5 de abril de 2020

A los 21 días de la cuarentena...

¡Llegó la Semana Santa!.  Y a esta hora de la noche, perdí ya la cuenta de las veces que he leído y escuchado: “Esta Semana Santa será diferente”.  ¡Por supuesto que lo será!  Hoy todo es diferente. Todo ha cambiado, todo se ha transformado y ha dado paso a la novedad.
  • Levantarme sin la prisa habitual de este día, ya que el Domingo de Ramos, todos los cristianos sí van a misa, y hay que llegar temprano a la parroquia para poder encontrar espacio en el estacionamiento, sí que es novedad.
  • No experimentar esa milagrosa alegría del encuentro con los hermanos, con los que van haciendo camino conmigo, sí que es novedad.
  • Celebrar la eucaristía sentada en el sofá de mi casa, en la más completa soledad, sí que es novedad.
  • Tener entre mis manos, no una rama, sino un teléfono, ¡Vaya que sí es novedad!

Podría continuar enumerando tantas cosas que sustentan lo distinto que ha sido este día; pero entiendo que no es necesario, porque le ha pasado igual a muchos, mi experiencia sí que no es novedad.  

Es la realidad de todos.  Una realidad que no ha hecho excepción de personas, ni por edad, nacionalidad, credo, género, etc.  Un hecho inesperado y doloroso que ha terminado volcándonos de manera vertiginosa en un mundo diferente.

Pero diferente es sinónimo de distinto, no de malo.  Diferente es una palabra que tiene dos caras.  Se puede hablar de lo diferente motivados por la exclusión o se puede hablar de diferente, para distinguir positivamente a alguien o a algo.  Yo elijo la segunda acepción.

Existe una teoría sicológica que dice, que 21 días son suficientes para convertir una acción o comportamiento determinado, en un hábito.  Esto sí que me parece muy interesante.  Quiere decir que hoy a los 21 días de nuestro confinamiento debemos haber aprendido nuevas cosas, haber adquirido nuevas costumbres, diferentes sí, pero diferente es sinónimo de distinto, no de malo (ya lo dije antes).

¡Y qué emoción he sentido!  Ya hoy, hemos tenido suficiente tiempo para haber adoptado nuevos hábitos.  Un nuevo estilo de vida que redundará en un mundo completamente distinto, y por supuesto, mejor.  Hay muchísimos signos que me motivan a creerlo:

Ahora las familias han ensayado el encontrarse bajo el mismo techo a una misma hora.
Los niños han descubierto el sazón de mamá porque ya no se compra la cena afuera.
Las parejas tienen tiempo para contarse sus cosas y soñar juntos un futuro.
Los padres han aprendido a valorar a los maestros de sus hijos.
Quedó confirmado que el no ir de tiendas un sábado, no es letal.
Descubrimos la belleza de unas playas limpias.
Nos maravillamos de nuestra resiliencia.
Hallamos la verdadera definición de héroes.
Hemos encontrado lo increíble de un aire limpio.
Hemos detectado cuán creativos podemos ser.
Hemos desenterrado talentos, por años guardados.
Rehicimos nuestra escala de valores.

Esta lista también está inconclusa.  Cada familia, cada hogar, cada persona, hoy, luego de 21 días de estar en cuarentena; ha adoptado nuevos hábitos, éstos u otros.  Pero hay que tener en cuenta que este aprendizaje es uno muy personal.

Los hábitos no pueden fotocopiarse ni compartirse en un mensaje de texto. Cuando pase la cuarentena, algunos mantendrán los ojos bien abiertos para alentar y cuidar las semillas de fraternidad que han brotado en este tiempo.  Otros, descifrarán el lenguaje de los sin voz para transfigurarlos en profundos ecos.  Habrá quienes busquen y construyan nuevos caminos de servicio; espacios de apertura y acogida.  Y también surgirán nuevos profetas que nos hablen del Reino recién instaurado.

Luego de 21 días, en esta cotidianidad “distinta” ciertamente que celebraremos una Semana Santa diferente, porque hemos descubierto que nuestros genes espirituales no son novedad; porque tenemos a un mismo Padre.  Y en esta cotidianidad, la fe no algo ajeno, sino, medular.  Es la fe la que nos ha dado fuerzas estos 21 días.  La que le da sentido a nuestra vida y la que mantiene viva en nosotros la Esperanza.

Al terminar la cuarentena podremos encontrarnos cualquier día sin sospechar siquiera que también fuimos contagiados de Amor en una Semana Santa distinta, diferente, pero no mala.

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