6 de abril de 2020

22 días de cuarentena...


Anoche fue en realidad, una muy larga.  La lluvia me empujaba a acompañarla desde mi balcón.  El sonido de las gotas cayendo sobre la cortina y el espejismo de luces a la distancia rompían el sordo silencio que se iba creciendo dentro de mí.

Es la primera vez que presencio esta imagen…ni siquiera luego del huracán María; porque para entonces, las calles y montañas estaban hundidas en sepulcral oscuridad.  Ahora, por el contrario, la cuantiosa cantidad de luces que se alfombran a mi vista, me convidan a parpadear su fiesta.

Permanecí varias horas en mi balcón.  Acompañada por mis plantas y mis pensamientos.  Asaltada de vida, privada de sueño. Y así, recibí las 2:00 de la madrugada…

Hoy, la levantada fue difícil ciertamente, pero no hay nada que no componga una buena taza de café.  En mi balcón, había cambiado el paisaje.  Nuevamente la veloz carrera de los carros, la soledad del centro comercial y el solo sonido de las palomas, me recordaron mis 22 días de cuarentena.

Llamo a mis padres, con la usual dosis de amor y paciencia.   Luego de 88 años de generosa entrega, es muy difícil un ayuno de besos y abrazos.  Han sido contagiados de la impaciencia que mina su capacidad de sonreír.  Si no fuera por la profunda fe que ambos profesan, y el eterno rosario en las manos y en los labios de mi madre…sería otra la historia.

No quiero ver el periódico ni las noticias por internet, no en la mañana.  Derramo papeles sobre la mesa y me siento a trabajar un rato, entre pasajes que cancelar, informes que preparar y correos que responder.

Mientras tanto, me va sorprendiendo el aumento de ruido en la calle. Salgo al balcón y ciertamente, hay muchísima más gente que unas horas atrás.  En fin, que termino buscando noticias para ver si me enteraba de alguna novedad. Y bueno, que la gente se ha tirado a la calle (al menos los que su tablilla terminan en números pares) porque han anunciado que no habrá supermercados abiertos a partir del miércoles.

¡Tremendo caos que se ha formado! En las redes sociales, las filas eran tan kilométricas como la desesperación de la gente.  Horas enteras esperando poder entrar para satisfacer sus necesidades.  Un desfile de mascarillas y guantes saturados de miedo e impotencia.

Termino en la cocina pasando inventario para ver cuántos días más puedo extender la salida que tanto he esquivado.  Creo que ha llegado la hora 0 y tendré que sumarme a la extensa fila que haré, como todos, llena de miedo.

Al fin decido sentarme un poco a serenar el espíritu, que estamos en lunes santo y no se me puede olvidar.  ¡Es lunes de Betania! ¡Cuánto me emociona esta escena!  Una cargada de símbolos, de entrega, de humildad, de amor, de fragancia.

Estas dos mujeres, Marta y María tan famosas en la historia de Jesús, tan emblemáticas y tan sugerentes.  Vidas paralelas, heridas de amor, que luego de haber abrazado juntas el dolor, se han fortalecido sus vínculos entre ellas y Jesús.  Han abierto la puerta del agradecimiento y se han vaciado de todo para entregarse a Jesús y a los demás.

Marta sigue igual de afanosa, sirviendo y cuidando que no falte nada en la mesa.  María, como siempre a los pies del Amado.  No hay palabras, solo entrega, devoción, cariño, generosidad.  Ambas se han sentido amadas primero por Jesús y ahora son ellas las que se desbordan entre mil detalles.

Estoy convencida que los verdaderos amigos son aquellos que nos hacen crecer, querer y creer.  Crecer como personas, querer ser mejores y creer en el otro.

Marta ya no exige la ayuda de María.  Entiende perfectamente el hermoso y significativo gesto de su hermana. Percibe la ternura que se ha enraizado en su corazón y lo acepta y se alegra por ello.  No se siente desplazada, ni entra en competencia con María.  Simplemente se permite ser coherente con ella misma.  Y es a través del servicio que sabe responder al amor recibido.

Veo a Marta planificando esta celebración, pendiente que no falte ningún detalle.  El mejor vino, y una rica cena.  Ha elegido el mejor mantel y se ha asegurado personalmente de que todo estuviera inmaculado y perfecto.  ¡Tanto tiempo de vida compartida con los discípulos y ninguno se había tomado la molestia de preparar un banquete así al Maestro!

María, extiende su mano para tocar los pies de Jesús, dejando fluir sin temor alguno, toda su ternura con tanta fuerza que llegará hasta el corazón mismo del Amigo.  Se ha abajado, se ha inclinado, se ha encorvado, y se ha puesto a los pies de Jesús.  ¿No les recuerda el lavatorio de pies?  Jesús se abaja, se encorva, y en silencio toma los pies de sus discípulos. 

María no escatima en derramar un costoso perfume sobre los pies de Jesús.  En la última cena, es Jesús mismo quien vierte su vida sobre los demás…

Hoy, en mis 22 días de cuarentena, y en mi oración, he pedido al Señor que transforme mi casa en Betania, con Jesús, con Marta y María y que me conceda el don de saber cómo agradecer con el corazón.  Porque es lunes santo, y puede ser que Jesús, antes de llegar al Calvario quiera detenerse en casa.

4 comentarios:

  1. Leerte reconforta el alma. Muchas gracias, Nancy.

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  2. Gracias, nos hace reflexionar mucho sobre esta nueva semana santa. Esperando q en casa tengamos verdaderamente la presencia de Jesus

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