias

entre miedo y frustración

con vanidades esclavas.

 

Nos hundimos de cansancios

doblegados por apegos

urgidos a cruzar el umbral

en búsqueda de consuelo.

 

Transitamos hacia la Luz

ansiosos por Libertad

con cicatrices y culpas

vestidos de dignidad.

 

Se van desandando las huellas

dibujando un nuevo Cielo

descubriendo otros pasos

expectantes por lo nuevo.

 

Se presagian nuevas sendas

donde no habrá un compañero

soñando en lo más profundo

tener feliz Encuentro.

 

Se transita lentamente

con el alma dividida

entre alegría y temores

esquivando despedidas.

 

Cuesta tanto las renuncias

al control y a los dominios

abrazar la mansedumbre

soltar nuestro egoísmo.

 

Se transita lentamente

se teme mucho avanzar

nadie nos enseña la Ruta

ni cómo se habrá de danzar.

 

Porque se llegará a la Gran Fiesta

Vestidos de Eternidad

Y ante el umbral de la puerta

Solo nos resta confiar…

25 de octubre de 2022

Los granos de mostaza...

 

¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»

Ayer en la noche, mientras velaba el sueño de mi madre; leía estas palabras, que la Iglesia propone para el Evangelio de hoy martes; …Y pensaba cómo nuestra vida ha sido pensada, deseada, amada…desde su origen.  La mano del Hombre la ha sembrado de manera cuidadosa y confiada en que el Amor que ha depositado en ella; le dará la fuerza necesaria para crecer y convertirse en un gran arbusto que dará sombra y cobijo, a todos los que se posen en sus ramas.  En realidad, son gestos sencillos, pequeños, los que se agigantan y testimonian que el Reino de Dios está en medio de nosotros.

Por eso, la necesidad de estar despiertos, siempre en actitud vigilante.  Porque pasa que las prisas nos empañan la mirada y no nos damos cuenta de tantos signos del Reino, que nos acompañan a diario.  Y podemos caer en la tentación de pensar que cuando el arbusto comience a menguar; perderá valor y lamentaremos la fugacidad de su existencia.  Sin darnos cuenta de que el Amor que le ha sostenido, permanecerá en cada gesto de cercanía, de generosidad, de fraternidad que haya compartido durante su estadía.  Y seguramente, habrá sido útero de nuevas semillas igualmente fecundadas de Amor que seguirán fuertemente enraizadas y confiadas en Aquel que les pensó, deseó y amó desde siempre.

Qué increíble que los pequeños granos de mostaza sean referentes también en otras culturas…Recordé también anoche, una historia de Buda en la India.  En una ocasión allá por el siglo V antes de Cristo, Buda contaba una historia donde utilizaba los granos de mostaza.  Decía que cuando una madre pierde a su único hijo, lleva su cuerpo a Buda para encontrar remedio. Éste le pide que traiga un puñado de granos de mostaza de una familia que nunca haya perdido a un hijo, marido, padre o amigo. Cuando la madre es incapaz de hallar a una familia así en su pueblo, advierte que la muerte es común a todos, y que no puede ser egoísta en su pena.

Recuerdo que cuando leí esta historia hace ya varios años; busqué inútilmente la posible razón por la cual Buda utilizó granos de mostaza en su relato?  Si alguien supiera la respuesta…me encantaría saberla.

19 de agosto de 2022

“Lo que tengas que hacer hazlo ¡ya!” (Juan 13:27)

Hoy en la mañana recibí la llamada de un amigo del que hacía ya varios años no tenía noticias. Me alegró mucho saber que ha regresado a vivir a Puerto Rico y que se encuentra bien.  Y luego de los saludos “protocolares” surgió la obligada pregunta: ¿te casaste? ¿formaste una familia? ¿hijos?...

Su respuesta fue escueta, punzante:

No… De tanto postergarlo, se me pasó el tiempo…”

Dedicó sus años de juventud a formarse, estudiar, adquirir varios títulos, y una brillante carrera…luego, trabajo, viajes...pero no tuvo tiempo para buscar una compañera, una esposa; formar una familia.

No… De tanto postergarlo, se me pasó el tiempo…”

Tengo que reconocer que la frase me caló profundamente.  Sentí tristeza al sentir frustración en sus palabras y una estéril añoranza…

Para nada, es reprochable el estudiar, el superarse en la vida.  Pero también no es menos cierto, que no es lo único ni más importante.  Y que muchas veces nos equivocamos al pensar que esos logros como tantos otros colmarán nuestro corazón.

Son tantas las cosas que vamos dejando "para luego", "para después", "para mañana"....

