2 de junio de 2020

A los 79 días de mi cuarentena...

Martes….día que la vida me despertó muy temprano…

Fue un día con agenda llena de trabajos y reuniones.  Pero, lo más difícil ha sido la lucha que llevo hace días con mi computadora.  No es nada fácil tener que preparar documentos, recibirlos, enviarlos, conectarte por Zoom para reuniones, con una máquina que de cuando en cuando deja de funcionar.  Y ahí vamos de nuevo, a esperar un rato, volverla a encender y esperar que haya tomado un nuevo aire para continuar trabajando.  (Esto sin mencionar la de veces que he perdido trabajos que ya había terminado).

Mientras voy trabajando, hay varios temas que van rumiando mi corazón.  Pero, no puedo escribir todo lo que me gustaría porque tengo que “avanzar” antes de que se vuelva a dañar la computadora.  Pero sí que he pensado mucho en mi país, en todos los sucesos que van escalando emociones y resultando en decisiones muy serias y comprometedoras para el futuro de nuestra gente; y que se están dando de manera impetuosa.

Llevamos noventa años con un Código Civil.  No dudo en que hay necesidad de atemperarlo a nuestro tiempo, que responda a las nuevas realidades…aterrizarlo.  Lo que no entiendo es ¿cuál fue la prisa de firmarlo ahora, en este tiempo de pandemia, sin vistas públicas, sin escuchar a todas las partes?  ¿Qué costaba escuchar a todas las personas que hoy dicen que faltan cosas de aclarar, lenguajes que corregir, asuntos muy serios que discernir aún?  ¿Por qué la prisa?

Me aterra pensar que se ha elegido este momento premeditadamente, con un frío cálculo, como me pareció la presencia por vez primera, de un hombre de raza negra sirviendo de intérprete de lenguaje de señas, en el mensaje de la gobernadora. (dicho esto con el mayor de los respetos, pero es verdad que es la primera vez).  ¿Casualidad? No me parece….

Por otro lado, también es cierto, que si se va a esperar a que haya un consenso entre todas las partes;  pues ya podremos esperar unos noventa años más para actualizar el Código Civil.  Pero sí creo que se pudo haber esperado a celebrar las vistas públicas, escuchar a la gente y sobre todo, esperar a que hubiera pasado la pandemia y bueno, ya luego, firmar lo que haya que firmar.

Hay otro tema que ya mencioné el otro día y es sobre la muerte de George Floyd.  Sobre ese tema, tengo sentimientos encontrados.  No hay palabras para exteriorizar toda la tristeza, indignación, vergüenza y dolor que me causó la muerte de Floyd.  Sobre todo, lo que representa el modo en que fue asesinado.  

Pero también es cierto que lamento mucho que no hayamos aprendido aún el modo correcto de señalar la injusticia y de prestar nuestra voz a los más vulnerables.  Creo firmemente en la denuncia, en exigir y procurar que se respete la vida, la persona y todos los derechos humanos existentes de nuestros códigos éticos; pero más aún, de nuestras convicciones evangélicas.  Pero nunca creeré en la violencia; porque al perder el control de las emociones, también pierdo credibilidad y me sitúo en el mismo lugar del opresor.  Sé que no es fácil, cuando se siente un hueco por dentro.  No he dicho que sea fácil, sino evangélico…

En la tarde de hoy, se manifestó un grupo de mujeres frente a la Fortaleza, en San Juan. Indicaron ellas que estaban allí, para exigir igualdad entre los blancos y negros de este país, denunciando el racismo existente.  Tienen el derecho de expresión, lo contempla nuestra Constitución.  Lo que nunca entendí fue la necesidad de lanzar aceite de motor de auto a los ojos de la policía, el lanzar piedras y pronunciar insultos.  

Pude ver parte de los visuales que pasaron por la televisión…y lloré.  Lloré de vergüenza, y sentí una pena muy honda.  Lo que presencié fueron gritos disecados, gargantas rotas, mentes encallecidas de muchos años de sentimientos frustrados.  Me parece que no han encontrado espacios para exteriorizarse, para vomitar toda la rabia que llevan dentro, y eligieron el día de hoy.  No me pareció justo para George Floyd.

Llegada la noche, pude participar de la Mesa Virtual y fue un bálsamo que le sirvió de colofón a mi día.  El tema de la Trinidad fue extraordinario.  El poder ir sobre este misterio de Amor una vez más con nuevos ojos, con un nuevo ardor.  Sí, porque todavía estamos, como diría una amiga mía, “paraclitados”, o sea, afectados por el Paráclito y como consecuencia, “animados”.

Animados, a pesar de tener la Esperanza amenazada, a pesar de haber celebrado un Pentecostés encerrados como aquel primero, pero que aún perpetuamos el encierro.  Pero lo celebramos.  ¿Acaso el que cumple años durante la pandemia dejará de cumplirlos por la situación?  Al Espíritu no hay pandemia que lo detenga, ni hay tristeza que le frene.  Al contrario, en la debilidad, en la vulnerabilidad, cobra más fuerza su acción transformadora.

Fue una noche bonita, con gente que celebra la vida, celebra la Palabra, la comunidad, el Amor.  Fue una flor en el desierto de mi día.  ¡Doy gracias a Dios por ello!

2 comentarios:

  1. la nueva normalidad ~NOM~ el nuevo orden mundial orquestado...
    es el tiempo es nuestro tiempo
    hay que despertar y cumplir la mision...
    Oremos hoy más que nunca amén.

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  2. Gracias por tus reflexiones, hay q hacer conciencia en todos.
    Bendiciones

    Mauri SC La Ceiba Hon.

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