5 de agosto de 2017

La Transfiguración...hoy

              Las noticias tristes siempre causan en uno, una sensación lógica:  desánimo, tristeza.  Sentimientos que obligan a detener el tiempo, mi tiempo y orillan a reflexionar, quiera una o no en el sentido de la vida, en el valor de las cosas, en el por qué y para qué.  Son días en que no vemos claridad ni luz alguna y en las que las horas nos pesan y mucho…

              Sin embargo, como pasa siempre, la Palabra viene a iluminarme, y a levantarme.

              Esta mañana, en medio de mi decaído ánimo por la noticia de la muerte trágica de una familia, víctima inocente de la violencia existente en mi país; sintiéndome muy mal por la sensación de impotencia, indignación y tristeza, hice lectura y oración del Evangelio de la Transfiguración del Señor, fiesta que celebramos mañana en nuestra Iglesia.  ¡Bendito Dios que siempre estás y nos das lo que necesitamos!

              Me encontré con la escena de la subida de Jesús al Monte junto a Pedro, Santiago y Juan.  Y es curioso que el Evangelio comienza diciendo: “seis días después”, lo que me obligó a leer más arriba, a ver qué había pasado seis días antes.  Y fue para mí una gran sorpresa ver que el suceso anterior es el anuncio de la pasión de Jesús y la resistencia de Pedro.  Seis días antes, Jesús anuncia su futura pasión, y luego, lleva a estos discípulos a tener una experiencia gloriosa.  Como si nos quisiera decir que es imposible separar dos escenas pascuales:  el “Iluminado” que estaban viendo en el Monte era el mismo que sería, el Crucificado.  Dos momentos que se complementan:  de la muerte a la Vida, del dolor al gozo, de la muerte a la Resurrección.

              Al principio del Evangelio leo que los discípulos ven a Jesús envuelto en luz, en silencio, y solo aparecen dos personajes más:  Elías y Moisés.  Y es ahí donde Pedro dice que se estaba bien allí y que si el Señor quería, él podía hacer allí mismo tres tiendas.  Siempre me inquietó esa expresión de Pedro porque se coloca fuera de Jesús, Moisés y Elías.  Esta postura que asume Pedro en ese primer momento es el de espectador, él está viendo desde fuera, pero no se siente incluido…es curioso.

              Pero luego es que entiendo (nunca antes lo había visto así) que es en el segundo momento, cuando se oye la Voz de Dios que les dice: “Este es mi Hijo Amado, mi Predilecto, escúchenlo” que está el núcleo de todo.  Ya no es el centro de atracción la luz que envuelve a Jesús, sino que es esa Voz que confirma la relación de Jesús con Dios.

              Una voz que vino acompañada de una gran nube que los envolvió a todos.  Ya Pedro no está fuera, está dentro junto a Jesús y el Padre.  Y la invitación de Dios a “escuchar” a Jesús es lo mismo que invitarle a obedecerle.  Y ahí caen en tierra, asustados, como lo estarían luego de la muerte de Jesús, y es Él, Jesús, quien les levanta y les dice: “No tengan miedo”; ¡premonición de Pentecostés!

              La narración de la Transfiguración me da dos alternativas para vivir mi discipulado:  o me quedo como Pedro en la primera parte del Evangelio, de espectador, asombrado por los momentos gloriosos de Jesús, de sus milagros, de sus victorias, de sus grandes sermones, pero desde afuera, desde lejos, sin implicarme en su vida.  O, acepto escuchar la Voz del Padre que me invita a escuchar, a obedecer, a tomar una postura inclusiva y que me reenvía al verdadero camino, al del seguimiento de Jesús.

              Hoy, al igual que Pedro, siento que el Señor me ha tocado, me ha invitado a levantarme y me ha dicho que no tenga miedo.  La Palabra me invita hoy a recordar tantos momentos de gracia, de profunda alegría donde he experimentado mi vida llena de luz y transfigurada, para confirmar la opción de vida que hemos hecho por fe, y poder afrontar con serenidad y confianza los momentos duros y difíciles que nos toca pasar a todos. 

              Hoy en Puerto Rico, para mucha gente la realidad les está resultando muda, fría y nosotros como cristianos, estamos llamados a hacer posible que dentro de esa oscuridad podamos revelar y transfigurar el Rostro del Dios que siempre nos habla con un lenguaje lleno de Esperanza.
             

              

No hay comentarios:

Publicar un comentario