Lo cierto es que la mayoría de las personas pasamos por esa etapa en que dejamos que lo que más nos guste o más fácil se nos haga, polarice nuestro tiempo y atención.  

Tiempo en que uno se piensa eterno, donde la vejez se dibuja vagamente como posibilidad para otros, inimaginable para nosotros. Donde la salud no es tema de preocupación y el trabajo, nuestra profesión y amistades satisfacen todas nuestras necesidades.

No… De tanto postergarlo, se me pasó el tiempo…”

Y luego, cuando ya tenemos más pasado que futuro, cuando nos vamos quedando solos con nosotros mismos; cuando la vida da un giro inesperado y enfrentamos nuestra fragilidad, nuestras limitaciones, nuestra humanidad, es cuando nos damos cuenta de que sin darnos cuenta hemos caído en la trampa de la “procrastinación”. 

La palabra suena tan fuerte (y fea) como su significado.  La procrastinación es la acción de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables.

Y hay personas a las que la procrastinación se les convierte en costumbre.  Y pasan toda la vida dejando tareas sin terminar, asuntos sin resolver, con las gavetas llenas de proyectos inconclusos y el corazón repleto de sueños sin materializar.

Leí en una ocasión que Leonardo Da Vinci tardó 16 años en terminar la Gioconda y por eso era normal que la familia de Lisa del Giocondo, (que en teoría le encargó el retrato) se hartara de esperar.  El retraso ayudaría a explicar por qué el cuadro nunca fue entregado a los Giocondos. Además, Lisa tenía 23 años en 1503. Y cuando Leonardo acabó, la joven ya se había marchitado...Además dicen que terminó su “Última Cena” porque su patrocinador lo amenazó con dejarlo sin fondos.

Definitivamente que Da Vinci padeció del mal hábito de la procrastinación.  Y como él, hay personas que viven así como norma de vida, otros lo sufren de modo ocasional; pero siempre es una situación bastante engorrosa que nos lleva a vivir al borde de las fechas límites y a sufrir de mucha ansiedad.

Nos pasamos la vida postergando cosas, proyectos, ideas; confiados en la errónea idea de que somos dueños del tiempo, de nuestra historia.  Ese viaje que soñamos hacer, lo vamos dejando para cuando nos jubilemos; el curso que deseamos hacer, lo posponemos para el próximo año, la dieta que queremos comenzar, ya será para el próximo lunes…escribir un libro, cuando me sobre el tiempo…

Y muchas veces, muchísimas veces, postergamos tomar decisiones importantes.  Posiblemente porque nos asustan las posibles consecuencias, nos causa vértigo el miedo a equivocarnos o a fracasar.

Al final, vivimos el presente, enredados en una madeja de futuros inciertos, con pasados atrofiados, rotos, inconclusos.  Es una situación que nos resta confianza en nosotros mismos, que nos amarga algunas horas de la noche, que en ocasiones refleja nuestra baja autoestima, nos paraliza y nos hace sufrir de algún modo.

No tengo una varita mágica para dar respuesta a la procrastinación, pero a mí me ayuda un poco, al concluir mi ratito de silencio, compartir con Él las tareas del día, mis trabajos, mis planes, mis proyectos.  Y le invito y le pido que me acompañe, (sola no puedo) y me anime a ejercitar buenos hábitos de la productividad que aminorarán caer en la tentación de la procrastinación.

Quiero vivir mi día a día con la serenidad de lograr concluir las tareas programadas, sin renunciar a soñar nuevos proyectos.  Consciente de mis limitaciones, pero sin hacer pactos con la mediocridad. 

Y le pido al Dios de la Vida, me conceda la gracia, que al final de mis días no tenga que reprocharme que "De tanto postergarlo, se me pasó el tiempo…”


La Biblia dice: «Señor, hazme entender que la vida es corta para así vivirla con sabiduría» (Salmos 90:12)

16 de agosto de 2022

Sin palabras...

Me ha llamado un amigo, algo inquieto, después de haber leído lo que escribí sobre el silencio…Me conoce bien y sabe cuánto disfruto de una buena conversación, en especial en la sobremesa; y no comprende cómo puedo decir que disfruto estar “incomunicada”.

Y obviamente, partiendo desde esa idea errónea, era de esperar que no creyera o entendiera mi gusto por los espacios en silencio. 

El silencio es la ausencia total de sonidos; pero nadie ha dicho que no pueda haber comunicación…

Desde pequeña aprendí que para que exista una comunicación, tiene que haber un emisor, un receptor y un mensaje.  Y estos tres elementos están presentes en mi tiempo de silencio; en mi silencio habitado.

