8 de agosto de 2017

"Ánimo, no tengan miedo"

Hoy he visto en la Palabra de manera muy clara nuestra vulnerabilidad y las no pocas veces que caemos en la tentación de querer ser como Dios…

Después que Jesús había realizado el milagro de la multiplicación de panes y peces, a la madrugada siguiente, Él se acerca a la barca donde iban los discípulos, andando sobre el agua.  Los discípulos se asustan porque en principio pensaron que era un fantasma, pero Jesús les aclara rápido: “Ánimo, soy yo, no tengan miedo”.  No era la primera vez que los discípulos escuchaban la voz de Jesús.  No era la primera vez que Jesús les decía esta frase; que no tuvieran miedo.  A pesar de verlo caminar por las aguas, estoy segura que reconocían que ese que estaba frente a ellos, era el mismo que horas antes había hecho la multiplicación de los panes y los peces, el mismo que había curado y sanado a tanta gente, era su Maestro, el que habían reconocido ya como el Mesías. 

Pero Pedro le contesta:  “Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua”.  El único que podía caminar sobre el agua, el único que tenía poder sobre el mar, era Dios, y Pedro lo sabía muy bien.  Pero cayó en la tentación; quiso ser como Dios. Y Jesús, Maestro por excelencia le da una nueva lección y lo invita a caminar, le responde con un sencillamente: “Ven”. Y Pedro comienza a caminar sobre el agua.  Y tan pronto sintió la fuerza del viento, tan pronto se dio cuenta de su vulnerabilidad humana, de que no podía caminar sobre el agua porque él no era Dios y el único que tenía poder sobre el agua era Dios…comenzó a hundirse.  Y es cuando lanza un grito de auxilio:  “Señor, sálvame”.

Jesús, una vez más extiende su mano, lo agarra y le dice:  “¡Qué poca fe!  ¿Por qué has dudado?”  Y muchísimas veces había interpretado esta parte del Evangelio, como que Jesús le lanza la pregunta de por qué había dudado de que él podía caminar sobre el agua y hoy creo que no es así.  Jesús le pregunta a Pedro ¿por qué dudó cuando Él les dijo que no tuvieran miedo?.  ¿Por qué Pedro, sabiendo que el único que podía caminar sobre el agua era Dios, por qué él, conociendo la voz de Jesús que les dice como muchas veces anteriores, que no tuvieran miedo, se atreve (porque fue un atrevimiento) a retarle y pedirle que si él era el Señor, que le hiciera ir caminando hacia Él sobre el agua? 

Yo creo que Pedro sabía perfectamente quién era Jesús, pero en su humanidad, cayó en la tentación de retarle, de querer igualarse a Él.  Pedro fue sencilla y perfectamente humano.  Hoy, me resta pedirle al Señor, que al igual que a Pedro me perdone por las ocasiones en que también he querido ser como Él y que siempre confío en que me agarrará de su mano y me dirá también: “Ánimo, soy Yo, no tengas miedo”.

Nancy Burgos, sc.

5 de agosto de 2017

La Transfiguración...hoy

              Las noticias tristes siempre causan en uno, una sensación lógica:  desánimo, tristeza.  Sentimientos que obligan a detener el tiempo, mi tiempo y orillan a reflexionar, quiera una o no en el sentido de la vida, en el valor de las cosas, en el por qué y para qué.  Son días en que no vemos claridad ni luz alguna y en las que las horas nos pesan y mucho…

              Sin embargo, como pasa siempre, la Palabra viene a iluminarme, y a levantarme.

              Esta mañana, en medio de mi decaído ánimo por la noticia de la muerte trágica de una familia, víctima inocente de la violencia existente en mi país; sintiéndome muy mal por la sensación de impotencia, indignación y tristeza, hice lectura y oración del Evangelio de la Transfiguración del Señor, fiesta que celebramos mañana en nuestra Iglesia.  ¡Bendito Dios que siempre estás y nos das lo que necesitamos!

