30 de marzo de 2020

Día 15 de la cuarentena

Hoy mi día inició temprano.  Antes de las ocho de la mañana se aspiraba ya el aroma del café que sigo preparando manualmente en mi colador de tela.  Es increíble el poder regenerador que tiene este elixir capaz de mitigar cualquier residuo de somnolencia.  Me llevé la taza de café al balcón que estaba bañado de luz.  La brisa ha menguado, vencida por un aire seco y caliente.  

Observo mis plantas y creo que uno de mis antulios está afectado por la tensión que estamos experimentando.  Lo he mantenido hidratado, le he hablado y acariciado como a sus plantas vecinas, pero se ha ido apagando poco a poco, y pareciera que le ha invadido una gran pena.  Sus hojas se han ido enrizando y buscando pegarse muy juntitas unas a otras como buscando consuelo, o tal vez, para darse fuerzas para morir.  Me da mucha pena porque me ha regalado muchas flores blancas muy hermosas y es aún joven.  Le he agradecido la alegría y compañía que me ha brindado, le he removido su tierra y colocado junto a un antulio más grande y de más edad que él.  Creo que se alegrará de sentirse bajo la sombra de uno de los suyos y así podrá desprenderse con menos dolor de sus raíces…

Luego, voy saludando a las otras plantas y quitándoles la basurita y las hojas muertas que se aferran a ellas.  Las riego, les hablo, y también les agradezco su presencia en mi pequeño balcón.  Ese espacio fuera uno muy frío e inhóspito sin ellas.  Me gustan mucho las plantas, pero por lo reducido del espacio son pocas las que puedo tener. 

Terminada la tertulia, escucho y oro la meditación que he recibido, hoy preparada por el P. Norberto, cmf.  Agradezco una vez más este gran regalo que con tanto esmero nos brindan los Misioneros Claretianos.  Realmente, me siento privilegiada de pertenecer a esta gran familia.

Al terminar, leo las noticias.  Veo con inmenso dolor el terror que sigue sembrando vertiginosamente la pesadilla llamada coronavirus.  Reviso los correos en la computadora.  Respondo cartas, escribo otras y también realizo unos trabajos pendientes.  

Como ya se ha hecho costumbre, recibo un mismo mensaje de varias personas casi simultáneamente. Es una situación que se ha convertido en una verdadera pandemia.  Los teléfonos están saturados de canciones, de mensajitos, de consejos, y de una amalgama de chistes que superan cualquier expectativa que tuviéramos sobre la creatividad de algunos.  Y ni hablar de la gigantesca comunidad de doctores sin título que se pasan grabando videítos para explicarnos de mil formas distintas, los peligros del coronavirus.  

Al final, queda una agotada de tanta hiper-información.  Decido cerrar la computadora, apagar el teléfono y recostarme un poco.  Pero recibo un fuerte rechazo de mi cama, sacudiéndome con un movimiento de magnitud 4 en la escala Richter.  Hacía mucho tiempo que no sentía esta sensación que a pesar de ser poco duradera, no deja de asustar. Hace ya varias semanas que no habíamos tenido temblores, al menos, sentido en casa.  Rápidamente pensé en la gente del sur y le pedí al Señor que no fuera éste, el inicio de un nuevo ciclo de temblores. 

Pasada la impresión, sentí la necesidad de volver a intentar descansar y así lo hice.  Sentía como un viejo y pesado cansancio inapetente que ignoró los horarios y me dejó varada en el cuarto por varias horas.

Recibo par de llamadas y vuelvo a conectarme con ese mundo exterior del que pude escapar por un buen rato.  Son personas queridas que al igual que yo se encuentran viviendo este tiempo fortalecidas en la fe que profesamos y la confianza en que la Luz siempre vence las tinieblas.

Fue inevitable mencionar que la próxima semana será la Semana Santa.  Un amigo me escribía el otro día, diciéndome que no podía creer que este año estaría en su casa durante estos días.  Me comentaba entonces que, le parecía muy duro el tener que esperar nuevamente un año más para poder celebrar la Vigilia Pascual. Le expresé que sí vamos a celebrar la Semana Santa, que no tenga la menor duda. Pero ciertamente será una muy distinta a las vividas hasta este momento.  

El domingo, colocaremos sobre nuestras puertas algunas hojas o ramitas en señal de nuestra identidad cristiana.  No serán menos simbólicas o significantes que las que puse el pasado año. Y ya luego, estoy segura que, día a día, iremos descubriendo modos diversos de celebrar los misterios de la muerte y pasión y de estar en comunión con toda la Iglesia en esta Semana.

Por mi parte, no quiero detenerme a pensar, ni mucho menos lamentar, lo que no “viviré” este año. Ciertamente que será una dolorosa novedad el no poder celebrar con mi comunidad el camino recorrido durante esta cuaresma. El no poder entonar el Aleluya con la fuerza y la alegría acumulada en los pulmones y en el corazón con los míos, el no emocionarme al punto de las lágrimas al escuchar el Pregón Pascual, el no recorrer con otros, a través de la Palabra esa valiosa historia de salvación;  el estar sola, en una Vigilia Pascual… será verdaderamente muy duro. 

La próxima semana sí será la Semana Mayor y seguramente la celebraremos con mayor conciencia que nunca.  Y sentiremos realmente el peso de la cruz, con el sufrimiento que llevan hoy tanta gente.  Encontraremos el Gólgota en cada cama donde esté un agonizante, y cada pérdida humana será un gran latigazo.  Pero, en la cruz gloriosa y junto a toda la humanidad, habrá un Cristo sufriente que se volverá a entregar…pero Resucitará y sí celebraremos Pascua.

2 comentarios:

  1. Sera una Pascua que nos unira como bien dices a la Pascua de tantos hermanos. Y quizas seamos nosotros su unica voz que grite al Padre con el amor de Jesus ¿porque nos has abandonado?

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  2. Seremos la Madre y el Hijo que permanecieron al pie de la Cruz dejándoles saber nuestro amor y lo vivido en esta cuaresma, Seremos su familia universal aceptando nuestra fragilidad pero esperanzados que viviremos la Pascua. Desde que ví la posibilidad que no íbamos a estar juntos celebrándola pensé que la tristeza que siento muy fuerte a veces, me arrancaría un pedazo muy grande de mi alegría. Extrañaré profundamente estar con mi comunidad y ya estoy llorando.

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