27 de marzo de 2020

Día # 12 de la cuarentena

1:00 de la tarde.  Una plaza inmensamente vacía, habitada solo por un abismal silencio.  Pebeteros que danzan armoniosamente bajo una insistente lluvia.  Fuego y agua:  Vida y alianza bautismal…

De momento, se atisba la sombra de un hombre.  Camina lentamente y con dificultad, como si cada célula del cuerpo sucumbiera bajo un enorme peso.  La silueta se va develando mientras avanza.  No va cubierto; como si agradeciera cada gota de agua que iba bendiciendo su cuerpo.

El mundo entero se paraliza.  

Se rompe el hueco adormecido de la noche con la súplica del hombre…”que Dios nos mire como Padre”. Imposible de encontrar palabras más persuasivas para Aquel de quien somos obra de sus manos.  Son el eco universal que se aglutina en la garganta de este hombre santo que hoy ha querido darnos voz desde un corazón herido de amor.

Al despunte de la Palabra, Francisco hace vibrar las fibras más íntimas de todos los corazones que protagonizamos esta hora santa. Fue una extraordinaria homilía, a la cual no encuentro modo de describir. ¡Fueron palabras tan hermosas, tan sabias, tan profundas, tan cercanas, tan humanas, tan de Dios! Considero que es una verdadera joya que debe guardarse como tal y leerla y releerla, orarla y meditarla.

No puedo señalar predilección por algún trozo de la homilía, porque en cada palabra, en cada verbo, en cada acento, sentía fusionado el corazón con el Papa y con toda la humanidad. Ha sido la auténtica rendición ante el Amado.  

Me he sentido literalmente en esa barca, con Jesús y con Pedro; quien reconoce en Francisco, su sucesor, el grito de dolor de una humanidad sufriente.  Rendición,  súplica…amor.

Al terminar la homilía, continúa la oración.  No soy capaz de describir lo que provoca en mí, la imagen de Francisco ante el Cristo Crucificado y la Virgen Madre.  Hay encuentros que no se pueden retratar porque hay una fuerza interior que conmueve insinuando un algo mucho más profundo de lo que se ve. Confianza, filiación, amor...

Llega el momento del encuentro con el Mayor Amor.  Ante la presencia del Amado, la desnudez del alma…

En un solemne momento, todos los cristianos del mundo han aceptado la milenaria invitación: “Fijos los ojos en Él…”

Junto a cada pedacito de Iglesia viva en toda la tierra, se fue ofreciendo en espiral salmodia, la más profunda y hermosa alabanza al Amor de los Amores.  Oración, alabanza…amor.

El tañido de las campanas irrumpe el sagrado silencio.  Es el mismo Jesús quien va a nuestro encuentro; quien tiene urgencia de acariciar, de consolar, de echarse a nuestros brazos y gritarnos:  ¡“No temas, Yo estoy contigo”!...  Alegría, comunión, Amor.

“Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú nos cuidas” Papa Francisco

No hay comentarios:

Publicar un comentario