              Me encontré con la escena de la subida de Jesús al Monte junto a Pedro, Santiago y Juan.  Y es curioso que el Evangelio comienza diciendo: “seis días después”, lo que me obligó a leer más arriba, a ver qué había pasado seis días antes.  Y fue para mí una gran sorpresa ver que el suceso anterior es el anuncio de la pasión de Jesús y la resistencia de Pedro.  Seis días antes, Jesús anuncia su futura pasión, y luego, lleva a estos discípulos a tener una experiencia gloriosa.  Como si nos quisiera decir que es imposible separar dos escenas pascuales:  el “Iluminado” que estaban viendo en el Monte era el mismo que sería, el Crucificado.  Dos momentos que se complementan:  de la muerte a la Vida, del dolor al gozo, de la muerte a la Resurrección.

              Al principio del Evangelio leo que los discípulos ven a Jesús envuelto en luz, en silencio, y solo aparecen dos personajes más:  Elías y Moisés.  Y es ahí donde Pedro dice que se estaba bien allí y que si el Señor quería, él podía hacer allí mismo tres tiendas.  Siempre me inquietó esa expresión de Pedro porque se coloca fuera de Jesús, Moisés y Elías.  Esta postura que asume Pedro en ese primer momento es el de espectador, él está viendo desde fuera, pero no se siente incluido…es curioso.

              Pero luego es que entiendo (nunca antes lo había visto así) que es en el segundo momento, cuando se oye la Voz de Dios que les dice: “Este es mi Hijo Amado, mi Predilecto, escúchenlo” que está el núcleo de todo.  Ya no es el centro de atracción la luz que envuelve a Jesús, sino que es esa Voz que confirma la relación de Jesús con Dios.

              Una voz que vino acompañada de una gran nube que los envolvió a todos.  Ya Pedro no está fuera, está dentro junto a Jesús y el Padre.  Y la invitación de Dios a “escuchar” a Jesús es lo mismo que invitarle a obedecerle.  Y ahí caen en tierra, asustados, como lo estarían luego de la muerte de Jesús, y es Él, Jesús, quien les levanta y les dice: “No tengan miedo”; ¡premonición de Pentecostés!

              La narración de la Transfiguración me da dos alternativas para vivir mi discipulado:  o me quedo como Pedro en la primera parte del Evangelio, de espectador, asombrado por los momentos gloriosos de Jesús, de sus milagros, de sus victorias, de sus grandes sermones, pero desde afuera, desde lejos, sin implicarme en su vida.  O, acepto escuchar la Voz del Padre que me invita a escuchar, a obedecer, a tomar una postura inclusiva y que me reenvía al verdadero camino, al del seguimiento de Jesús.

              Hoy, al igual que Pedro, siento que el Señor me ha tocado, me ha invitado a levantarme y me ha dicho que no tenga miedo.  La Palabra me invita hoy a recordar tantos momentos de gracia, de profunda alegría donde he experimentado mi vida llena de luz y transfigurada, para confirmar la opción de vida que hemos hecho por fe, y poder afrontar con serenidad y confianza los momentos duros y difíciles que nos toca pasar a todos. 

              Hoy en Puerto Rico, para mucha gente la realidad les está resultando muda, fría y nosotros como cristianos, estamos llamados a hacer posible que dentro de esa oscuridad podamos revelar y transfigurar el Rostro del Dios que siempre nos habla con un lenguaje lleno de Esperanza.
             

              

8 de marzo de 2017

8 de marzo, Día internacional de la mujer...

Acabo de leer la noticia en el periódico que lleva como título: “Las mujeres realizan manifestaciones por sus derechos”.  En la nota indican que debido a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, un grupo de sobre 100 féminas bloqueó esta mañana el acceso hacia el expreso Las Américas, en dirección de San Juan a Caguas, bloqueando específicamente la rampa de acceso de la autopista José de Diego hacia el Expreso Las Américas y que decenas de patrullas llegaron a la zona para intervenir con las manifestantes.

En la nota leí que la señora Blanco, portavoz del grupo, expresó que este grupo de 100 mujeres representa a todas las mujeres puertorriqueñas e indicó que “los reclamos van en contra de la Junta de Control Fiscal, contra el pago de la deuda, por la auditoría, y por el derecho de nuestros cuerpos, exigiendo un aborto libre, seguro y gratuito”, entre otras cosas.

