20 de marzo de 2020

Quinto día de la cuarentena.

Ya está por terminarse el quinto día de la cuarentena.  Y como dije el día 1 de este tiempo “especial”, intentaré expresar por aquí, lo vivido durante mi día, antes de ir a la cama.

Hoy, fue un día tan “normal” como distinto del resto de la semana.  Me levanté relativamente temprano y luego de llamar a casa de mis padres y desayunar; comencé a organizarme para preparar las galletitas que les comentaba ayer.  Y sí, es verdad que llevo días pensándolas y anticipando lo que iba a disfrutarlas.  

Al repasar la lista de ingredientes: ¡sorpresa: falta uno! Tengo dos opciones:  abandono la cuarentena, para ir al supermercado a comprar lo que me falta, o sencillamente, me olvido de las galletitas.  Pues, como imaginarán, decidí lo segundo.  Si algo tengo claro, es que la vida es un constante ejercicio de hacer opciones; siempre desde la libertad.  Estoy segura que hice lo correcto por responsabilidad y por mi convicción de que es lo único que está en mis manos hacer ahora, en este esfuerzo de frenar la cadena de contagios del coronavirus.

Pero, aunque no hubo galletitas, mi casa, en mi empeño de endulzar las horas, quedó a media mañana, preñada de almendra.  Los aromas fueron tan persuasivos que, le pedí a mi “amiga”  Alexa (maravilloso aparatito electrónico) que nos acompañara con música suave y juntos, la harina, la azúcar, leche, etc., Alexa y yo experimentamos un místico momento.  Momento mágico que se tronchó como mis cupcakes.  Nunca los había preparado, pero sí los he comido (y bastante) y tan pronto los ví me dí cuenta que no lucían como los que compro en la panadería.  No habían subido elegantemente, sino que habían optado por asomarse muy tímidamente. Bueno, son mis primeros cupcakes.  Eso sí, quedaron muy sabrosos.
Mientras los preparaba, experimenté un poco de impaciencia porque además de que ciertamente el proceso toma tiempo, también es cierto que el esperar es una de las acciones más retantes para nosotros en estos días.  Y de pronto recordé un cuentito que leí en alguna ocasión en una revista.  

Resulta que un hombre, en un momento dado de su vida, pasó por una crisis muy fuerte.  Decidió retirarse de todo y de todos y se encerró en un cuarto en donde solo tenía sobre una mesita, un teléfono y una biblia.  De cuando en cuando abría la biblia y cuando encontraba un nombre raro, marcaba un número cualquiera y decía: “¿Por favor, podría hablar con Ezequiel?”, o “Póngame por favor a Don Malaquías”.  Hasta que un día, llamó y preguntó: “¿Está Dios?” y alguien le contestó: “No.  Salió a pasear el perro”.  Y desde ese día, el hombre está esperando a ese Dios que salió a pasear su perro y que todavía no ha vuelto.

Al recordar este cuento, me vinieron a la mente muchos rostros de personas que viven con la imagen de ese Dios que anda de paseo y ausente de sus vidas.  Y no hay peor sensación de desamparo que el no sentirse amado ni acompañado. Es bien duro pensar que nadie cuida de nosotros, y que Dios sufre un tipo de amnesia que pasa frente a nuestra casa y lo sigue de largo.  

Tristemente sé que hay personas que se sienten así.  Sufren y mucho. Personas que en su día se encontraron con el Dios del Amor y estrecharon fuertes lazos, pero que, al enfrentar la crisis, se debilitan los recuerdos de la intimidad vivida con el Amado y caen en la tentación de repetir como Jeremías en su momento: “Me desperté, miré, y me pareció un sueño feliz…”(Jr 31,26).  Y llegan a pensar que su esperanza se había apoyado en sueños fugaces.  Creo que esto se ve reflejado claramente en el lenguaje que utiliza hoy, el profeta Oseas: “Vamos, volvamos al Señor.  Porque él ha desgarrado, y él nos curará; él nos ha golpeado, y él nos vendará.” ¡Qué mucho sentido cobran hoy estas palabras!

Esperar, esta es la palabra de hoy.  Y pude constatar que para algunos esta espera de “buenas noticias” les está causando ya, mucha ansiedad.  Están instalándose en añoranzas y es bien importante estar atentos, porque pudiera ser que tan cerca como un vecino nuestro, esté borrando las imágenes de ese Dios que le ha estado acompañando en todo su camino.  Es posible que vayan desdibujando en su corazón, las experiencias de amor vividas y estén en actitud de éxodo.

Si es mi responsabilidad quedarme en casa estos días, también lo es, el alargar la mirada para reconocer a quien pudiera estar viviendo con esperanzas adormecidas e intentar sacudirles la memoria del corazón.  Ayudarles a retomar el camino, a rehacer su carnet de identidad y redescubrir de Quién somos hijos.   Es mi deseo, creo que también mi responsabilidad.  Me siento llamada a ello, aunque no sé si lo lograré.

A las 9:00 de la noche, cada noche, en mi teléfono suena una alarma que me avisa que esté alerta, que salga de mi letargo; que debo estar en casa. Me gustaría poder ser alarma para esos al que la espera les está agobiando tanto y alertarles de la Noticia gozosa que el Dios que ha estado paseando su perro, ha regresado y se ha instalado en nuestra casa y se ha sentado a la mesa. ¡Y nos ha invitado a comer un cupcake!

7 comentarios:

  1. Tu cuarentena es maravillosamente acompañada. ¡Qué bien nos hace leerte! Abrazo!

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  2. El estar encerrados en casa nos mueve muchas veces a fijar nuestra atención en nosotros mismos, en lamentarnos por nuestra limitación temporal de libertad... y como dices, deberíamos aprovechar la oportunidad para detener nuestra mirada en los demás para descubrir cómo acompañarles y apoyarles en sus necesidades

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  3. Al estar en casa puedo experimentar la misericordia del Señor en mi vida. Porque éste período no lo vivo sola, sino más bien en su compañía. Una familia a quién amar y cuidar. No cabe duda, el Señor sigue estando grande. Mi oración a cambiado.

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  4. De alguna manera, estoy seguro, que esos cupcakes sacudieron la memoria del corazón de los que lo probaron y más aún, de los que se lo imaginaron.

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  5. Nancy Nuestro Señor, nos está hablando atraves de ti... amen en estos momentos son palabras de paz y relajación
    Los cupcakes te quedaron espectaculares.

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