2 de mayo de 2020

A los 48 días de mi cuarentena...

Esta mañana desperté, como todos los puertorriqueños: sacudida violentamente por un terremoto de 5.2 grados.  Eran las 7:13 am; y me encontraba profundamente dormida. Apenas había podido descansar unas horas la noche anterior, por lo que mi sueño sí estaba muy pesado.  

Se me hace muy difícil encontrar palabras que le hagan justicia a lo que siento, cuando experimento un temblor de tierra.  Vivo en un piso 18; razón por la cual, los movimientos telúricos se sienten particularmente intensos y ciertamente que me hacen sentir temor, no lo niego. No hay refrán más literalmente cierto que cuando “se nos mueve el piso”, no nos queda de otra que sacar de adentro.

Cuando nos encontramos acoplados ya a la quietud del aislamiento; la naturaleza viene a despertarnos de ese marasmo para recordarnos una vez más nuestra vulnerabilidad. Nos susurra tenebrosamente que la vida sigue desarrollándose más allá de nuestras visibles ventanas.  Que el confinamiento es arduo, pero para muchos, es una verdadera pesadilla. 

Traje a mi corazón a los hermanos del sur que desde hace ya cuatro meses, perdieron sus casas por el inolvidable terremoto del día 7 de enero.  Pensé en el sufrimiento que les está ocasionando esta terrible pandemia, cuando muchos de ellos, todavía, viven bajo una carpa en el patio de la casa.  

Creo que las limitaciones nuestras y la de los demás, tienen que ver con el Reino, mucho más de lo que podamos imaginar. En momentos que podemos considerar, de oscuridad; quiero recordar que la Biblia está llena de historias de hombres que pasaron por muchas noches de oscuridad y pobladas de grandes sufrimientos.  Hay que intentar familiarizarnos con las tinieblas que no son la Verdad absoluta, sino, la certeza de que la Luz nos va acompañando.

Frecuentar los lugares oscuros del Evangelio: Getsemaní… el Gólgota.  Grabarnos la imagen oscura de Aquel que entregó su vida por todos, radiante de Amor. Pasear imaginariamente por los pasillos de tantos hospitales del mundo donde la oscuridad se va metiendo por las habitaciones, en su afanosa búsqueda de arrebatar la vida. 

Quise traer a mi corazón, a tantas personas solas, quienes ya han agotado las reservas de paciencia luego de tantos días de absoluta soledad.  A tantos niños a quienes les hemos pedido de mil maneras que no corran más por la casa en su desenfrenado deseo de sentirse libres.  A los que huyen día a día de sus propias oscuridades y a las víctimas del abandono y la miseria.

Pensar en esto me ayuda a ejercitar mi fe, que es lo mismo que alegrarme con la Luz que me trae el Resucitado en medio de mis temores, de mis limitaciones humanas.  Cultivar mi convicción creyente de que además de oscuridad, soy otra cosa, que es posible trascender a la negatividad y dificultad del momento, que no quiero escapar de mi historia, sino, asumir el papel que Él ha designado para mí.

Quiero tener presente hoy, en el que a estas horas de la noche, aún no he podido olvidar el “jamaqueón” que me despertó en la mañana; quiero recordar, que  no siempre experimentaré la quietud, la tranquilidad, la Luz; pero sí que ofreceré humildemente la lealtad de un Amor que no me pertenece, porque ya me Habita.

4 comentarios:

  1. El Señor siempre nos acompaña querida hermana.La fé en Cristo nos ayuda enfrentar con esperanza la adversidad!

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  2. Tqm. Gracias por tus palabras 🔥🙏

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  3. Pensé en ti cuando vi la noticia en los noticieros, comentaba aquí en la casa q ya omienza la temporada de huracanes, seguiremos con nuestra fe inquebrantable. Un abrazo grande

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