17 de marzo de 2020

Segundo día de la cuarentena


Hoy, el Señor me concedió el regalo de poder iniciar este segundo día, orando junto a mis hermanos Claretianos a través del Proyecto “Nos quedamos contigo en casa”.  Ha sido una tremenda iniciativa que han preparado los Misioneros de las Parroquias Claretianas Solidarias de Bayamón, para este tiempo de cuarentena y que difundirán a través de las redes sociales, tal como lo haría hoy día Claret (utilizando todos los medios posibles).  El Proyecto tiene 3 momentos diarios, la oración, una reflexión y/o formación y la celebración eucarística.

Acompañada por la voz del P. Luis Enrique fui deshojando mi cuerpo de perezas y cansancios y despertando el alma a lo trascendente. Fue un momento de profunda comunión donde el Dios de la Vida me saludaba con infinita ternura a través de “La oración de la mañana”.  Fue un rato de oración profundo, tranquilo y verdaderamente muy bonito.

Luego de este excelente inicio de día, me ví obligada a salir de la casa.  Tuve que visitar una oficina médica y una farmacia junto a mi hermana por motivos de salud de nuestra madre. 

Fue muy extraña la sensación que sentí al salir afuera cuando la brisa paseó sobre mi cara.  Pareciera que experimentaba nuevas sensaciones y me sentí liberada, contenta. ¡Qué curioso! Fue caminar los mismos pasos, el mismo tramo desde el elevador hasta mi carro en el estacionamiento y me sentí estrenando huellas. ¿Será que la ausencia de apretadas agendas me concede una nueva mirada?

En la mañana: dos escenarios sorprendentes.  Al llegar a la oficina médica, encontramos portones y puertas cerradas.  Pacientes esperando de pie afuera de la oficina y mirando constantemente por el cristal de la puerta a ver si lograban observar algún movimiento que indicara que había vida dentro de aquel lugar.  

Luego de varios intentos, se dibuja finalmente, una mujer con todo su cuerpo perfectamente cubierto a la que solo se le percibe el miedo a través de sus ojos.  Las instrucciones muy claras: solo podía entrar una persona a la vez, a la que prácticamente se le lanza a considerable distancia una mascarilla y un par de guantes. Escena que jamás hubiera imaginado yo que presenciaría.

Luego, la siguiente parada:  la farmacia.  Un panorama totalmente distinto.  El local abarrotado de gente. Adultos, jóvenes y ancianos.  Entré libremente y sin ninguna restricción.  Me dirigí de inmediato a la parte posterior de la farmacia para entregar la receta. Una fila bastante larga donde una cinta adhesiva en el suelo nos iba colocando a una prudente distancia entre unos y otros.  Me pareció una excelente medida de prevención en favor de evitar un posible contagio.  Pero la línea iba paralela a la góndola de efectos escolares, y constantemente venían en búsqueda de carpetas, lápices de colorear, plastilina…signo de la necesidad de los padres de tener ocupados a los niños en casa durante estos días.  Y ¿qué creen?  ¡Las personas se saludaban, conversaban entre ellas y con los que estábamos en la fila de las recetas, con toda la cercanía y naturalidad del mundo! Es que de verdad era para reírse. 

Luego de unos largos 45 minutos, pude entregar la receta la que por supuesto, no la despacharán hasta mañana.  El farmacéutico, no llevaba ni mascarillas ni guantes.  Y me pidió firmar la receta con el mismo bolígrafo que habían firmado todas las personas que habían ido antes que yo y que continuarían firmando todos los que vendrían después de mí.  A este punto confieso, que descubrí las “desventajas” de estar bien informados sobre las cosas que NO deben hacerse si queremos evitar contagiarnos y/o contagiar a otros.  En fin…estamos aprendiendo muy, muy lentamente…

Al salir, diviso botellas de agua y aprovecho para comprar algunas. Al dirigirme a pagar: ¡sorpresa! Me encuentro con una fila de personas común y corriente, algunas conversando, otros compartiendo entre ellos sus miedos, preocupaciones y sobre todo su molestia  por no poder salir en las noches por el toque de queda que “este gobierno les ha impuesto, caprichosamente”.  Allí no había cinta adhesiva en el suelo, no había distancias guardadas, había total ausencia de guantes, de hand sanitizer, de mascarillas.  Dentro de la misma farmacia, estaba en un mundo completamente “normal” y distinto al área de recetas.  Y no decir de las  5 personas que esperaban un poco alterados porque no entendieron el que no se les vendiera boletos para jugar el Pega 3…una escena completamente normal.

