6 de mayo de 2020

A los 52 días de mi cuarentena...

Ya termina el miércoles, la mitad de la semana.  Estos días se sienten de menos horas, van muy a prisa. Entre el baño, el desayuno, orar un poco, ver titulares de noticias, ver mensajes y/o correos,  se me escapa la mañana.  En la tarde, continuar con las tareas pendientes, reuniones por Zoom, y un espacio para comenzar a leer, mi quinto libro de esta cuarentena. 

En la noche, uno de los momentos que espero con muchísima ilusión, semana tras semana por más de 20 años; el encuentro con mi pequeña comunidad.  Con esta segunda familia que el Señor me ha regalado, y por la que me siento sumamente agradecida.  Compartir las alegrías, las preocupaciones, la oración, nuestras continuas búsquedas de lo trascendente…la vida misma.  Es un privilegio y don mi comunidad.

Más tarde en la noche, me llevo una gran sorpresa.  Un amigo me comparte unas grabaciones, de unas canciones de Silvio Rodríguez, pero grabadas con su voz y con los acordes de su guitarra.  Me sorprendió muchísimo por varias razones.  Primeramente porque aunque no lo conozco de mucho tiempo,  lo que he conocido de él es una gran capacidad para resolver asuntos matemáticos.  Es una gran persona, noble, excelente esposo y padre, responsable, pero hombre de cálculos, teoremas y sistemas.  

En segundo lugar, me sorprendí porque desconocía esa sensibilidad en él.  Confirmo una vez más que todos pecamos al dejarnos llevar por las apariencias.  Encasillamos a la gente según la percepción que tengamos de ella y luego pasan estas cosas que nos sorprenden.  Además de ser autodidacta, porque aprendió a tocar guitarra solo; por muchos años estuvo escribiéndole cuentos a sus hijos cuando eran pequeños.  Con estos, les acompañó por muchos años, noche a noche.  Hoy día, sus hijos ya grandes, le preguntan por la suerte que han corrido los personajes que solo existieron en la mente de papá.

Me comenta este amigo, que en esta cuarentena le han resultado ser grandes acompañantes, la Palabra, que escucha en las mañanas (de los podcasts Claretianos) y una guitarra.  Ha desempolvado una muy vieja, que llevaba mucho tiempo olvidada en un rincón de la casa.  La tomó entre sus brazos, y en homenaje a los abrazos contenidos, fue rasgando unos acordes de canciones muy queridas por él, que le han acompañado en momentos cruciales de su vida.

No hay duda que la música puede ser de mucha ayuda en estos días difíciles que estamos viviendo.  Si la usan en las oficinas dentales para tranquilizar a sus pacientes (y lo logran), si en los centros comerciales nos la están ofreciendo constantemente para animarnos a consumir (y lo logran), si la utilizan en la escuela, para que los niños aprendan cantando las tablas de multiplicar (y lo logran); quiere decir que ciertamente la música es casi milagrosa.  Además, está comprobado, que la música puede ayudar a calmar la ansiedad, la depresión, el estrés.

Y estos días, todos hemos experimentado la capacidad (¿necesidad?) de priorizar lo verdaderamente importante para cada uno.  Recuerdo un pensamiento que leí el otro día del dramaturgo español  Boadella: “Cuando uno va viendo que la cuenta atrás se hace más corta, empieza a sintetizar, trata de buscar lo esencial …”

Admiro la actitud de las personas como este amigo, que a pesar de encontrarse a más de mitad de su vida, en situaciones nada favorables; no le teme a la novedad y a los nuevos comienzos.  Personas que no ceden ante la tentación de frenar los espacios de aprendizaje y que se dan cuenta que nunca es demasiado tarde para intentar cosas nuevas, sino que se nos hace tarde cuando dejamos de intentarlo.

Es lo que está haciendo mi amigo.  Ha rescatado su vieja guitarra, aprendiendo nuevos acordes y nuevas canciones.  Y en medio de este tejido sonoro de palabras humanas, se va entretejiendo la gracia y la Palabra de Dios que descienden como bendición sobre él y le llenan de Paz.  Su experiencia es una onda expansiva, que al llegar a otros, junto a su escucha atenta de la Palabra, le va transformando en bendición para otros.  Eso ha sido él esta noche para mí, un signo de bendición.

¡Gracias!

2 comentarios:

  1. Es cierto Nancy. Cada persona tiene una pasión, a veces oculta o que no la publica, sólo la utiliza para darle un leve impulso a su vivir pero en momentos difíciles crece exponencialmente esta armonía entre talento y espectador, a veces único espectador, suficiente para crecer. Gracias Nancys pues tu blog demuestra tu talento que anima y hace crecer no sólo a ti, sino a muchos espectadores que has ganado.

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  2. Muy buena reflexión siguimos confrontandonos con tus escritos, bendiciones y gracias. Recuerda soy Mauricio

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