Primero que todo, reconozco y respeto el derecho que tiene cualquier persona en este país a expresarse libre y públicamente sobre cualquier asunto; privilegio de vivir en un sistema democrático.  Yo también tengo el derecho de pronunciarme y como mujer cristiana me siento obligada a hacerlo.

No pretendo hacer cambiar de opinión, ni a usted señora Blanco ni a ninguna mujer que piense como usted.  Entiendo que nuestras expresiones son siempre el reflejo de lo que somos, de nuestra vida y de nuestra escala de valores.  Y no soy quién para cuestionar los suyos, ni los de nadie. 

Lo que sí me siento obligada es a señalarse su imprudencia y expresarle lo que me indigna sus expresiones porque no representan el sentir de la mayoría de las mujeres puertorriqueñas.  Al menos, a mí, usted, no me representa y siento que nos falta al respeto a muchísimas mujeres puertorriqueñas que no pensamos como usted.

Primeramente, me duele mucho ver el giro que ha tomado la celebración del 8 de marzo puesto que tengo entendido que el origen de la misma tuvo como finalidad el buscar mejores salarios para las mujeres y el derecho al voto en los comicios electorales de su país.  No tenía ninguna intención de reclamos ante una Junta Fiscal, reclamos de derechos sobre nuestros cuerpos, sobre abortos libres, etc.   

Por esta primera y sencilla razón no puedo estar de acuerdo con las actuaciones de este grupo de mujeres.  Están utilizando una fecha importante, de un origen muy noble y necesario de su época para manipular el pensar y sentir de nuestras mujeres, con agendas desconocidas y con ausencia de fundamentos.  Siento mucha tristeza de que un grupo de mujeres, (a Dios gracias ínfimo), se tome la molestia de salir a la calle a “reclamar sus derechos”, violentando el derecho de otros a tener un libre acceso a una carretera pública.  Qué pena que se tenga que recurrir a acciones provocativas, retantes e irrespetuosas para hacerse escuchar. 

Este grupo de mujeres quieren reclamar “igualdad” y que tengan los mismos derechos de los hombres, pero ¿cómo pedir igualdad con todos si no comenzamos a defendernos a nosotras mismas?  Si quieren tener libertad de realizarse abortos y no defienden la vida, si no defienden el derecho a nacer de miles de cientos de mujeres, ¿cómo se atreven a exigir igualdad de derechos con el hombre si no son capaces de comenzar a defender las de su mismo género? ¿Y quién defienden a las mujeres abortadas, asesinadas en un aborto? ¡Hay que comenzar a ser coherentes con lo que decimos señora Blanco.!

Por otro lado pienso que el valor de una mujer no lo determina la nómina en que pueda figurar, el salario que pueda devengar, no lo enmarca el ámbito social en el que logre moverse ni las posiciones sociales o políticas que pueda alcanzar.  El valor de una mujer está en la realización plena y sencilla de su humanidad, en actuar en libertad, conforme a la grandeza de ser hija de Dios.

Cuando he estado leyendo las noticias que nos ventilan ante el mundo entero como mujeres puertorriqueñas “valientes, decididas, en pie de lucha”, recordaba cuando una mujer de entre la gente dijo a Jesús: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”, Jesús corrigió: “Mejor, ¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen! (Lc 11, 27 28).  Bendita corrección que sacó a María y con ella a todas las mujeres, del ámbito de la naturaleza y de la “función”, para pasarla al de la persona, es decir, a su verdadera dignidad que no le viene a la mujer por su capacidad de engendrar y parir, sino por la responsabilidad para dar una respuesta libre.

Con sus expresiones, señora Blanco, usted evidencia que se siente como una “desterrada hija de Eva”.  Está radicalizando su postura y corriendo el riesgo de convertirse en una feminista avinagrada con alardes de que puede sobrepasar al hombre.  Con su postura no consigue más que lamentaciones estériles que no conducen a ninguna parte.  Me demuestra usted que es una de esas profesionales tensionadas que entran con agresividad en el terreno de la competitividad para conseguir el poder.

