30 de julio de 2019

Ella, siempre ella.

Se iba acabando el día con la laxitud de cada segundo transcurrido; lenta y dolorosamente…

Un día más donde las preguntas invadieron cada poro de su piel maltrecha, opaca.  Experimentaba la sensación de abandono, de sequía profunda.  Desorientación, miedo, cansancio, mucho miedo…

Nada hacía sentido, nada tenía sentido y al mismo tiempo, todo estaba meridianamente claro. No pensaba en el destino porque no creía en él.  No era un castigo porque quien Ama, no castiga.

¿Suerte? No.  ¿Desgracia? Tampoco.

Era nuevamente el momento tan temido, como inevitable, ese que regresa de cuando en cuando, sorpresivamente, cuando menos lo imagina y le desvela su vulnerabilidad.

Son días fríos, inhóspitos, carentes de sonrisas, hambrientos de ternura.

Los recuerdos llegan con sus comparsas de reproches, de culpas, de fracasos, de lágrimas...

Y a pesar de vislumbrar a lo lejos la Esperanza, no pudo evitar romperse por dentro.

Y no había nada más que hacer…solo ponerse en pie y responder a la llamada a la confianza, a la desnudez del alma, a despojarse de heridas y de orgullo, de la autocompasión. Era el momento una vez más de alzar la mirada, de abrir los brazos y saltar al vacío…

Mañana:  todo estará bien.

18 de febrero de 2019

18 de febrero

Ya han pasado 4 días luego de la celebración de San Valentín.  Y todavía hay un ambiente festivo, alegre y sobre todo, muy bien mercadeado que nos hipnotiza en la celebración del mes del “Amor”.  Muchas parejas, sobre todo las más jóvenes viven ilusionadas e inquietas esperando este gran día para manifestar sus sentimientos de diversas maneras.  Regalos, flores, chocolates, salidas a cenar, a bailar, a viajar…en fin, hay una inmensa variedad de gestos que salen a nuestro encuentro para ayudarnos a mostrar al otro cuánto le amamos.

Siempre me ha llamado la atención que mucha gente le llama a este día: “Día del Amor”, pero la mayoría prefiere llamarlo: “Día de los enamorados”.  Y me parece bien curioso, porque el Amor y el Enamoramiento no son la misma cosa aunque en muchas ocasiones se nos presentan con la misma pinturita.

Enamorarse es una de las experiencias más hermosas que conozco.  Es una etapa en donde nos sentimos profundamente atraídos por esa persona a la que llegamos a idealizar.  El solo escuchar su voz nos inyecta energía y nos mejora el ánimo.  El tiempo se detiene cuando se comparte con él.  Nos sentimos literalmente flotando en medio de sensaciones de bienestar, de placer, de “felicidad”.  Nuestro mundo se reduce a su presencia y giramos en torno a su persona y a sus actividades.  Todo esto, alimentado ciertamente por la reciprocidad de nuestros sentimientos. 

Nos sentimos unidos a esa persona, respetados, acompañados y amados de igual modo. Somos para esa persona igualmente importantes y necesarios en su vida.  Hay mucha complicidad, y fuertes deseos de encontrarse, apoyarse, amarse.  Y en la inmensa mayoría de los casos, juega un fuerte papel las apariencias, el físico, el erotismo, la sexualidad.

Somos capaces de realizar grandes cosas al igual que muchas tonterías por el ser del cual nos sentimos enamorados.  Utilizamos todos los recursos y medios necesarios para sostener la captación de su atención:  modas, maquillajes, implantes, inyecciones, cirujías…lo que fuera, todo es válido. Lo importante es mantener esa chispa que se enciende cuando estamos juntos. Y sentirnos felices.

Para sostenernos “enamorados” hace falta sentirnos acogidos, queridos, deseados, acompañados de igual forma por la otra persona.  De lo contrario esa llama se va extinguiendo poco a poco o tal vez a pasos agigantados, pero definitivamente morirá si no es cuidado.
Definitivamente que es una etapa preciosa, que pinta nuestra vida de arcoíris. (Bien que decía mi abuelo: “Lo mejor del mundo es estar enamorado”).

Pero,¿el amor?  No, pienso que el amor es otra cosa. 

