24 de mayo de 2021

De bici...

Es curioso que hoy, revivamos la escena de Jesús en la Cruz, cuando escasamente unas horas atrás festejamos la venida del Espíritu Santo.  Son estas sorpresas que nos encontramos muchas veces, cuando parece que el calendario litúrgico es como un gran rompecabezas que de pronto se nos cae al suelo y al volver a pegarlo, unimos mal las piezas.

Hace una semana celebramos la Ascensión, ayer Pentecostés y hoy escuchamos en el Evangelio, a Jesús dejándonos en la persona de Juan, nuestra amada herencia maternal…se nos ha dado a María como madre…Nada, ¡que seguimos de fiesta!

Sabernos acompañados, amados y consolados por María es el primer gran regalo de este nuevo tiempo.  Un tiempo al que nos fuimos preparando por muchas semanas para vivir de modo extraordinario este tiempo ordinario.  

Ciertamente que estos son momentos cíclicos que vivimos en nuestra Iglesia pero nunca se viven de igual modo.  Para mí, este año ha sido particularmente novedoso.  He degustado un tiempo cuaresmal profundamente interpelante que me fue preparando para vivir el tiempo Pascual con mayor consciencia y profundidad.  Hoy, experimento una inmensa gratitud y una gran sed de seguir intentando amar y de ser auténtica; como se nos invita constantemente. 

Estas últimas semanas he reflexionado mucho sobre la disparidad de eventos que me ha tocado afrontar y cómo lo he hecho.  

Ver cómo la enfermedad sumada a la vejez va menguando la vida de mis padres ha sido motivo de una constante preocupación y ciertamente también de sufrimiento.  Ver a mis hijos partir no ha sido nada fácil y no puedo engañarme: ha sido…es, doloroso.  No creo que ninguna madre se prepare ni mucho menos, desee, tener lejos a sus hijos.  Son eventos naturales y muy normales de la vida, pero difíciles de asumir.

A pesar de estas circunstancias y otras particularmente fuertes que estoy viviendo; experimento con suma claridad una gran fuerza interior.  El tiempo Pascual fue una gran escuela; donde tuve la oportunidad de ejercitar mi fe y descansar plenamente en Quien he puesto toda mi confianza.

Y a pesar de las preocupaciones, de los sufrimientos, de los días cargados de languidez…logro rescatar la Vida que está siempre presente en mi caminar.  Me encuentro con Él especialmente en el silencio, en la meditación, en la escucha de Su Palabra.  Y es ahí donde descubro esa gran fuerza que me sostiene y hace comprender, asumir y afrontar esta nueva etapa de mi vida que estoy estrenando.

El otro día escuchaba a un gran amigo hablar de las bicicletas y yo recordaba mi primera experiencia con una de ellas, y lo compartí con mi comunidad….

La primera vez que monté una bicicleta, no le colocaron las rueditas de atrás.  Esas que te dan balance y te dan total seguridad de pedalear la bicicleta a la velocidad que quieras.  Lógicamente, al no tener experiencia, terminé en el suelo y muy lastimada.

Y veo una analogía en esto de la bicicleta con lo que experimento ahora.  Durante mucho tiempo estuve corriendo la bicicleta de mi historia balanceada con las rueditas de atrás.  Con una Iglesia que me ofreció una excelente pedagogía para conocer la persona de Jesús, con una comunidad que me enseñó la riqueza de vivir en comunión y con unas personas que han sido claves en mi crecimiento emocional y espiritual.

Pero, llegó el momento de quitar las rueditas a la bicicleta.  Y a pesar de experimentar vértigo, y mucho miedo de caer; es mayor mi confianza.

Este tiempo ordinario es tiempo de quitarle las rueditas a la bicicleta.  Ya conozco el camino, ya sé dónde están las piedras, los obstáculos.  Ya conozco mis fuerzas y mis limitaciones y sé cuánto puedo avanzar y cuándo debo detenerme.  Pero, sobre todo, sé que no estoy sola, viajo acompañada.

Llegó el tiempo ordinario, momento de vivir esta etapa de mi vida con la tranquilidad de que sabré mantener el equilibrio; para vivir extraordinariamente lo ordinario de mi vida.

2 de mayo de 2021

Ni una más...

 

Ya perdí la cuenta de las veces que he escuchado o leído este slogan en las últimas 24 horas.  Es uno de los muchos que se expresan en reacción a la triste y trágica muerte de una joven de 27 años; que sospechan fue asesinada por su pareja.  Todos los medios se han hecho eco del dolor, del coraje, y la frustración que siente el pueblo en general ante esta tragedia.  Ciertamente que es un suceso sumamente lamentable.  Una persona joven, con una vida por delante, con una familia que le amaba, trabajadora y muy querida por su comunidad. Una vida que ha sido tronchada con violencia desatando así, una ola de coraje acompañada de una profunda indignación.

Desde que se anunció la desaparición de esta joven el pasado jueves, en cada hogar de este país hubo un espacio para pensar en ella, para orar por ella, para acompañar a su familia en sus largas horas de angustia y desesperación ante su desaparición. Ya el sábado en la mañana, con el avistamiento de un cadáver en la laguna, se desvanecían las esperanzas de verla regresar a casa …

Hoy, sin duda, el país entero se ha vestido de luto en solidaridad con la familia de Keishla.  

La violencia jamás será avalada ni mucho menos aceptada en ninguna de sus expresiones.  La ausencia del buen juicio, de sensatez, de una sencilla humanidad; no justificará nunca ningún acto violento o cruel.  En realidad, no hay ninguna razón que pueda justificar el adueñarnos de ningún modo de la vida de nadie.  Sencillamente porque no nos pertenece.

