10 de junio de 2020

A los 87 días de mi cuarentena...

Miércoles, mitad de semana…

Como podrán imaginar, no escribí anoche, porque efectivamente volvió a fallarme la computadora.  Esta vez, ya no dio más de sí.  En los últimos meses, ella se daña por ratitos, pero luego regresa, como arrepentida. y vuelve a funcionar.  Pero ya hace par de días que no se le ha quitado su enojo y ya no puedo utilizarla.  La cerré y guardé. Voy a darle par de días a ver si el descanso le viene bien y hay posibilidad de reconciliación, o tengo que despedirme definitivamente de ella.

He tenido que rescatar una vieja computadora, que me deja hacer algunas cosas de modo muy limitado.  La había sustituido por la que tengo actualmente y la había mantenido guardada, pensando que tal vez en algún momento podría arreglarse y dársela a alguna persona o algún estudiante que le hiciera falta. 

Esta (no sé por qué) se apaga cuando menos me lo espero; se calienta muchísimo, al punto que tengo que cerrarla porque no tolero tocarla, no me “corre” todos los programas, constantemente no hace caso a los comandos, cambia las cosas, guarda los archivos que le da la gana y encima de eso, como ya tiene muchos años, pues es super, super, super lenta.  Bueno, por esa razón fue que hace tres años tuve que hacerme de otra.  ¡Y ahora, ni la vieja ni la nueva!

Pero nada, no me quejaré más y aprovecharé a escribir algo, rapidito, hasta que se pueda.  

Este espacio es para mí uno, muy, muy importante; yo diría que sagrado.  Es el lugar, mi lugar, donde puedo expresar sentimientos, ideas, experiencias, que voy viviendo día a día, y sobre todo, donde intento apalabrar el paso de Dios en mi vida. Y me siento profundamente agradecida a Dios de los lazos fraternos que he podido estrechar por este medio, con personas que no conocía, algunas que aún no conozco personalmente, pero, que por alguna razón me leen y me hacen el gran regalo de escribirme, de enviarme mensajes donde me comparten lo que les ha parecido o llamado la atención de lo que he escrito.

Otras personas, conocidas, me comparten su eco a través del “whatsapp”  Algunas de ellas, todas las mañanas. Y esto, además de darme muchísima alegría, lo recibo con mucha humildad y como confirmación de que mi experiencia personal, mi experiencia de fe, puede en algún momento ayudar a otro, a entender, la suya propia.  Cuando alguien me escribe y me comparte su propia experiencia, se da el milagro de la comunión, y es definitivamente, un momento de Gracia.  Por eso, me siento urgida, comprometida a escribir y profundamente agradecida a Dios por esta oportunidad de “encontrarlo” a través de otros y poder unir eslabones de fraternidad.

Siempre me ha gustado leer biografías y ver películas basadas en hechos reales.  Siempre que leo la biografía de alguien, aprendo. Siempre que aprendo, crezco, y puedo madurar un poco más.  Todas las personas tienen algo que enseñarnos, y no siempre es a través de una vida exitosa. Al contrario, la inmensa mayoría de las veces, aprendemos más, al conocer historias de personas que han enfrentado grandes luchas o dificultades y en medio de ellas, se han crecido.

Uno de esos casos es Jean-Marie Élie Setbon.  Una de las personas que me escribe en las mañanas, me recomendó leer su biografía, presentada en el libro llamado “De la Kipá a la Cruz”.  Como estamos en cuarentena, no tenía oportunidad de comprarlo en alguna librería, pero pude encontrarlo en Amazon.

Jean-Marie es un hombre judío, de 56 años, exégeta, bíblico y teólogo.  Nació en París, Francia, de padres judíos.  Y el libro, él mismo lo describe como “El viaje de un judío hacia el Cristianismo”.  Lo comencé a leer hace muy poco y ya casi lo termino.  Tenía muchísima razón mi querida amiga Nidia, cuando me dijo que me iba a gustar.  Sí que me ha gustado y mucho.  Es una biografía, esta vez, de una persona que no ha fallecido, que es relativamente joven aún y del cual sin terminar de leer el libro ya he aprendido muchísimo de él.

Algunas de las muchas cosas que me llaman la atención es su gran sensibilidad, y su gran capacidad y fuerza de voluntad para llevar una vida coherente.  ¡Es lo que digo! ¡Aprendemos siempre de los demás.!

Como Jean-Marie, hay muchísimas personas a nuestro alrededor, poseedores de grandes tesoros.  Tesoros, que ciertamente son riquezas para ser compartidas con los demás, si se tiene conciencia de que todos son dones. Pero no todos se dan cuenta de ello, no todos lo comprenden ni agradecen.  Por ende, los entierran y luego van muriendo lentamente con ellos.

Por eso, valoro mucho el poder tener este rinconcito en “el aire”, desde donde tengo completa libertad de compartir con mucha humildad y sencillez, lo que he recibido, lo que llevo y lo que tengo.  Es mi manera de mostrarme como soy, con toda mi fragilidad y limitaciones, con todas mis locuras, pasiones y sueños.  Con mis luces y sombras, mis logros y fracasos.  Y también con las veces que experimento la decepción, la desilusión.  

Esta es mi manera de agradecer al Dios de la Vida, por todo y por tanto.

3 comentarios:

  1. Gracias y muchas bendiciones en tu vida,

    Mauricio SC la Ceiba Hon.

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  2. Como todo en la vida, se necesita descanso, respirar aire puro, vivir en paz siguiendo los pasos de Cristo, comer lo mas saludable y en ocasiones visitar a un médico para chequear cualquier padecimiento no usual que surge. Tu computadora seguro recibe aire fresco en la altura donde vive, se siente en paz con su dueña aunque a veces un poco estresada por su carga de trabajo, quizas se alimente bien aunque un desajuste eléctrico es suficiente para padecer de un comportamiento no usual que necesite de un "médico". Yo conozco uno que puede diagnosticar, tratar y ayudar a prevenir dolencias. Me avisas y seguro que ayudará.

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