Nos ha tocado vivir en un mundo intoxicado de palabras, y lamentablemente en muchas ocasiones huecas y sin sentido. Es un tiempo donde vivimos abocados a ser el primero en hablar, a expresar nuestras ideas, lo que nos pasa, lo que queremos; todo ello de manera impetuosa y a veces hasta atropellada, por medio de la imposición de nuestras palabras.

Nos enseñan desde pequeños a hablar.  Pero no nos educan para escuchar y se nos olvida que para poder hablar, es necesario aprender a escuchar primero.  De ahí que se nos hace tan difícil acallarnos, escucharnos, degustar el silencio.

Luego, ante la urgencia del Encuentro; vamos anhelando cada vez más poder desarrollar las destrezas de la escucha y de la comunicación sin palabras.  Porque muchas veces, y en medio de un gran bullicio, el corazón se siente desinstalado, ajeno a la realidad que le rodea y herido por la soledad.

Nos sentimos saturados de palabras que lo que único logran es orillarnos a la tristeza, al desánimo, y a la desilusión.  Y es ahí, cuando solo el Encuentro con el Otro, la Comunicación ausente de palabras, pero llena de Vida, es quien puede iluminar nuestras sombras y salvarnos, en especial, de nosotros mismos.

14 de agosto de 2022

La Asunción de María...

 


Leí en una ocasión que cuando Moisés no sabía cómo convencer a un pueblo cansado, escéptico y desmotivado para entrar en la tierra de la promesa, se le ocurrió una estrategia fantástica: envió exploradores a Canaan que volvieron cargados con gigantescos racimos de uvas dulces, frescas y apetitosas: ¡Estos son los frutos de la tierra hacia la que nos dirigimos!”, dijo Moisés al mostrárselos a los israelitas (Núm 13).

Este es uno de varios signos que utiliza la Iglesia para ayudarnos a comprender la belleza y la importancia de la Asunción de María…

Andamos siempre preocupados por saber cómo será el final de nuestros días, cuál será el resultado de nuestra andadura, cuál será el fruto de nuestra vida…y en el fondo no es más que la evidencia de nuestros miedos, de nuestras dudas; de la falta de maduración en la fe, que es la que nos posibilita una existencia confiada y serena.

En la asunción de María se nos ha legado un precioso tesoro: la certeza del cumplimiento de las promesas del Padre.  María fue mujer, madre, esposa…sencilla y profundamente humana.  Llena de ternura, de dulzura, paciencia y vulnerable ante el dolor y el sufrimiento como cualquiera de nosotros.  Una mujer abierta a la escucha de la voz del Padre, con vocación de servicio, con urgencia de dar y de darse.

Y hoy al reflexionar sobre el dogma de su Asunción, es inevitable pensar en la vida de María, en sus acciones, sus reacciones y actitudes ante una vida tan humana como extraordinaria.  Y me interpelan hoy dos cosas:

Primero:  que la vida de María tuvo más silencios que palabras.  No soy para nada experta en Biblia ni nada parecido, pero solo recuerdo cuatro ocasiones donde Ella habla:  en la Anunciación, en la visita a su prima Isabel, cuando encuentra a Jesús niño en el templo y en las bodas de Caná(si alguien sabe de otro momento en que María habló, agradeceré me indicaran).

Una vida tan extraordinaria, tan admirable, tan motivadora, capaz de transformar la vida de tantas personas de manera tan silente.  ¿Cuánto tiempo dedicaría Ella a estar “a solas” con el Señor? ¡Cuánta sabiduría encierra el silencio de María!  ¡Qué mucho tendrían que aprender de María los “influencers” y los “youtubers” de la vida!

Una razón más para darnos cuenta de la importancia del silencio, de privilegiar espacios de oración con el corazón abierto, atento y con el único sonido de nuestra respiración. 

Solo silenciándonos podremos ser capaces de escuchar lo verdaderamente importante, de conocernos y vernos como Él nos ve.  Conocer a profundidad nuestras fragilidades, nuestra vulnerabilidad, al igual que las gracias que hemos recibido.  Si no separamos estos momentos de silencio, nos arriesgamos a ensordecernos ante la belleza de la Vida que nos ha sido dada y terminaremos aturdidos ante los nefastos y vacíos ruidos de afuera…

En segundo lugar:  la vocación de servicio.  María se apresura a visitar a su prima Isabel, no para compartirle la alegría de su embarazo, sino para atenderla y apoyarla en el de ella.  Más allá del vuelco que había dado su corazón ante la Anunciación, estaba su alegría y sorpresa por la noticia del embarazo de su prima Isabel, que ya era mayor.  Y corre a su encuentro a ponerse a su servicio. 

