31 de mayo de 2020

A los 77 días de mi cuarentena...

Hoy, es día de múltiples celebraciones.  Hoy finaliza un nuevo mes en este periodo de Pandemia.  Finalizamos el tiempo Pascual.  Hoy es el día de la Visitación de María a su prima Isabel. Finaliza el mes mariano.  Y por si no fueran suficientes los motivos para celebrar; es Domingo de Pentecostés. ¡Estamos de fiesta!

Todas estas motivaciones me hacen ruido en mi corazón, por supuesto de diferentes maneras e intensidad.

Finaliza un mes más en este periodo de Pandemia.  Ya cumplimos, en Puerto Rico, 77 días de cuarentena.  Aunque se ha comenzado a reanudar (de modo oficial) y de una manera tímida, algunas actividades, en especial las económicas; sigue latente la amenaza del COVID 19.  El tema de la salud que nos ha polarizado durante estos últimos meses, se encuentra ahora reñido con el tema de la economía.  

Todos tememos que se avecina una terrible crisis económica, mayor de la que ya estábamos sufriendo.  Una que aumentará los niveles de pobreza, que aumentará la tasa del desempleo, que cerrará muchas empresas, que obligará a muchos estudiantes a dejar los colegios privados, porque no habrá dinero con qué pagarlos. Que serán muchas las familias que quedarán sin techo, ya que no tendrán dinero para pagar sus hipotecas.  Y ni pensar en la cantidad de ancianos y enfermos que se verán afectados por un sistema de salud que quedará más frágil de lo que ya estaba.

Ante esta preocupación, se suman muchas otras.  Estamos llenos de preguntas, de dudas.  Se nos secan los ojos mirando hacia el futuro, las horas de la noche se diluyen entre reflexiones que buscan respuestas concretas…

Desde el inicio de esta pandemia, fuimos correcta y ampliamente informados sobre la naturaleza del virus, sobre sus síntomas, sus modos de manifestación, su alto grado de contagio, sus consecuencias, modos de prevención, etc.  

Ahora, ¿quién nos orientará, preparará para el futuro que se avecina?  ¿Quién nos enseñará a vivir de otra manera? ¿Quién o quiénes estarán a la altura, en la búsqueda del bien común? ¿Cómo enfrentaremos las graves consecuencias, el saldo desastroso que dejará el paso del virus y su estela de muerte? ¿Quién escribirá un nuevo lenguaje, un nuevo modo de "estar con otros"?

Como humanidad, tenemos un gran reto.  Habrá que pensar, analizar, estudiar, orar, discernir y mucho.  Urge la reflexión profunda, el diálogo profuso, para ver cómo nos ayudamos en la creación de nuevos modos de comunicación, que nos permitan afrontar de una manera digna, la nueva realidad que nos espera.  

Porque no es cierto que volveremos a lo mismo de antes.  Ya nada será igual.  Ya todo es diferente y necesitamos crecernos en creatividad, en solidaridad, en empatía, en caridad.  Habremos de inventar nuevos códigos en las relaciones interpersonales y aprender a entendernos y a entender a otros, desde una óptica distinta.  

Hoy, ha finalizado un nuevo mes del paso de esta pandemia sobre nuestro planeta, pero no ha finalizado la pesadilla del COVID 19.  Todavía, las cifras de contagios siguen aumentando.  Todavía, se siguen sumando las muertes y no se vislumbra una pronta cura a esta terrible enfermedad.  

Pero aún persiste la Esperanza, aún se tienen las fuerzas para resistir y esperar con confianza en Aquel que ha estado, está y estará siempre acompañándonos, en cada momento y en todo lugar.  La convicción de sabernos "hijos" de un Padre Misericordioso lo llevamos en nuestro ADN.  Por esto, doy gracias al Dios de la Vida.

Por otro lado, terminamos el tiempo Pascual.  Cincuenta días que he vivido de una manera completamente diferente y novedosa en mi historia.  Un tiempo hermoso, donde me he sentido íntimamente acompañada por la Palabra.  Los relatos de las apariciones del Resucitado han sido para mí, fuente de Luz, de Fuerza, de Alegría.  Me sentí abrazada, acogida, amada por el Resucitado.  Y por esto, quiero dar gracias.

Hoy, la Iglesia celebra también la visita de María a su prima Isabel.  Con esta fiesta culmina el mes mariano.  María siempre será la mujer del Corazón Maternal que siente en su seno, la necesidad del otro.  La que sale al encuentro, la que se pone en camino, la que sabe escuchar, aceptar y cumplir la Voluntad del Padre.  María es y será siempre:  Madre...¡Qué privilegio, tenerla!  ¡Qué mucho he aprendido de ella en este último mes!  Por Ella, también doy gracias.

Y finalmente, celebramos hoy la Fiesta de Pentecostés.  Sabemos de la importancia de esta fiesta.  Con el descenso del Espíritu Santo durante una reunión de los Apóstoles en Jerusalén, nace nuestra Iglesia y con ella, la propagación de la fe en Jesús.  

Desde ese día, el Espíritu Santo nos acompaña, nos ilumina y nos fortalece.  Antes de su llegada, había confusión, tristeza, puertas cerradas y mucho miedo…como ahora. Luego de su llegada, se transformó todo.  Los discípulos no regresaron a la cotidianidad, inventaron otra.  Los caminos eran los mismos, pero los pasos fueron diferentes.  Cambió el lenguaje, cambiaron las formas, los modos, los valores, las prioridades.

Todo eso se logró por la fuerza transformadora del Espíritu Santo. ¿Por qué dudar entonces que se pueda repetir la historia?  ¿Por qué no pensar que el Espíritu dará fin a nuestro confinamiento?  ¿Por qué no esperar un nuevo Pentecostés?

Yo confío en que así será.  Su acción transformadora dará respuesta a todas nuestras interrogantes.  Dará alivio a todas nuestras inquietudes y concederá inteligencia y entendimiento, de modo especial, a los que les tocará liderar los procesos de apertura a una nueva realidad.

Y a todos, y a cada uno, nos mantendrá encendida la llama del Amor, que a fin de cuentas es lo único que nos garantizará la Vida.

¡Ciertamente, que estamos de fiesta!

3 comentarios:

  1. gracias Nancy, super. asi lo creo, se repite la historia, es nuestro momento, y se suman retos(dificultades, por eso hoy que nunca mirar la madre, y aspirar al Hijo...♡

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