23 de abril de 2020

A los 39 días de mi cuarentena...

Hoy ha estado lloviendo prácticamente todo el día.  No hemos tenido las temperaturas altas experimentadas en días recientes; pero sí hubo mucha humedad.

Hoy la levantada tuvo que ser temprano.  Había que revisar informes y tenía pautada varias reuniones virtuales.  Hoy, 23 de abril se conmemoró una vez más, el Día del Libro.  Lamentablemente, no pude cumplir con la tradición que tengo de comprarme un libro este día, o comenzar a leer alguno que tenga en casa, sin estrenar.  Por supuesto, que no hay librerías abiertas y aunque sí tengo 2 libros que no he comenzado a leer, hoy, de verdad que no fue posible separar tiempo para ello.  Realmente estuve todo el día bastante ocupada. (por lo que deben ya intuir que hoy no escribiré mucho ya que me he sentado a escribir bastante cansada y tardísimo).

El día del libro para mí es uno muy significativo.  En primer lugar porque soy amante de la lectura, y creo que podría decirse que sufro algo de adicción a ella.  No soy capaz de conciliar el sueño en las noches, si no he leído antes un rato. El sentir entre las manos las páginas de un libro es para mí uno de los más hermosos placeres de la vida.  Me encanta oler y sentir el papel, aunque confieso que he leído últimamente bastantes libros electrónicos, pero no los prefiero.  Tener un libro entre mis manos,  me resulta siempre una experiencia placentera y terapéutica. 

Es increíble todo lo que nos aporta la lectura de un buen libro.  ¡Horas interminables de encuentros, de historias, de vida!  Tantos buenos narradores que nos toman de la mano y nos van acompañando por caminos transitados de sueños, de ilusiones, de luchas, de retos. 

He tenido el privilegio de haber leído muy buenos libros.  También he sufrido la tortura de haberme tropezado con otros no tan buenos. Creo que la publicación de un libro es algo muy serio e importante, sobre todo, para el escritor.  Es un momento oblativo.  El que escribe, devela su sagrario con total generosidad. Abre las puertas de su intimidad y se muestra con toda su vulnerabilidad y su humanidad.  Se arriesga a ser señalado, juzgado, burlado, o peor aún, ignorado.  Y debe ser muy doloroso para quien escribe un libro, que luego de haber superado los temores y haberse arriesgado a fracturarse para compartirse; no encuentre lectores que sintonicen con él o que se sientan atraídos o motivados a leerle.

Le tengo un enorme respeto a los escritores y también una sana envidia.  Son seres capaces de transmitir conocimientos, ideas, pero también; emociones, sentimientos.  Tienen la capacidad de transmitir alegría, ilusión, esperanza y muchísimas cosas más.  Creo que son personas cuya sensibilidad les convierte, no en mejores personas, pero sí especiales.  

Las palabras son protagonistas en nuestra vida.  Siempre nos sorprenden sus infinitos matices.  Cantan, lloran, ríen, sufren, susurran…Hacen transparente nuestros más recónditos secretos, revelando siempre nuestras verdades desnudas.  Son las que nos permiten conectar con la gente, adivinar sus gustos, sus necesidades, sus preocupaciones y a través de ellas ofrecerles un respiro, un alivio, un consuelo.  
  
Establecer vínculos afectivos con los lectores, tener la habilidad de seducirlos hasta dejarlos querer perpetuar el encuentro.  ¡Es que es una maravilla!  ¡Algo hermoso!  Por eso digo que le tengo una sana envidia a los escritores.

Todos experimentamos la intuición del corazón que nos permite acertar en las palabras que necesitamos en cada situación de nuestra vida.  Esto, como consecuencia de gozar de la libertad de elección.  Sabemos dónde encontrar las palabras que necesitamos, las justas. Identificamos ese libro, El Libro, pero muchas veces, nos da miedo y corremos el riesgo de privilegiar el silencio y levantar muros de inercia. 

Esta escena es la que protagoniza mucha gente hoy día.  Y les pasa no con cualquier libro, no con cualquier palabra, sino con La Palabra.  Las personas se pierden la oportunidad de descubrir a través de La Palabra, la respuesta a todas sus preguntas, el consuelo a todos sus sufrimientos, la fuerza para afrontar sus limitaciones.  

“En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.”  Aquella mañana de la creación, cuando todo era primicia, ¡Dios se viste de Palabra!  Y sale de sí:  “Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros”. Dios se arriesgó a entregarnos Su Palabra, a Ser Palabra, entre nosotros.  

Hoy, pienso que el Señor nos llama a agradecerle Su Palabra, siendo palabras también para otros.  Porque las palabras no le pertenecen a nadie, no son propiedad privada.  Son voces que sueñan con ser escuchadas, son ecos que esperan entretejer vidas, son pan que construyen Esperanzas.

2 comentarios:

  1. Me ha llamado la atención la forma que enumeras las acciones que logran las palabras. Esas son las razones por las cuales también me gusta leer. Definitivamente una de las que me crea mayor entusiasmo, Alegría y esperanza es la lectura de su PALABRA y cuando lo hacemos en comunidad es maravilloso. Gracias Nancy otra vez. Nos sigues ayudando. Acuérdate del video con los títulos de los libros jajajajaja.

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  2. Graciass Nancy... tambien aprendo contigo.

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