15 de mayo de 2020

A los 61 dias de mi cuarentena...

¡No entiendo cómo ya llegó el viernes!  Tuve que ver el calendario para cerciorarme porque honestamente, lo dudaba.  En realidad, últimamente, he perdido la noción de los días.  Ya no siento el lunes distinto al domingo, ni distingo una tarde de viernes, de una de un martes.  Se siente una medio perdida con esto de no salir de la casa.  No sé si le pasa a otros, al menos a mí sí.

Hoy, cerca de las tres de la madrugada, intentaba dormir.  Cuando ya lo estaba logrando, un fuerte sonido logró espantarme y sacarme de la cama.  No podía creer que estaba escuchando a esa hora cómo aceleraban tres motoras en la carretera, frente a mi casa.  ¡Un jueves, a las tres de la madrugada, y en cuarentena! Me senté en el balcón anonadada a observar de qué iba aquello.
  
Las motoras iban hasta el semáforo, regresaban, entraban al estacionamiento del centro comercial y repetían la ruta.  Los tres motociclistas, eufóricos, intuyo que disfrutando la osadía de violar la ley de la cuarentena. Parecía que la competencia se basaba en ver quién hacía más ruido que otro o tal vez, quién evadía por más tiempo, a la presencia de algún policía.
  
Pronto comencé a escuchar voces a lo lejos.  Por supuesto, que no fue solo a mí a quien le interrumpieron el sueño con aquel ruido ensordecedor. Algunos vecinos expresaron en voz alta su molestia. El espectáculo duró alguna media hora.  Lo suficiente para espantar el poco sueño que había logrado meter debajo de la almohada. Como resultado, sufrí un fuerte dolor de cabeza toda la mañana.

Durante el día, estuve escuchando las noticias, con mayor atención que en las pasadas semanas.  No pude evitar entristecerme, y mucho.  Las cifras de contagio del coronavirus y las estadísticas que nos hablan de los que han perdido la batalla, ciertamente que describen una situación muy lamentable.  El dolor de la familia al no poder acompañar a sus seres queridos en los momentos más duros de su vida, también.  Todo este panorama es realmente dramático.

Pero mi tristeza de hoy, estuvo fundamentada en el dolor que experimento al confirmar que la ambición de poder, la seducción del dinero y la pérdida de valores continúan ganando terreno en las instituciones que deberían liderarnos correcta y dignamente.

Pero, ante las necesidades de muchísima gente que ha quedado marginada y en el desamparo, se responde con discursos cargados de promesas y vacías de verdad.  Se le pide al que tiene hambre que tenga paciencia, desde la opulencia y la comodidad. Los líderes políticos, todos, en su constante lucha por ganar adeptos, van improvisando caridades y enredándose en artimañas donde el pobre y el de abajo, quedan a la sombra de sus intereses.

Me he sentido hoy, como mujer, como puertorriqueña y como cristiana, herida, indignada.  Y ante la injusticia social, hay que tomar postura.  Reconocer y rescatar en nuestro pueblo, esos rasgos identitarios que definen nuestra nobleza.  Dar testimonio, como pueblo cristiano que somos, de que en nuestro diccionario no podemos incluir palabras que ofenden, que separan, que irrespetan a la persona.  Que hay un genuino deseo de pronunciar ese lenguaje inclusivo que hemos aprendido de nuestros padres y abuelos; resultantes de una gran experiencia de fe.

Claro, las palabras no son suficientes.  Creo que ya nos han hablado demasiado.  Es momento de expresar la responsabilidad y la solidaridad con gestos y hechos concretos. Levantar nuestra voz y hacernos eco de los que más sufren el abuso y la exclusión, es un deber cristiano, pero no es suficiente.

Hay que escuchar, acompañar, animar, y atender.  Es urgente dar respuestas cimentadas en el Amor y sostenidas con la Esperanza.

Nos sentimos desbordados de impotencia y es un reto ser coherentes con nuestro testimonio de vida. Hemos cerrado nuestras casas, y con ellas, hemos escondido el pan que se comparte y el vino que se derrama.  ¡Y no es nuestro! Se nos ha dado para compartirlo con los demás.  

Me duele pensar que Jesús pudiera repetirnos: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”…

Me asusta pensar que podamos convertirnos en los herederos silentes de un pueblo con corazón orante…  

2 comentarios:

  1. La reflexión critica y la acción profética hacen que la fe sea luz del mundo y d al de la tierra.

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  2. Bien dia Nancy. Cuanta verdad. Gracias pronto reflexión.

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