Hace
treinta años que inicié un viaje llena de ilusión, con muchísimas expectativas
y sin ausencia de miedos e incertidumbres.
Había
completado un ciclo importante en mi vida:
dieciocho años trabajando para la empresa privada. Realicé diversas tareas, en distintas áreas
del mundo empresarial y fue un tiempo realmente pedagógico en mi historia.
Durante
esos dieciocho años fuí como una esponjita nueva, siempre deseosa de empaparme
de conocimientos, de destrezas. Iba
“amueblando” mi cabeza de estrategias, números, estadísticas, al tiempo que fuí
llenando mi corazón de rostros, de manos abiertas, de buenos amigos, de sabios
consejos y de ansias por aprender y superarme cada día más y más.
Pero,
en el 1994 mi vida dio un giro inesperado, casi violento. Me ví ante la posibilidad de renunciar a
trabajos que realmente eran buenos en todos los sentidos: realizaba labores que me satisfacían, tenía
buenos compañeros de trabajo, buenos beneficios marginales, plan médico, Seguro
de Vida, buen salario, etc. Un trabajo
donde yo me “veía” crecer, donde tenía muy buenas oportunidades de labrarme un
exitoso futuro para mí y los míos. Me
había estado preparando para ello…
Treinta
años han pasado, donde me detuve a pensar, o mejor dicho, un buen y santo amigo
me hizo reflexionar sobre si realmente eso que estaba buscando, me haría
feliz? Si buscándome a mí, no me
encontraría al borde de un precipicio por un ego mal entendido. Y me hizo ver que era ya el tiempo de
levantar la mirada y darme cuenta que había finalizado ya el tiempo de
aprender, el tiempo de buscarme y había llegado ya el tiempo de construir una
nueva historia…
Y
creí en él y en Él; y me dejé llevar. Me
permití dejarme acompañar por una familia, sí una gran Familia en donde (como
en todas las familias) he experimentado muchas alegrías, tristezas,
decepciones. Pero doy fe de que el
esfuerzo no dejó de avanzar junto al tiempo. Cada día una batalla, cada reto un
escalón, y así se fue construyendo con empeño, con dedicación, con sudor, y
también con lágrimas una nueva historia.
La historia que el Señor había escrito para mí. Nunca pondré en duda de la intervención
divina que una vez más me fue llevando con suma paciencia e inmenso amor a mi
nuevo destino.
Hoy
celebro este viaje, este largo transitar, con gratitud en el alma y sueños por
realizar. Porque aunque el tiempo avance y cambie el horizonte, sigo albergando
sueños en mi corazón.
Celebro
estos treinta años llenos de historias, de lecciones, de metas compartidas, de alegrías
y pesares, con humildad y profunda alegría. Lo celebro sintiéndome libre, sin
temor y con renovado ardor.
Me
siento sumamente agradecida, privilegiada y bendecida por estar aquí, donde
ganándome el "pan" he conocido el verdadero Alimento y he gozado de
la fraternidad, la amistad y la comunión. Qué dichosa verdad!?
Estoy
y estaré siempre agradecida por ello. He
crecido, madurado (y envejecido por supuesto) con y entre ustedes. Espero en el
Dios de la Vida que el tiempo que me quede con ustedes sea como hasta ahora, un
tiempo de Gracia.
En
la aurora temprana y en el ocaso tardío,
mis pasos firmes forjaron caminos,
tejiendo sueños, hilando destinos,
con cada tarea, con cada desafío.
Treinta
años de risas, de luchas y abrazos,
de metas alcanzadas y de aprendizajes vastos.
En cada proyecto, en cada jornada,
dejé un poco de mí, en la misión confiada.
Hoy
miro atrás y veo el sendero,
las huellas que dejé, el legado sincero.
Hermanos de vida, desde el corazón,
hemos compartido mucho, en trabajo y amor.
Celebrar
no es solo mirar lo logrado,
es agradecer por lo que juntos hemos sembrado.
Por los días duros y los momentos de gloria,
por cada capítulo escrito en esta historia.
Hoy
queda solo decir: GRACIAS
al
Señor, a Claret, a la vida.
Aún
queda camino por recorrer
Que sea María mi
compañía!