En las bodas de Caná, su preocupación por los novios, porque la celebración de la fiesta no se viera empañada por ningún detalle; fue suficiente para atreverse a pedirle a su Hijo que intercediera.  No le preocupó el hecho de cómo la estaban atendiendo a Ella o a los suyos.  Lo que la movió fue el ver una necesidad e inmediatamente quiso responder a ella. 

Y este hecho me emociona y me interpela.  Me pregunto: ¿tendré la capacidad de ver las necesidades de los míos?  ¿Seré yo capaz de anteponer mis propias necesidades para atender con diligencia las de los demás? ¿Será posible que mi generosidad sea mayor a mis egoísmos?...

No podría jamás escribir ni expresar lo que experimento ante la grandeza de la vida de María.  El testimonio de su vida tan llena de Dios, tan limpia, tan noble, tan hermosa, tan impactante llega a causarme vértigo.  Y no puedo negar que me asusta porque puedo pensar que la vara es muy alta, demasiado diría yo, para mí. 

Pero al mismo tiempo, me siento privilegiada y agradecida hoy, ante el misterio de la Asunción de María. 

Porque sé que finalmente, es un modo del Señor refrendar que Él cumple su promesa.  Que las horas de sueño que muchas veces he perdido, preocupada por el fin de mi historia han sido inútiles, porque de lo que me debo de preocupar es de cómo voy viviendo mi día a día. 

De cuánto tiempo dedico a nuestros encuentros en silencio, de cuánto bien estoy haciendo, de cuán consciente estoy de procurar hacer Su Voluntad, de cumplir con el Proyecto que soñó para mí. 

Debo ocuparme de estar atenta, con el corazón y brazos abiertos, de no buscar protagonizar, sino de sencillamente vivir mi historia, “nuestra” historia con serenidad, con profundidad, con el corazón habitado y confiado en que llegará mi "asunción".

1 de enero de 2022

¡Feliz Año Nuevo!

 


Nuevamente es “Año nuevo”.  Y volvemos a escuchar las clásicas preguntas, típicas para este día; “¿Qué cosas le pides al nuevo año?” “¿Qué esperas este año?  ¿Qué cosas te traerá el año nuevo?

Y también las clásicas frases que decimos a los demás: “Espero que el nuevo año te traiga amor, dinero y salud…” “Qué este año veas tus deseos convertirse en realidad…” “Qué el nuevo año te traiga prosperidad…”  “Qué este año te traiga la casa de tus sueños” …” “Qué el nuevo año te traiga el empleo que necesitas…el carro, un novio…” 

Frases que se repiten en los saludos y buenos deseos año tras año…por eso les llamo “Clásicos”.  Obviamente, en este 2022 repetimos el estrenado el pasado año: “Qué este año nos deje el Covid”.

Creo que las expresiones que hacemos este primer día del año son sinceras.  En realidad, cuando le decimos a una persona que deseamos que el nuevo año le traiga “X” cosa, es porque le deseamos un bien.  No tengo la menor duda sobre ello y tampoco lo veo para nada mal.  

Pero, me parece que desde el primer día del año, vamos creándonos expectativas que seguramente no pasarán de ser un buen deseo; que al final, nunca llegarán a materializarse.

Me gusta más la idea de pensar qué cosas traigo yo al año nuevo; qué quiero aportar a mi familia, a mis amigos, a mi comunidad.  Qué cosas nuevas quiero ofrecer a los que amo.  Qué cosas quiero aprender, qué quiero cambiar, qué quiero mejorar…qué limitaciones quiero aprender a aceptar, qué dones quiero aprender a compartir, qué rencores quiero borrar, etc.  

Los comienzos siempre nos causan ilusión y nos dan fuerzas para enfrentar lo desconocido. Y así he querido vivir este primer día del año.  Ilusionada y enamorada de la idea de sentirme con fuerzas para recorrer este nuevo tramo del camino.  No sé qué cosas viviré este nuevo año; ¡ni siquiera sé si lograré vivir sus 365 días!  Pero sí sé cómo deseo vivirlo.  Sé que quiero vivir desde el corazón, desde esa zona virginal que he recibido por pura Gracia.  

Y si logro vivir de manera auténtica, si soy capaz de someterme a su Voluntad, sé que viviré “el año de gracia del Señor” y tendré Gozo y tendré Paz.

No quiero repetir las “clásicas” frases del día de Año Nuevo; pero sí les deseo a todos los que amo; que este nuevo año les sepa a celebración, a perdón, a superación, a oportunidad.  Y que cada día sientan la necesidad de ir al encuentro con el Otro y con los otros.  Que este nuevo Año les invada el Asombro y en el silencio y la escucha experimenten el Amor.