Ciertamente la mayoría de los grandes amores (aunque no todos), pasan por la etapa del enamoramiento.  Pero el amor es un sentimiento auténtico, donde sí se racionaliza, a diferencia de lo que muchos opinan.  Hay una fuerza de voluntad, hay una conciencia abierta y sobre todo:  libertad.  No pasa igual en el enamoramiento, donde nos sentimos atraídos por una fuerza superior y experimentamos incapacidad de raciocinio.

Cuando se ama; no se siente el rigor de la búsqueda de lenguajes “simpáticos” o amables.  Al amar, se establece una relación en donde las palabras tienen otra significación.  Hay mucha transparencia, sinceridad, respeto.  Existe un auténtico deseo del bien de la persona amada. Queremos que sea feliz,que se sienta realizado y pleno, aunque ello nos excluya.

Cuando se ama, se conoce muy bien al ser amado.  Conocemos todas sus virtudes, sus habilidades, sus dones; y no nos asustan ni agobian sus limitaciones, sus defectos, sus desaciertos, sus pobrezas.  Y le tenemos una profunda admiración.  Frente a su humanidad, nos sentimos maravillados y fuertemente atraídos.

Al amar de verdad, llegamos a adivinar las necesidades del otro, sus deseos, y también sus mentiras, y en ocasiones a algunos, una doble vida.  Y nos duele que no se de cuenta de que la fuerza del amor es el motor del consuelo y el perdón que todo lo puede.  Y se sufre, ¡y mucho! ; pero por amor.  ¡La de veces que intuimos sus luchas, sus tentaciones!  Y también las muchas ocasiones en que el silencio es lo único que se nos permite aportar.

Al amar, las pasiones humanas, lógicas entre personas que se aman; no son protagonistas de la relación.  Jamás serán condicionantes a la permanencia de la pareja.  Porque el amor va más allá de la carne.  Pensar esto es tener una gran pobreza mental. Las expresiones del amor, siempre serán eso:  expresiones, no son fuente ni raíz de lo fundamental.  Y expresiones hay muchísimas, todas las que el verdadero amor suele descubrir porque así es el amor:  creativo.

Cuando se ama, se privilegia un lugar único y especial en nuestro corazón para esa persona. Lugar que nadie puede ni podrá nunca sustituir, como nunca se puede sustituir a una madre o a un hijo(a).  No pasa igual con el enamoramiento.  Pienso que podemos enamorarnos muchas veces y con igual intensidad, pero amar…no, amar es otra cosa.

Al descubrir el verdadero Amor, no nos hace falta buscar a nadie más porque ya hemos encontrado esa persona que nos hace vibrar, que nos alegra, que despierta en nosotros los sentimientos más hermosos, auténticos, nobles.  Queremos verle, estar con él, ser su mejor amigo(a), su cómplice, su compañero(a) de camino, su mano derecha, su confidente, su aliado (a), su incondicional, su todo.  Ese es el deseo más profundo que inspira el verdadero amor, aunque la persona amada no desee recibirlo y bueno, en ocasiones, hasta llegue a rechazar.

Cuando amamos, nos sentimos motivados por el ser amado a dar lo mejor de nosotros, a ser mejores personas, a abrirnos de modo incondicional a la vida.  Nuestro deseo es poder servirle, apoyarle, hacerle sentir cuán importante es en nuestra vida, cuánto nos aporta, cuánto nos enseña, cuánto bien nos hace. A pesar de que muchas veces la persona amada, ni se entera.

Pero el amor es así y es muy independiente.  No lo condiciona el reconocimiento ni la reciprocidad de la persona amada.  El amor no es esclavo de formas, ni de modas, estilos, vanidades.  No tiene miedo a la enfermedad, a la vejez, a las torpezas, a los desaciertos, a las limitaciones.  El amor tiene el sello de la Cruz.  Si no hay cruz, no es verdadero amor.

El amor es libre y es auténtico.  Tiene la capacidad de escucha, de esa que acoge siempre con ternura.  La fuerza del perdón, que supera la humillación, el engaño y la indiferencia. Y tiene la dulzura de un corazón materno que está dispuesto siempre a acompañar, cuidar y AMAR aunque sea desde el anonimato.

Así es el verdadero amor…que definitivamente no es el enamoramiento.  Ojalá podamos enamorarnos menos y amar más…

" El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad."  
1 Corintios 13:4-6