8 de marzo de 2017

8 de marzo, Día internacional de la mujer...

Acabo de leer la noticia en el periódico que lleva como título: “Las mujeres realizan manifestaciones por sus derechos”.  En la nota indican que debido a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, un grupo de sobre 100 féminas bloqueó esta mañana el acceso hacia el expreso Las Américas, en dirección de San Juan a Caguas, bloqueando específicamente la rampa de acceso de la autopista José de Diego hacia el Expreso Las Américas y que decenas de patrullas llegaron a la zona para intervenir con las manifestantes.

En la nota leí que la señora Blanco, portavoz del grupo, expresó que este grupo de 100 mujeres representa a todas las mujeres puertorriqueñas e indicó que “los reclamos van en contra de la Junta de Control Fiscal, contra el pago de la deuda, por la auditoría, y por el derecho de nuestros cuerpos, exigiendo un aborto libre, seguro y gratuito”, entre otras cosas.

Primero que todo, reconozco y respeto el derecho que tiene cualquier persona en este país a expresarse libre y públicamente sobre cualquier asunto; privilegio de vivir en un sistema democrático.  Yo también tengo el derecho de pronunciarme y como mujer cristiana me siento obligada a hacerlo.

No pretendo hacer cambiar de opinión, ni a usted señora Blanco ni a ninguna mujer que piense como usted.  Entiendo que nuestras expresiones son siempre el reflejo de lo que somos, de nuestra vida y de nuestra escala de valores.  Y no soy quién para cuestionar los suyos, ni los de nadie. 

Lo que sí me siento obligada es a señalarse su imprudencia y expresarle lo que me indigna sus expresiones porque no representan el sentir de la mayoría de las mujeres puertorriqueñas.  Al menos, a mí, usted, no me representa y siento que nos falta al respeto a muchísimas mujeres puertorriqueñas que no pensamos como usted.

Primeramente, me duele mucho ver el giro que ha tomado la celebración del 8 de marzo puesto que tengo entendido que el origen de la misma tuvo como finalidad el buscar mejores salarios para las mujeres y el derecho al voto en los comicios electorales de su país.  No tenía ninguna intención de reclamos ante una Junta Fiscal, reclamos de derechos sobre nuestros cuerpos, sobre abortos libres, etc.   

Por esta primera y sencilla razón no puedo estar de acuerdo con las actuaciones de este grupo de mujeres.  Están utilizando una fecha importante, de un origen muy noble y necesario de su época para manipular el pensar y sentir de nuestras mujeres, con agendas desconocidas y con ausencia de fundamentos.  Siento mucha tristeza de que un grupo de mujeres, (a Dios gracias ínfimo), se tome la molestia de salir a la calle a “reclamar sus derechos”, violentando el derecho de otros a tener un libre acceso a una carretera pública.  Qué pena que se tenga que recurrir a acciones provocativas, retantes e irrespetuosas para hacerse escuchar. 

Este grupo de mujeres quieren reclamar “igualdad” y que tengan los mismos derechos de los hombres, pero ¿cómo pedir igualdad con todos si no comenzamos a defendernos a nosotras mismas?  Si quieren tener libertad de realizarse abortos y no defienden la vida, si no defienden el derecho a nacer de miles de cientos de mujeres, ¿cómo se atreven a exigir igualdad de derechos con el hombre si no son capaces de comenzar a defender las de su mismo género? ¿Y quién defienden a las mujeres abortadas, asesinadas en un aborto? ¡Hay que comenzar a ser coherentes con lo que decimos señora Blanco.!

Por otro lado pienso que el valor de una mujer no lo determina la nómina en que pueda figurar, el salario que pueda devengar, no lo enmarca el ámbito social en el que logre moverse ni las posiciones sociales o políticas que pueda alcanzar.  El valor de una mujer está en la realización plena y sencilla de su humanidad, en actuar en libertad, conforme a la grandeza de ser hija de Dios.

Cuando he estado leyendo las noticias que nos ventilan ante el mundo entero como mujeres puertorriqueñas “valientes, decididas, en pie de lucha”, recordaba cuando una mujer de entre la gente dijo a Jesús: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”, Jesús corrigió: “Mejor, ¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen! (Lc 11, 27 28).  Bendita corrección que sacó a María y con ella a todas las mujeres, del ámbito de la naturaleza y de la “función”, para pasarla al de la persona, es decir, a su verdadera dignidad que no le viene a la mujer por su capacidad de engendrar y parir, sino por la responsabilidad para dar una respuesta libre.