Dicho esto, no puedo dejar de expresar también mi preocupación por el modo en que miramos estos acontecimientos y cómo nos expresamos ante ellos.  Creo que hay una línea muy finita que debemos cuidar ante hechos violentos como este.  Son momentos duros, que nos impactan fuertemente y que ponen a flor de piel nuestra sensibilidad.  Pero no debemos perdernos en la pasión del momento, sino más bien, observar y reflexionar ante los hechos.

Hoy ví a muchas personas marchando en el Puente Teodoro Moscoso, con pancartas alusivas a la indignación que sienten por esta muerte violenta.  Algunas gritaban pidiendo justicia para Keishla, otros muchos exigen la acción del gobierno y otros tantos piden que no muera una mujer más.

Las redes sociales están abarrotadas de publicaciones, artículos, comentarios, entrevistas a figuras públicas, políticos, artistas, opiniones, todas llenas de indignación por este hecho violento.  

Creo que todas estas expresiones son muy válidas y las comprendo y respeto totalmente.  

También he escuchado y leído expresiones de algunos políticos indicando que ya se han asignado grandes sumas de dinero que serán destinadas a la educación en la perspectiva de género; convencidos de que este es el medio por el cual nos garantizarán un país libre de violencia y con el que evitarán la muerte de más mujeres. 

Con total libertad y consciencia declaro que tiemblo de pensar que los políticos descansen en esta suposición.  Me parece que la violencia no solo hacia la mujer, sino cualquier expresión de violencia merece un tratamiento muchísimo más serio, profundo y diligente.  Y también pienso que ante este espectro, no podemos delegar la solución a este enorme problema, a un puñado de políticos que sin dudar de sus buenas intenciones no dejan de estar polarizados por grandes intereses.

Porque son los mismos políticos que día tras día están defendiendo el “derecho” a abortar de las mujeres los que hoy han declarado que están horrorizados porque no han matado a una persona sino a dos!! ya que Keishla estaba embarazada.  Hoy es un delito haber matado a una criatura que estaba en el vientre materno, claro, porque la muerte ha sido a manos de “otro”…(eso es lo malo de muchos políticos que tienen la memoria corta).

Hoy es mucho más fácil declarar un “Estado de emergencia” en el país ante las innumerables desapariciones de féminas.  Es mucho más fácil invertir $$$ en libros que hablen sobre la perspectiva de género; obviamente todo esto acompañado de una costosa y muy bien cuidada campaña publicitaria donde nos repiten una y otra vez que en Puerto Rico hay una gran crisis de femicidios.  Créanme que con el Minor que tengo en Mercadeo es más que suficiente para decirles que esto es lo más fácil de hacer.

Lo que no es fácil es el crear una política pública donde se practique lo que tanto exigen:  un trato y respeto igualitario.  Donde no se hable de la violencia contra las mujeres (que ciertamente existe) sino de cualquier expresión de violencia.  Que cuando la Policía anuncie que hay una mujer desaparecida, no olvide mencionar que en Puerto Rico actualmente hay 118 personas más, desaparecidas:  98 varones y 20 mujeres.  (me niego a pensar que porque no están ligados a personas públicas como Verdejo; pasan desapercibidas).  Son 118 personas desaparecidas.  118 familias igualmente destrozadas por la ausencia de un hijo(a), esposo(a), madre, padre, hermano(a)…118 puertorriqueños que nos deben doler a todos…

Lo que no es fácil es crear espacios de diálogo con la comunidad.  Lo que no es fácil es escuchar a profesionales de la salud, de la conducta humana, líderes religiosos, y trabajar juntos en proyectos educativos, científicos, salubristas, sociales, que busquen alternativas reales para la construcción de la Paz y la Justicia en nuestro país.  Lo que no es fácil es establecer y defender una escala de valores donde se respete la vida humana en todo momento y bajo cualquier circunstancia.

Esto no se compra con dinero, no se logra con una campaña publicitaria.  Esto se trabaja desde la comunión y con mucho esfuerzo.   Desde personas que son capaces de superar el egoísmo, las ansias de poder y dominio, y ponen ante todo un genuino deseo de procurar el bienestar para cada puertorriqueño(a).  Esto se logra cuando se trabaja desde el corazón, en total gratuidad.  Sin banderas políticas partidistas, sin procurar publicidad morbosa, reconociendo las muchas limitaciones que se experimentan cuando se trabaja desde nuestro pequeño “mundito”.

El problema de la violencia no está en manos de unos pocos.  La respuesta al problema de la violencia es responsabilidad de todos.

Reitero mi solidaridad con el dolor que enfrenta la familia de Keishla y las de todas las víctimas de violencia en cualquiera de sus formas.  Como madre, me he sentido afectada y dolida. Como puertorriqueña, me conmuevo al ver las manifestaciones en el Puente Teodoro Moscoso de hoy, como también me emociona grandemente ver a 4 mil personas acudiendo semanalmente a comer en el Comedor de la Kennedy, donde se está haciendo un esfuerzo enorme y precioso por mitigar el hambre, producto de otros tipos de violencia hacia nuestros niños y envejecientes.

Como cristiana, me siento esperanzada porque sé que la violencia es un tema complejo, no complicado.  Es un tema difícil, no imposible de tratar.  Es un tema árido pero fértil para que se agigante nuestra fe y la fuerza de la Palabra en medio de nosotros.  Una Palabra que nos dará Luz para encausar nuestro accionar en favor de los nuestros.