25 de abril de 2020

A los 41 dias de mi cuarentena...

Un sábado más en este tiempo de cuarentena…

Aunque es sábado, hoy no hubo pancakes ni desayuno en el balcón.  Estuve en el comedor de manera muy ordenada, como hacía ya muchos días que no hacía.  No me apetecía colocar la pequeña mesita afuera.  Desde ayer han comenzado a circular muchos carros y a toda hora, como si hubieran levantado la cuarentena.  Inclusive a esta hora, poco más de las 11 de la noche, escucho una y otra vez, el chasquido de las llantas sobre la asfaltada calle del frente de mi casa.  Ha estado lloviendo de modo intermitente durante todo el día y hay charcos de agua acumulados por toda la avenida.

No comprendo por qué ha aumentado el tráfico.  De hecho, en la tarde, cerca de las 4:00, y en medio de un gran flujo vehicular, pasó una caravana de motoras.  ¡Sí! Llegué a contar 20 y se me quedaron muchas sin contar.  Iban con su acostumbrado ruido ensordecedor y parecía más bien caravana de quinceañera.

Me he sentido muy extraña con algo tan ordinario.  Creo que el estar tanto tiempo disfrutando de la quietud en las calles; me ha atrofiado la tolerancia al ruido excesivo.  Habrá que ver cómo nos va cuando regresemos a la “normalidad”.

Hoy, recibí una llamada de un buen amigo, desde el Perú.  En una conversación algo sorpresiva y reveladora, se fueron enhebrando sueños, que fueron dando largas puntadas a nuevos proyectos.  La vida no deja de sorprenderme y siempre hay un tarrito de chispas guardado para deslumbrarnos cuando menos lo esperamos.  Al terminar la llamada, quedé con muchas interrogantes y dudas pero, confiada en que el viento, que hoy he sentido de un modo literalmente fuertísimo en mi casa; va llevando el velero a puerto seguro.  Y yo, me dejo llevar.

En la tarde, el teléfono volvió a sorprenderme.  Esta vez, la llamada no era para mí, aunque la persona que estaba al otro lado del teléfono nunca lo comprendió.  Era una mujer, que se identificó como Ana María.  Me llamaba para agradecer el regalo que le había hecho llegar.  Hablaba a borbotones, muy contenta y desde un corazón agradecido.  Le expliqué varias veces que se había equivocado de número telefónico.  Al final, entendió.  Pero lo increíble fue escucharle decir que me agradecía que la había escuchado con tanta paciencia porque ella no tiene con quién hablar.

Es la experiencia que viven a diario muchísimas personas en este país.  Mucha gente sola, que no tiene con quien compartir un pensamiento, una preocupación, una vida.  Y debe ser difícil, porque la mayoría de estas personas se encuentran en el proceso de ir pasando de las expectativas a las esperanzas.  Se pueden tener expectativas cuando se puede proyectar, planificar, organizar ciertas cosas prácticas.  Pero muchas veces ese proceso se torna un poco desconcertante porque se van perdiendo las fuerzas y la realidad va menguando las expectativas.  

A muchos les llega el tiempo de jubilarse pero también les llega el parkinson, las cataratas, el cáncer.  Se ven imposibilitados de realizar lo que habían planificado por muchos años.  La vida gira en torno a citas médicas, laboratorios y medicamentos.  La frase “ten cuidado” se vuelve en slogan permanente. Ten cuidado al cruzar la calle, ten cuidado cuando vas manejando, ten cuidado al bajar las escaleras, ten cuidado de no caerte, cuidado con el azúcar, con el colesterol….todo el tiempo le están repitiendo que tienen que cuidarse; cuando en realidad muchas veces hay que cuidarlos porque ellos no pueden hacerlo ya por sí mismos.

Llega el cansancio, la enfermedad y para muchos, la depresión.  Es entonces que solo la esperanza les dará fuerzas para vivir esta etapa de su vida con dignidad, con paz y también con alegría.  La esperanza que es la certeza de sabernos peregrinos de este mundo.  Sentirnos en todo momento y bajo cualquier circunstancia acompañados y amados.  Tener la memoria del corazón para recordar siempre el Amigo que nos ha ido acompañando en el camino, que ha ido preocupándose siempre por nuestras cosas y que al final del día termina siempre sentado en nuestra mesa.

El tema de la vejez es uno muy complejo que no queremos encarar.  Nacemos, nos enseñan a caminar, a comer, a hablar, a crecer, pero no a envejecer.  Y vamos cruzando el umbral de la vida sin manual ni guía que nos vaya indicando los pasos a seguir. La mayoría de las personas ha envejecido creyendo que están hechos para hacer cosas y al no poder hacerlas, sienten que han perdido el sentido de su vida.  No han ensayado el “ser”, y cuando solo les queda serlo…se frustran.

Se salvarán de esta tragedia los que les acompañe la sabiduría de conocerse desde su relación filial…de haber descubierto el Abbá cuando vaya declinando el día…

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