No podemos convertirnos en mujeres culpabilizadas por no tener un trabajo mejor remunerado, por no alcanzar mejores posiciones dentro de una empresa.  Tenemos que cuidarnos mucho de fijar la mirada solo en lo que no hemos alcanzado aún, porque corremos el peligro de atrofiar la mirada y no ser capaces de descubrir todo lo que existe de calidad humana en las vidas de tantas mujeres; desde los cientos de amas de casa que arrastran el carrito de la compra y que llevan sobre sus espaldas el peso de la familia y la educación de los hijos, de tantas madres solteras que tenemos en este país, hasta las que, desde el campo de la teología intentan crear un lenguaje nuevo que nos recuerde a todos que “Dios no tiene sólo hijos varones…”

Corre usted el riesgo de ignorar a las mujeres que llevan trabajando desde los 9 o los 11 años y no han podido ir nunca a la escuela y que ahora, a sus 40 años o más, empiezan un nuevo aprendizaje, acuden a centros educativos o centros culturales, descubren lo que es tener amigas, comunicarse, ser creativas y cuántas cosas pueden hacer con unas manos que hasta ese momento, parecía que sólo estaban hechas para quitar suciedad y capaces de pronunciar una palabra que hasta ahora no escuchaba nadie.

Estas mujeres, no son mejores ni peores que usted.  Estas mujeres, todas, desde la que está tirada en una acera mendigando el pan que habrá de llevar a unos hijos, hasta ejecutivas como usted, elegantes, que se encuentran detrás de un escritorio organizando marchas, paros y manifestaciones “reclamando los derechos de la mujer”; todas somos hijas de un mismo Dios, dignas no por nosotras mismas, sino por el inmenso amor con que hemos sido creadas.

La invito a que eche una mirada a las mujeres que deciden comprometerse en las esferas culturales, políticas, sociales y/o públicas de nuestro país pero que son capaces de dejar atrás el modelo de “mujer bonsai”.  No se fije tanto en la víctima del alcalde de Guaynabo, que muy bien que ha sabido denunciar lo que para ella ha sido una violación a sus derechos, y fíjese más bien en que por estar tomando posturas mal llamadas de solidaridad con ella, no se han tomado la molestia de ni siquiera mencionar que este país se encuentra de luto precisamente esta semana por la pérdida de tres grandes mujeres:  Miriam Colón, Brunilda García e Iris Martínez.  Tres mujeres que defendieron su género de la mejor forma; siendo fieles a su identidad más profunda, mujeres que pusieron el nombre de Puerto Rico en alto procurando ser lo mejor en sus competencias, siendo coherentes con sus convicciones y dando testimonio de lealtad y amor por Puerto Rico. 

El nombre de ninguna de ellas apareció en las pancartas de las manifestantes de hoy, ni el de mujeres como Julia de Burgos, Sor Isolina Ferré, Nilita Vientós, Ana Roqué, Concha Meléndez, Ana G. Méndez, mujeres puertorriqueñas que nos hacen sentir orgullosas por sus grandes aportaciones.  ¿Por qué no “aprovechar”  estos espacios para resaltar nuestra imagen y no acentuar las carencias? De ninguna de estas grandes mujeres se habla porque no interesa, lo que se promueve es la lamentación, la queja y exigencia ofensiva para que nos miren con pena o miedo porque somos capaces de pararnos en medio de una autopista a gritar y paralizar el libre acceso. Me da mucha pena esta gesta tan humillante. 


Ojalá las mujeres puertorriqueñas tengamos el valor de ser como María, a ser “árbol de mostaza”, que tuvo fe en sí misma.  María, la Mujer más digna entre todas las mujeres, grande porque fue la Madre de Dios, pero más grande aún porque no tuvo necesidad de gritar, ni exigir, sino que optando por ver más allá de sí misma para dar vida a otros y en completa y total libertad dio un giro radical y definitivo que marcó nuestra historia.