24 de enero de 2021

Por aquí de nuevo...


Hacía mucho que no venía por aquí, mucho tiempo, sí...

La vida se ha encargado de mantenerme alejada de este espacio tan necesario y querido por mí.  Aunque no he dejado de escribir, (no puedo dejar de hacerlo.)  Si no escribo y leo en algún momento de mi día, aunque sea algo breve; no soy capaz de dormir en las noches.  El escribir, tanto como el leer son prácticamente adicciones en mi vida.

Según muchos afirman que la pandemia del Covid 19 vino a movernos el piso; también hay otras realidades que nos sacuden y nos retan a perder el equilibrio.

Realidades a las que creemos estar preparados para afrontar y/o asumir, pero que luego nos parecen gigantes fantasmales que terminan atemorizándonos como a niños. Siempre lo desconocido nos asusta y descoloca.  La novedad no siempre nos sorprende de manera positiva.  Y cuando llevamos muchos años imaginándonos un presente muy distinto al que se nos ha presentado; definitivamente que la vida se vuelca y te tira patas arriba. 

Y a mí, como a Pablo, me tiró el caballo (dicho sea de paso:  en la Biblia no se menciona a ningún caballo, pero se nos ha hecho muy sugerente imaginarnos esa caída de Pablo desde uno de ellos). Lo han representado muchísimos artistas a través de la historia, a un Pablo sobre el suelo y el caballo prácticamente encima de él, algunos color blanco, otros, grisáceos pero en todos, la expresión de Pablo aturdido y completamente indefenso en el piso.

Así me visualizo:  tirada en el suelo, de golpe, aturdida y completamente indefensa…

Solo espero poder escuchar como Pablo, Su Voz y que me diga también a dónde dirigirme y qué hacer… Es lo único que me mantiene “viva”:  esa Esperanza en su Palabra...

Las caídas siempre son imprevistas y dolorosas.  Burlan nuestro control y nos exponen a la vulnerabilidad.  Descubren nuestra fragilidad; nuestra humanidad. Mientras estamos en el suelo, nos sentimos traicionados, desvalidos, olvidados…y ¡tan necesitados!  

Se require más que fuerza de voluntad para levantarse. Y está comprobado que solos no podemos abandonar el suelo…al menos no podremos levantarnos con total dignidad.   Se necesita mucho Amor y mucha pasión por la Vida.  Se necesita abandonarse en total confianza...

Hay que deshacerse de falsas ideas, de percepciones equivocadas, de ilusiones vanas, y de sueños que nunca llegarán a realizarse.  Hay que renunciar, claudicar a muchos proyectos; y aunque hayamos sufrido una profunda herida en la caída; afinar la mirada y descubrir ese rayo de luz que nos dará fuerza para levantarnos y emprender un nuevo camino.

14 comentarios:

  1. Siempre contigo, extrañando mucho tus escritos, gracias por tomarte el tiempo para compartirlo. Te envío una reflexión del Papa Francisco, nos pone a pensar.

    ResponderEliminar
  2. Me encanta leerte. Gracias por compartir.

    ResponderEliminar
  3. Comparto contigo..."hay que abandonarse en total esperanza".
    Te estaba extrañando🙏🏻

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Lourdes...el abandono: lo que más cuesta muchas veces.

      Eliminar
  4. Ya te estás levantando, escribir lo anuncia y nos alienta en nuestras caídas. Gracias por compartirlo.

    ResponderEliminar
  5. Que bueno poder saborear el néctar de tus palabras que son reflexiones de nuestra propia vida.

    ResponderEliminar
  6. Aquí siempre estamos. El camino no lo llevamos totalmente solos.

    ResponderEliminar
  7. Lo bueno es que nos llenas de esperanza también a quienes te leemos, querida Nancy!

    ResponderEliminar
  8. Respuestas
    1. Gracias querida Syd..sé que cuento siempre con ustedes y sabes cuánto lo agradezco y valoro, gracias!

      Eliminar
  9. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar