27 de abril de 2020

A los 43 días de mi cuarentena...

Hoy inició una nueva semana de este tiempo especial de cuarentena.  Luego de un rápido desayuno comencé a trabajar (por supuesto, desde casa) y la mañana entera transcurrió en medio de análisis, números, informes y reuniones telefónicas.  Temprano en la tarde continué con los trabajos que fui alternando con algunas llamadas, las que se necesitan hacer, a mis padres, hijos, familia…y también a personas que necesitan escucharnos y a otros que necesitamos nosotros escuchar.

En la noche, otra reunión.  Esta vez por Zoom; bendita plataforma que se ha coronado en estos días, y no precisamente con el temible virus que nos ha mantenido confinados en nuestras casas, desde hace ya hoy,  43 días.  Ha sido un valioso instrumento que nos ha permitido “encontrarnos” y poder vernos y escucharnos de modo virtual.  Estos programas u otros parecidos, jamás podrán sustituir la riqueza de un encuentro personal.  Donde podemos mirar al otro a los ojos y no a través de una pantalla de computadora o teléfono.  Un encuentro donde nuestra mirada, nuestras manos, todos  nuestros gestos van transparentando lo que el corazón va pulsando con cada sílaba de nuestras palabras.  Definitivamente, no es posible sustituir esta experiencia, pero, al menos, esta tecnología posibilita un encuentro que máxima las mínimas alternativas de encontrarnos que tenemos hoy.

Y ya muy tarde en la noche, un encuentro a través de otra de las redes sociales, con una persona que quería compartirme cómo ha estado viviendo este tiempo de cuarentena. Hablamos de sus miedos, de sus preocupaciones y también de las frustraciones que experimenta.  Siente mucha impotencia ante la realidad que le rodea y un alto grado de indignación.  Piensa que no está atendiendo el desesperado grito de los pobres que escucha día a día.  

Tenía necesidad de que le escucharan, no era necesario que yo le dijera nada…así lo entendí. Al final, me mencionó que recordaba algo que yo escribí en una ocasión, (2012)  tipo oración basado en el evangelio de Marcos 7,31-37.  Me pidió que se lo enviara nuevamente.  Lo busqué y se lo envié.  Y he decidido compartirlo por aquí también, porque me pareció pertinente y nuevamente hoy, lo volví a orar.  

EFFETÁ

Meditando nuevamente el Evangelio de hoy pensaba en la necesidad que tenemos todos de que el Señor nos imponga las manos, nos abra  el oído y nos suelte la lengua…

Que nuestra sordera quede anulada y seamos capaces de oír las súplicas, los gritos y también el llanto de tantos que sufren hambre, sed de pan; de justicia y de Amor.  Quiébranos los tímpanos para que podamos escuchar las voces de la miseria, de los presos, de los marginados, de los oprimidos, de los olvidados no de Dios, sino de nosotros mismos.  Que el Señor limpie nuestro oído para poder sintonizar con su Proyecto de Amor y entender y asumir nuestra postura ante esta escucha…Que podamos escuchar y expresar ¿qué quieres que haga Señor?

Pero también le pido a Dios que los pobres, los olvidados, los sufridos, pierdan su sordera para que puedan Escucharle a Él través de Su Palabra y a través de tantos hermanos y hermanas que les piensan, que les quieren, que se les acercan con gestos concretos y muy sencillos: en una visita, al compartir un café, un trabajo, una oración, una conversación; en donde se comparten los dolores, las penas pero también las alegrías y la Esperanza…

Que se caigan los muros del silencio,  ¡Ábrenos el oído Señor!

Suéltanos la lengua para que podamos hablar palabras de justicia, de caridad.  Que podamos transmitir un lenguaje nuevo, renovado, fresco, transparente, HUMANO, SOLIDARIO, FRATERNO.

Que podamos transmitir no nuestras palabras que a veces resultan tan huecas, sino Tus Palabras, esas que están cargadas de Verdad, de Fidelidad, de Amor.  Palabras que liberan, que transforman, que recrean, que dan Vida. 

Suéltanos la lengua Señor para que podamos hablarles de Ti de Tu Amor, de Tu Ternura, de tu Pasión por todos y cada uno de nosotros.  ¡Que seamos capaces de permitirnos una nueva comunicación, de estrenar nuevos diálogos, de construir grandes puentes que nos permitan acercarnos!

Igual te pido Señor que esas voces que hemos acallado también tomen la palabra…esos a los que hemos hecho enmudecer, a los que hemos querido callar por tanto tiempo, que hablen, que griten, que en total libertad nos digan lo que van sintiendo en su corazón.  Que nos reclamen, que nos exijan que le compartamos tantas palabras que hemos recibido de ti y que nuestro egoísmo las ha guardado en nuestro interior.

Que se escuche Tu Voz en los Altavoces de la Vida, ¡Libera nuestra lengua Señor!

Mete Tu Dedo en nuestros oídos, para estar atentos y responder con urgencia a Tu Llamada, a Tu Proyecto.  Que podamos escucharte en mis hermanos, en todos, en especial en los que hemos ignorado…

Libera nuestra lengua y quita las mordazas que no nos dejan pronunciar palabras honestas, sinceras, profundas…palabras llanas: Tu Palabra.

Enciende y fortalece nuestro espíritu para continuar creyendo en que un nuevo mundo es posible, cuando reconocemos con humildad que necesitamos que nos liberes, que te acerques, que nos toques, que nos ¡ABRAS!

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