26 de mayo de 2020

A los 72 días de mi cuarentena...

Martes de aperturas, de una nueva fase.  Como era de esperar, fue un día bastante agitado en las calles. Algunos sectores económicos comenzaron a operar nuevamente, de otras maneras, estrenando protocolos e intentando retomar lo dejado hace setenta y dos días atrás…

Asistí a una reunión en la mañana y luego tuve que llegar hasta el Banco por unas gestiones que no podía delegar.  Fueron dos escenarios completamente distintos, con gente y motivaciones diferentes, pero con denominadores en común.

Tanto en la reunión, como en el Banco; se respiraba temor y preocupación.  Dos palabras que se han sumado a la lista de las más usadas en los últimos días.  No deben interpretarse ninguna de las dos como actitudes negativas en sí mismas.  Son solamente indicadores de cosas más profundas y muy válidas que todos experimentamos en este tiempo.

Al menos, me sentí tranquila, porque en ambos lugares, se tuvo especial cuidado con los protocolos sugeridos; distanciamiento, uso de mascarillas, etc.  Evidentemente, esto es signo de responsabilidad social pero igualmente, de temor y preocupación.

Regresé a casa ya a media tarde, algo cansada (el calor me drena) y lógicamente con mucha hambre.  Me metí a la cocina, para prepararme algo ligero y luego de comer, me senté a responder correos.  Ya pronto iniciaría la Mesa Virtual que hemos estado celebrando durante este tiempo de confinamiento por medio de Zoom.

Llegada la noche, experimento una vez más, una enorme gratitud al Dios de la Vida por el privilegio de poder participar en estos encuentros.  Hoy culminamos la llamada: “Escuela de la Resurrección”, donde fuimos viendo cada martes, en este tiempo pascual, los relatos de las apariciones del Resucitado.  Hoy fue el último de esta “serie”.  

Culminamos con Pentecostés en los Hechos de los Apóstoles.  Y realmente tuvimos un gran banquete.  Fue increíble ver que en cada grupo se compartió la experiencia del Espíritu, como el gran comunicador de Pentecostés.  La mayoría de las personas (de las más de cien que participamos) expresó, que al escuchar la reflexión, pudieron cambiar su mirada y descubrir con nuevos ojos la fuerza del Espíritu, que sin duda sigue de protagonista, en este tiempo especial que estamos viviendo. 

Pienso que este tiempo, no es ni el más malo ni el peor.  Es un tiempo privilegiado para descubrir en nosotros esos signos del paso de Jesús por nuestra vida, que nos hace reconocer la acción del Espíritu.

Pentecostés nos invita a mirar este tiempo, como uno lleno de Gracia, donde, si somos capaces de acallar nuestras voces, nos sorprenderemos con el eco de su Voz dentro de cada uno de nosotros.

Pentecostés nos ayuda a descubrir aquellos aspectos de nuestra vida que no están lo suficientemente claros.  Y aunque esta mirada pudiera herirnos o hacernos sentir aplastados; podemos celebrarlo con alegría y paz porque no depende ni dependerá nunca de nuestro esfuerzo, sino de la fuerza que le permitimos al Espíritu desarrollar en nosotros. 

Pentecostés me recuerda, quién me habita desde siempre, quién me guía, quién me acompaña, ilumina, capacita, fortalece; ama.  Es un recordatorio permanente de mis exiguas fuerzas; de mi necesidad de que mi vida sea llevada por Él.

Fue muy hermoso escuchar el testimonio de tantos hermanos que celebran el participar de estos encuentros.  Todos expresan su agradecimiento porque descubren en la Palabra, “las palabras” que han estado siempre presentes, pero no se habían detenido a escucharlas desde el corazón.  La sencillez con que expresan su alegría, es realmente conmovedor…

Yo me uno a ellos, a los que se sienten agradecidos por el don de la fe.  A los que valoran que la ausencia de agendas cargadas, le hayan dado espacio a una mayor profundización de la Palabra.  A los que se sienten privilegiados de poder participar con una comunidad de hermanos, desde la propia vida.  A los que se han beneficiado de una comunidad de Pastores, Misioneros Claretianos, que insuflados por el Espíritu, no cejan en su empeño de provocar para nosotros, encuentros con el Resucitado.

Pentecostés nos incendia el corazón para que sintamos siempre viva la memoria de Jesús, para que nos apasionemos por las cosas que le apasionaban a Él, para que suframos lo que le hacía sufrir a Él, para que amemos como amaba Él.

Pentecostés es ocasión de incendiar a otros, de frutar ese ardor, no con grandes obras, sino con el profundo y sencillo lenguaje del Amor.

1 comentario:

  1. Alistandonos para recibir al Espíritu santo, que nos bendiga y aumente nuestra fe.

    Mauri SC la ceiba

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