26 de abril de 2020

A los 42 días de mi cuarentena...

Tercer domingo de Pascua...
Me parece increíble que ya estemos celebrando el tercer domingo de este hermoso tiempo pascual.  Si por un lado siento que llevamos muchísimo tiempo de cuarentena, no es menos cierto que me parece que fue ayer que celebré la Vigilia Pascual  ¡Paradojas del tiempo!

Hoy me llevé la sorpresa de recibir varios mensajes donde me expresaban que les había gustado que tocara ayer, el tema de la vejez y me pidieron que lo comentara más a menudo.  En realidad, no fue mi intención hacerlo y como ya  comenté ayer, ese tema es uno complejo.  Y bueno, una cosa es saber que tengo más pasado que futuro, y otra muy distinta es que sea una experta en la materia.

Sí confieso que es un tema que me viene haciendo ruido fuertemente desde hace ya varios años.  Pienso que sería muy saludable y sensato el poder prepararnos a esta etapa de nuestra vida como lo hacemos para todas.  De niños nos preparamos para la adolescencia, luego para ser jóvenes, jóvenes adultos y adultos.  Y punto.  Es como si asistiéramos a la escuela hasta cierta edad y luego, te gradúan y te lanzan; sin ninguna experiencia previa, a terminar tu educación en casa, tipo “home schooling”.  A diferencia, de que los maestros seremos nosotros mismos, sin manuales, sin repasos, sin prácticas, solo y sencillamente nos expondrán a tomar los exámenes.

Y ya sabemos las consecuencias de esto. Tenemos estudiantes buenos, otros no tan buenos y algunos aventajados.  Creo que tiene mucho que ver con nuestra actitud.  Una de las cosas que veo con frecuencia en algunas personas que van envejeciendo, es el apego a las cosas.  Puedo entender que es una manera de continuar aferrados a lo tangible, a la materia, a la “vida”.  Además las posesiones, les hacen sentir “dueños de”.  En otras palabras son cosas que están bajo su dominio y control y eso suena a fuerza y a primavera.

Sin embargo, desde un poco lejos aún, pienso todo lo contrario. Creo que cuando crecemos en pobreza, y no me refiero a la ausencia de bienes básicos para vivir; sino el no estar apegado a las cosas accesorias; es cuando seremos más ricos y llevaremos una vida más libre y por consecuencia, más feliz. 

Hay una anécdota de Eduardo Galeano, que leí ya hace muchos años.  Si no la recuerdo mal iba así:  Hay unos indios que vivían en la isla de Vancouver que celebraban unos torneos para medir la grandeza de los príncipes.  Estos competían destruyendo sus bienes.  Echaban al fuego sus canoas, su aceite de pescado y otras cosas.  También echaban al mar sus mantas y sus vasijas.  Ganaba la competencia el que se despojaba de todo.

Y mientras escribo esto, me viene a la mente ese texto que aparece en la Biblia sobre Jacob.  Dice que (creo que está en el Génesis) se quedó solo sin nada, ni mujeres, ni ganado, había perdido todo lo que había recibido primero como bendición y pasa toda una noche peleando con un personaje desconocido que supuestamente al final, resultó ser Dios.  En medio de esa lucha, pasada ya la noche, Dios le pidió en un momento dado que lo soltara y fue cuando Jacob finalmente lo suelta, que recibe la bendición y el nuevo nombre de Israel.  

¡Recibió la bendición cuando soltó! ¡Qué maravilla!  Al recordar la anécdota de Galeano, recordé este texto bíblico.  (por donde quiera que dejamos una rendija abierta…se cuela el Soplo…)

Soltar, me gusta esta palabra…me resulta refrescante, liberadora.

Soltar el afán de liderar, el deseo de tener siempre la razón, soltar mi egoísmo, la constante preocupación por la eficacia.  Soltar el deseo de la perfección de las cosas, de aferrarme a ideas y proyectos.  Soltar para liberarme, soltar para empobrecerme de mí, y enriquecerme de Él.

Como no he encontrado todavía una escuelita para la vejez, quiero ser autodidacta.  Preocuparme y ocuparme de prepararme. Pero sobre todo, lograr preparar una buena planificación que pueda compartir con todo el que desee aprender a envejecer serenamente, con paz y alegría; con la dignidad que me ha dado Abbá, como hija de Dios.

Confío que con Su Ayuda lo lograré porque me despojaré de todo, menos del Amor.  Y no sentiré miedo porque no tendré nada que perder. Desposeída de todo, completamente desarmada, habrá suficiente lugar para ser ocupado por la verdadera Vida.  Y no será el fin de mi historia.  Será el comienzo de un tiempo nuevo donde todo, absolutamente todo, será posible.

3 comentarios:

  1. Gracias en esto estoy aprendiendo a vivir mi inicio de la 3a. Edad, Bendicio es

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  2. El Señor me ha ido descubriendo que ese despojarse (desapego de todo) es lo que la Sabiduría de nuestra milenaria Iglesia aprendió de su Señor: "la pobreza evangelica". Ese desprendimiento por el que nos va metiendo inexorablemente la Vejez parece la bendición que Dios ha dispuesto para hacernos pobres de todo, hasta que seamos capaces de encontrar el secreto de la vida: entregarlo todo por amor para vivir de la absoluto Don del Amor, que es Dios mismo.

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  3. Es exactamente lo que nuestro Maestro le pidió al joven rico. Déjalo todo y síguele! Solo así encontraremos la verdadera paz y felicidad! En ese intercambio salimos ganando. ��

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