Luego de estar un rato en la casa de mis padres, regreso a mi casa.  Comienzo a organizar pendientes y hago un alto para escuchar “En comunión contigo”, del Proyecto Claretiano que ya mencioné al principio. Ahora es el P. Héctor quien, a nombre de la comunidad, se hace cercano con palabras esperanzadoras que van animando y despejando miedos e inseguridades.  Sus palabras nos va empoderando de fuerza, nos va orientando la mirada confiada hacia nuestro Padre y sobre todo, nos humaniza el camino, con serenidad. Una vez más, el corazón agradecido a Dios por hacerse tan presente a través de nuestros hermanos.

Continúo organizando papeles, viendo noticias y sacando tiempo para comunicarme con otros que al igual que yo se encuentran en este compás de espera.  La llamada de una entrañable amiga española me llena de mucha alegría.  Nos emociona a ambas, el descubrir la hermosa red que va tejiendo nuestra familia claretiana a través de tantos gestos. Darnos cuenta de la fuerte comunión que emerge milagrosamente entre nosotros, y que nos hace protagonistas de una hermosa historia de salvación; nos orilla a vivir desde un corazón agradecido.

Ya va cayendo la tarde.  A las 6:00 me conecto al Facebook y celebro la tercera parte del Proyecto: la celebración de la Eucaristía.  Ha sido para mí una experiencia totalmente novedosa.  Confieso que es la primera vez que veo de principio a fin una misa por internet. Pero no fue una misa ordinaria.  Fue muy especial; porque pude celebrarla junto a una comunidad de hermanos Claretianos que ciertamente son mi familia extendida. Fue un momento sencillo pero de gran apertura de corazón.

La Palabra, como siempre, se viste de primavera y me alegra el corazón.  Me siento animada, contenta, fortalecida.  Pero también, profundamente agradecida por estos hermanos que nos tienen siempre muy presentes y se preocupan y ocupan por servirnos y acompañarnos en todo momento.  Por supuesto que doy gracias a Dios por la vida de todos y cada uno de ellos.

Me consiento con una rica cena y sigo organizando gavetas.  ¡Cuántas cosas reencontradas!  Pareciera que he ido de compras porque muchas cosas me parecieron nuevas ya que había olvidado que las tenía.

Un rato más de televisión, con buenas y no tan buenas noticias.  

Los cielos se van despejando, las aguas aclarando, la contaminación bajando…parece que le estuviéramos realizando algunos injertos a nuestra Tierra común.  Nuevos pulmones que le permiten volver a respirar, nuevas arterias por donde el agua corre con mayor pureza, una nueva vida y digna.  

Se me hace difícil hacer una justa lectura de todo esto.  No sé si nos están queriendo decir que solamente cuando seamos capaces de detenernos y ayunar del desenfrenado consumismo, podremos coexistir en paz.  No lo sé, no lo tengo claro. 

Lo que sí tengo claro es que he podido terminar de escribir cómo ha sido éste, mi segundo día de la cuarentena.  Y no es tan fáicl...cuando lo pienso bien, ha sido un día bastante atípico, bueno, digno de una cuarentena.

Ya no escribo más.  Será hasta mañana, si el Dios de la Vida así lo permite.

8 comentarios:

  1. ¡Qué bueno leerte Nancy! Gracias, así nos sentimos acompañados. Abrazo! Syd

    ResponderEliminar
  2. Gracias querida Nancy. Eres una joya de la Iglesia.

    ResponderEliminar
  3. Me encanto!!! Gracias por tu vida que se da tanto a nosotros! Te quiero!

    ResponderEliminar
  4. Me encanta poder leerte en tus dias y en tu vida que sigue siendo compartida.... Un abrazo enorme desde Chile y desde nuestro hogar!!!

    ResponderEliminar