19 de marzo de 2020

Cuarentena: cuarto día

Esta mañana, demoré en abandonar la cama.  Es la primera vez que lo hago en esta semana, a pesar de que no hay motivos para activar alarmas ni tareas urgentes que resolver temprano.  Además:  hay que quedarse en casa.  

Cuando el sueño ya moribundo, iba despejando la conciencia, y con el cuerpo todavía tibio, me dispuse a escuchar/hacer la oración de la mañana. No hay mejor antídoto para la pereza que el dejarse seducir por el diálogo con el Amado.  Escuchar, respirar, sentir, orar…momento único que susurra paz al corazón.

Una de las tareas que organicé para hoy fue la recopilación y organización de recetas que he ido acumulando (y atesorando) por mucho tiempo.  Confieso que una de las cosas que más disfruto, es cocinar.  Mientras iba estudiando una receta de galletas que pienso hacer mañana, pensaba en el tiempo que transcurre entre el desear un platillo, pensarlo, organizar los ingredientes, cocinar y esperar el tiempo exacto de cocción.  Es un tiempo en que vamos anticipando lo que vamos a degustar.  Y se me quedó fija esta palabra:  anticipar.  

Estoy segura que si algo fue difícil para San José, fue el descifrar realidades confusas.  Y por eso su fe necesitó, como la nuestra, de dirigir su mirada hacia las cosas últimas, desearlas, imaginarlas, porque tenía una necesidad profunda de anticipar, de degustar lo que sería su destino final.

Vivir los acontecimientos de mi vida con esperanza me hacen anticipar desde ya, aquí y ahora, el sueño de Dios sobre mí.  En medio de un presente roto por la incertidumbre, por el temor y orillado de impotencia; se acentúa mi deseo por anticipar el final de todo esto.  

Y sueño como José, con la Voluntad de Dios.  Vivo mi presente como anticipación utópica del mundo fraterno al que he sido invitada.  Y esta degustación está enmarcada en la cotidianidad de la vida, en las cosas sencillas que me hacen ensanchar espacios de escucha, de apertura, de donación.

Anticipar la puesta en común de ideas y esfuerzos, en la búsqueda de soluciones a la pandemia que estamos enfrentando.  Anticipar la fuerza de la comunidad. Anticipar el eco de la Palabra entre nosotros.  Anticipar la alegría, la fraternidad, la inclusión, la comunión.  Anticipar un mundo de armonía y de paz.  Anticipar mi conversión. Anticipar mi felicidad, que en definitiva, es el sueño de Dios sobre mí.

Para esto necesitaré, como para la preparación de mis galletitas mañana, organización, paciencia, dedicación, cuidado y sobre todo:  confianza.  Confiar en que el cumplimiento de la Voluntad de mi Padre se realizará en mí y será por mucho, mejor que lo que anticipé.

En la tarde, el rato de reflexión y el celebrar la Eucaristía recordando a San José, me confirmaron que tenemos la dicha de contar con tantas personas, que como él, en medio de sufrimientos, de situaciones incomprensibles, supieron anticipar y degustar a Dios en su historia personal.

Mañana, pensaré, desearé y prepararé mi receta, en la confianza de que la casa se llenará de ricos aromas que me harán anticipar unas ricas galletitas.

¡Ya les contaré cómo me quedaron!

6 comentarios:

  1. Muy bonito mensaje amiga. Y de seguro esas galletas serán las mejores. Así es la vida , vamos trabajando día a día en nuestra receta para perfeccionarla y darle un rico sabor. Tqm. Bendiciones!!!

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  2. Muy bonito mensaje amiga. Y de seguro esas galletas serán las mejores. Así es la vida , vamos trabajando día a día en nuestra receta para perfeccionarla y darle un rico sabor. Tqm. Bendiciones!!!

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  3. Cuando volvamos a encontrarnos nos vas a hacer galletitas, ¿verdad? Gracias querida Nancy. Abrazo!

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  4. Hermoso mensaje, hasta me anticipé con el aroma de las deliciosas galleticas. Y más aún, con la felicidad de ese día memorable de reencuentro, en ambiente divino, con San José y mi amada madre, Josefina.

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