19 de agosto de 2023

El Señor ha estado grande, y estamos alegres...

 

“Preguntó Natanael: ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? Felipe le contestó:  –Ven y compruébalo.”  Juan 1, 46

Hoy ha sido uno de esos días de los que quedan grabados en la memoria del corazón ya que son  verdaderamente muy significativos. La Congregación de los Misioneros Claretianos, ha recibido hoy un nuevo hijo:  un nuevo sacerdote, que se suma a la Delegación de Antillas; donando su voz, sus manos, su vida, su corazón, a la causa del Reino de Dios en estas tierras caribeñas.

Lamenté muchísimo no haber podido estar presente en un día tan especial e importante, tanto para Cassamajor, como para todos los que le conocemos y queremos, pero gracias a las redes sociales pude entrar en comunión con él y celebrar junto a toda la comunidad.

La ceremonia reflejó su sencillez, su humildad y su alegría. Vi una ceremonia llena de mucha ilusión, gozo, fraternidad.  Hubo delicadeza y cuidado en los detalles, en los signos, en las flores, en los cantos, en todo y en todo momento.  Todo ello, testimoniando manos solidarias, muchas horas de trabajo, una comunidad viva y muchos deseos de tener una celebración bonita y memorable. 

Pero ciertamente, hubo algo que me llamó mucho la atención: el profundo sentido de agradecimiento que permeó toda la celebración.  Todas las personas que interactuaron en algún momento, todas, expresaron de principio a fin sentirse agradecidos.  A Dios, a la Congregación, a los hermanos que intervinieron directamente en la educación, formación, vida y misión del ordenado, a la comunidad, a los familiares, amigos, etc.

Pienso que un corazón agradecido es sinónimo de un corazón que se ha sentido amado y ha aprendido a amar…

Y yo también me sentí y siento muy agradecida.  Por  Cassamajor, por su vocación, por la de tantos hermanos de la Delegación que día tras día nos ofrecen un testimonio de vida verdaderamente impresionante, que nos edifica a tantos!

Hoy, en la mirada limpia y serena de Cassamajor, se crecía un profundo amor a Jesús, a su Iglesia, a su vocación…

Yo, siendo fiel a mi identidad femenina, me emocioné hasta las lágrimas en varios momentos.  Y el primero de ellos fue, al ver a Marie, la madre de Cassamajor.  La madre es y será siempre ese ser único en la vida de todos, que ocupa un lugar que no puede ser ocupado por nadie más, que nos inspira un sentimiento que no tiene comparación con ningún otro y que no es fácil poder describir los movimientos que experimenta nuestro corazón ante su presencia.

Y al ver hoy a Marie, allí, sencilla y grandiosamente hermosa, serena, tranquila, tan segura, tan fuerte, ¡tan MADRE! no pude evitar las lágrimas.  (Las madres reconocemos la grandeza del corazón de otra madre con solo ver un rostro sereno e iluminado, como el que tenía hoy Marie…)

En fin, la ceremonia fue una muy digna, sencilla, hermosa y muy aterrizada…muy claretiana.  Pero para mí, tuvo un sabor muy particular; sumamente especial.  En la iglesia se dieron cita, los padres de Cassamajor y dos hermanos.  Fue la representación de su familia.  No hubo más, no pudo haber más. 

Sus familiares, vecinos, amigos, están en Haití.  Viviendo una gran incertidumbre con la inestabilidad social y política que impera en el país; pero peor aún, arropados de una gigantesca ola de violencia que se afana continuamente con robarle la Esperanza a los hermanos haitianos.

Esta noche, mientras escuchaba nuevamente el Evangelio, me vino al corazón la imagen de Marie.  Y la ví en esa mujer cananea a los pies de Jesús. ¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí!  Mi hijo está terriblemente atormentado por un demonio».  

Y Marie le presentó a Jesús, a Cassamajor; a un hijo que estaba atormentado por el demonio de la violencia, en medio de un pueblo lleno de dolor, de sufrimiento, de egoísmos. 

Y ella fue decidida a pedirle a Jesús que salvara a su hijo de ese terrible demonio.  Con una fe profunda, clara, fuerte.  Marie se puso a los pies de Jesús, pero totalmente confiada y sostenida por una profunda fe.  Y eso descolocó a Jesús.  ¡“Mujer, qué grande es tu fe”!

Y ocurrió el milagro, un milagro de amor.  Haití, en medio de la violencia, de su falta de orientación, de su desamor; fue el útero que albergó el corazón de Dios mismo, de un hijo, fruto de la fe de una madre que supo confiar, perseverar, amar.  Una madre que seguramente y sostenida en esa gran fe, luchó muchísimo por cuidar celosamente esa semilla de amor sembrada en el corazón de Cassamajor.

Y también pensaba en el dolor, el sufrimiento, los sacrificios, la angustia que han pasado o pasan aún la familia y cómo en medio del “caos”, sale triunfando el Amor.  Cómo la fe es capaz de derribar las montañas del miedo y descubrir la Esperanza, la Luz, en medio de tanta oscuridad. 

Porque Dios vino para todos, para Él, no hay extranjeros. (como escuché esta noche en mi Parroquia).  Dios es ese Padre Bueno que sigue llamando no a algunos, sino ¡ A TODOS!  A servir en una Iglesia donde estamos llamados todos, como repitió hasta el cansancio el papa Francisco en la JMJ 2023. Blancos, negros, asiáticos, americanos, indios, caribeños...TODOS!

(Pues sí…claro que volvieron a sorprenderme las lágrimas cuando me asaltaron estos pensamientos esta noche durante la misa.)

Comencé este escrito con el texto: “Preguntó Natanael: ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? Felipe le contestó:  –Ven y compruébalo.”  (Juan 1, 46)  y  pensaba ¿cuántas personas hubieran imaginado que de una comunidad tan herida como lo está hoy día la comunidad haitiana podría surgir un Misionero Claretiano? ¿Cuántos podrían pensar que de en medio de la desesperanza, se abriera una esperanza para todos?  También me pregunto:  ¿Podré alguna vez experimentar una fe como la de la cananea?

Termino esta nota con un texto que me ha “caído en las manos” “de casualidad? …nada..es el perfecto reflejo de lo que Jesús me regaló hoy...

“Ustedes dicen que este lugar está abandonado, sin habitantes ni ganados. Pero así dice Yavé: En todas las ciudades de Judá y en las calles desoladas de Jerusalén, ahora sin habitantes ni ganados, aún se oirán gritos de gozo y de alegría, canción del novio y de la novia, voz de los que traigan sacrificios de alabanza a la Casa de Yavé. Y dirán éstos: «Alaben a Yavé porque es bueno, porque es eterno su amor.» Pues haré volver a los que fueron desterrados, y estarán como antes.  Así dice Yavé Sabaot:  En este lugar sin habitantes ni ganados, y en todas las ciudades, habrá pastos y pastores que hagan acostarse a las ovejas.   Jeremías 33, 10-12