2 de febrero de 2021

Claudicar, no es la alternativa...

  

Hoy, 40 días después de Navidad, recordamos el rito de la purificación de María y de la presentación de Jesús en el Templo.  Recordamos y celebramos cómo, los padres de Jesús ofrecieron su vida a Dios, desde su nacimiento.  Ellos creyeron y alimentaron la esperanza de una vida arraigada al Dios de Israel.

En el Evangelio de hoy se nos narra cómo fue esta visita al Templo de Jerusalén y cómo se encontraron con dos ancianos que habían consagrado toda su vida para este momento: el encuentro con su Salvador. Fueron muchísimos y largos años esperando que se viera cumplida su esperanza.

Al igual que nos pasa a muchos hoy día, la vida de Simeón y Ana también estaba en crisis: estaban ya muy ancianos, cansados, desanimados, esperando sin saber qué, o a quién, y muy probablemente dudando de sus propias intuiciones.   ¿Qué les quedaba?  Solo la fe, en que eso que les hacía arder el corazón, era un don y no una fantasía.  Restaba esperar, confiar, anhelar…Habían consagrado toda su vida a la espera del cumplimiento de una promesa…

El claudicar no era y no es hoy día la alternativa.  Después de entregar la vida, ¿qué queda?  ¡Seguir entregándola!

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