14 de mayo de 2020

A los 60 días de mi cuarentena...

Hoy fue un día lleno de contrastes. Estuve todo el día prácticamente ocupada y resolviendo muchas cosas a la vez.  Recibí buenas noticias y otras no tan buenas.  Había planificado realizar unas gestiones, hacer un pudín y no hice ni lo uno ni lo otro…así es la vida, no la mía, la de todos, impredecible.

Fue curioso recibir varias llamadas donde escuchaba lo mismo: “esto pasará pronto”, “ya la gente se cansó y está en la calle”, “pronto volveremos a nuestra rutina,” etc.  Valoro la buena intención de la gente que me llama para “animarme” con estas palabras, porque piensan que estoy deseosa que termine la cuarentena; para regresar a lo ordinario de mi vida. Pero, no opino de esa manera, no me siento desesperada, desanimada, ni mucho menos deseosa de regresar a mi “rutina”.  Yo me resisto a eso.

No he pasado sesenta días en casa, aprendiendo a conocerme mejor desde el silencio, para regresar a ser la misma.  No he resistido a renuncias afectivas para no valorar más a los otros, cuando “regrese”.  Es imposible conservar mi lista de prioridades, cuando ésta se ha transformado completamente. No he invertido en largas y profundas horas de “Encuentro” para ignorar lo aprendido.  No es posible que luego de cargar de nuevas formas, el peso de las preocupaciones de muchos, de familiares, amigos; los propios; ahora, de buenas a primeras quieran convencerme, de que todo volverá a ser igual que antes.

No podrá ser nunca igual, porque todos hemos comprendido nuevas verdades.  Nos hemos dado cuenta de que el mundo no es tan grande como lo sentíamos.  El dolor y el sufrimiento nos han acercado con una rapidez impresionante. Los grandes poderes de este mundo, no habían logrado nunca unirnos tanto como un virus de dimensiones microscópicas. Apenas hemos comenzado a entender el sentido del ahorro y el buen uso de nuestros bienes.

Muchos, finalmente han comprendido el significado de la palabra, solidaridad.  Ese modelo social, político y económico que endiosábamos, ha colapsado.  La salud se ha coronado como el bien más deseado. Nos hemos sentado a la mesa con los nuestros, todos a un mismo tiempo.

Cuando regresemos, el mundo no será igual, porque ya no es el mismo.  Y lo que a muchos les causa ansiedad y temor, a mí me ilusiona mucho.  Confío en que todo lo vivido nos haya ayudado y siga ayudando a dar la mejor versión de nosotros mismos. 

Todos sirven primero el mejor vino, pero tú has guardado el mejor vino para el final.

Esta lectura de las Bodas de Caná me han acompañado hoy durante todo el día.  “El mejor vino, para el final”.  Así lo siento, así lo creo. Confío plenamente en la Palabra, que es capaz de romper los muros de nuestros pesimismos.  ¿Cuándo recibieron los novios el mejor vino?  Cuando ya no tenían vino.  ¿Habremos llegado ya a la total carencia de vino? 

Las cosas que se nos dieron nuevas en el pasado, no pueden ser nuevas hoy.  Dios tiene siempre algo nuevo para nosotros.  Y siempre excede nuestras limitadas expectativas. Pero pienso que primero tienen que darse unas condiciones para poder recibir el mejor vino.  

Mientras sigamos con nuestro propio vino viejo, no degustaremos nunca del buen vino que Dios da.  Si nos sentimos satisfechos con nuestras uvas, nunca sentiremos necesidad de conocer los frutos de otros viñedos.

“No ha llegado aún mi hora”.  No podemos calendarizar el fin de la pandemia y el regreso a nuestra “rutina”.  Jesús nunca hizo las cosas ni antes ni después, sino cuando hizo el discernimiento de que el tiempo había llegado.  

“Hagan lo que Él les diga”.  Es sumamente importante entender que si queremos tener el mejor vino, tenemos que poner a Jesús al centro de nuestras vidas.  Esto implica que mi convicción de que el mejor vino se me ha guardado para el final, es porque he hecho una opción preferencial por su Persona.

“El maestresala probó el agua hecha vino”.  Si Jesús está conmigo y él tiene control de mi insatisfacción, le permito que haga su intervención en mi vida.  De esta manera, puedo degustar ese vino que está reservado para mi vida al final. Y ese vino es el mejor.

Siempre que había leído este texto, había concluido que Jesús sirvió el buen vino de último, pero en realidad el buen vino fue el único que sirvió Jesús, porque el primer vino no lo sirvió él.  Todo lo que sale de las manos de Dios es perfecto. 

No es cuestión de que mi vida antes o después de la pandemia es mejor o peor, es cuestión de que en Jesús, tiene que ser la mejor etapa de mi vida, la etapa donde la gente vea y sienta, que he degustado el mejor vino.

Eso es lo que tenemos que hacer, no preocuparnos por el fin de la pandemia, no desesperarnos por retomar nuestras viejas tinajas.  Sé que el mejor vino nos lo tiene reservado el Señor para el final.  

Todos sirven primero el mejor vino, pero tú has guardado el mejor vino para el final.

4 comentarios:

  1. Estimada Nancy:

    Saludos. He recibido tidas tus meditaciones. Pero, recibo tantos mensajes que te confieso que no las habia leído. Algo me dijo dejalos ahí y leelos mas tarde. Resulta que Hoy me desvelé y tome mi celular y me encontré nuevamente con tu meditación, esta vez del 60 día de tu cuarentena.Me parece estupenda. Profunda, amplia y certera. Me identificó con ella y llena mi espíritu. Creo que el Espíritu Santo toca aquí y allá, y nos ilumina para una nueva misión inspirada en un renacer de la concienxia personal y colectiva. Gracias por compartirlas y hacerme parte de tu círculo. Y ahora empesaré a leerlas desde el primer día. Solo me faltan 59.

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