Con sus expresiones, señora Blanco, usted evidencia que se siente como una “desterrada hija de Eva”.  Está radicalizando su postura y corriendo el riesgo de convertirse en una feminista avinagrada con alardes de que puede sobrepasar al hombre.  Con su postura no consigue más que lamentaciones estériles que no conducen a ninguna parte.  Me demuestra usted que es una de esas profesionales tensionadas que entran con agresividad en el terreno de la competitividad para conseguir el poder.

No podemos convertirnos en mujeres culpabilizadas por no tener un trabajo mejor remunerado, por no alcanzar mejores posiciones dentro de una empresa.  Tenemos que cuidarnos mucho de fijar la mirada solo en lo que no hemos alcanzado aún, porque corremos el peligro de atrofiar la mirada y no ser capaces de descubrir todo lo que existe de calidad humana en las vidas de tantas mujeres; desde los cientos de amas de casa que arrastran el carrito de la compra y que llevan sobre sus espaldas el peso de la familia y la educación de los hijos, de tantas madres solteras que tenemos en este país, hasta las que, desde el campo de la teología intentan crear un lenguaje nuevo que nos recuerde a todos que “Dios no tiene sólo hijos varones…”

Corre usted el riesgo de ignorar a las mujeres que llevan trabajando desde los 9 o los 11 años y no han podido ir nunca a la escuela y que ahora, a sus 40 años o más, empiezan un nuevo aprendizaje, acuden a centros educativos o centros culturales, descubren lo que es tener amigas, comunicarse, ser creativas y cuántas cosas pueden hacer con unas manos que hasta ese momento, parecía que sólo estaban hechas para quitar suciedad y capaces de pronunciar una palabra que hasta ahora no escuchaba nadie.

Estas mujeres, no son mejores ni peores que usted.  Estas mujeres, todas, desde la que está tirada en una acera mendigando el pan que habrá de llevar a unos hijos, hasta ejecutivas como usted, elegantes, que se encuentran detrás de un escritorio organizando marchas, paros y manifestaciones “reclamando los derechos de la mujer”; todas somos hijas de un mismo Dios, dignas no por nosotras mismas, sino por el inmenso amor con que hemos sido creadas.

La invito a que eche una mirada a las mujeres que deciden comprometerse en las esferas culturales, políticas, sociales y/o públicas de nuestro país pero que son capaces de dejar atrás el modelo de “mujer bonsai”.  No se fije tanto en la víctima del alcalde de Guaynabo, que muy bien que ha sabido denunciar lo que para ella ha sido una violación a sus derechos, y fíjese más bien en que por estar tomando posturas mal llamadas de solidaridad con ella, no se han tomado la molestia de ni siquiera mencionar que este país se encuentra de luto precisamente esta semana por la pérdida de tres grandes mujeres:  Miriam Colón, Brunilda García e Iris Martínez.  Tres mujeres que defendieron su género de la mejor forma; siendo fieles a su identidad más profunda, mujeres que pusieron el nombre de Puerto Rico en alto procurando ser lo mejor en sus competencias, siendo coherentes con sus convicciones y dando testimonio de lealtad y amor por Puerto Rico. 

El nombre de ninguna de ellas apareció en las pancartas de las manifestantes de hoy, ni el de mujeres como Julia de Burgos, Sor Isolina Ferré, Nilita Vientós, Ana Roqué, Concha Meléndez, Ana G. Méndez, mujeres puertorriqueñas que nos hacen sentir orgullosas por sus grandes aportaciones.  ¿Por qué no “aprovechar”  estos espacios para resaltar nuestra imagen y no acentuar las carencias? De ninguna de estas grandes mujeres se habla porque no interesa, lo que se promueve es la lamentación, la queja y exigencia ofensiva para que nos miren con pena o miedo porque somos capaces de pararnos en medio de una autopista a gritar y paralizar el libre acceso. Me da mucha pena esta gesta tan humillante. 


Ojalá las mujeres puertorriqueñas tengamos el valor de ser como María, a ser “árbol de mostaza”, que tuvo fe en sí misma.  María, la Mujer más digna entre todas las mujeres, grande porque fue la Madre de Dios, pero más grande aún porque no tuvo necesidad de gritar, ni exigir, sino que optando por ver más allá de sí misma para dar vida a otros y en completa y total libertad dio un giro radical y definitivo que marcó nuestra historia.