4 de mayo de 2020

A los 50 días de mi cuarentena...

Cincuenta días de cuarentena, mi aniversario dorado, en el primer lunes de mayo.  

Conocemos al mes de mayo como el mes donde la naturaleza se engalana de una manera espectacularmente hermosa.  Además, celebramos el Día del Maestro y también, el Día de las Madres.  Este último tiene un gran arraigo en nuestra cultura y tradiciones familiares.  Por eso, supongo que la Iglesia ha elegido este mes para dedicárselo a María, la madre por excelencia.

Escuchaba hoy una reflexión sobre María y pensaba en los pocos momentos de su vida que aparecen en la Biblia. Todos ellos, momentos muy importantes por supuesto, pero en realidad numéricamente hablando, pocos.  Es como diríamos de manera vulgar: “no es cantidad, sino calidad”.

Repasé en mi mente, algunos de esos momentos, Nazaret, Belén, el templo, Caná, el Gólgota, Pentecostés…Ocasiones donde estuvo presente y a veces, solapadamente ausente. Y en todos y cada uno de esos momentos dejó grabada de una manera magistralmente sencilla, una rica enseñanza.  

Hoy día, me hizo mucho eco en el corazón, Nazaret.  Me gusta mucho esa María joven, dulce, de sandalias polvorientas y manos hacedoras de pan.  La imagino caminando diariamente hasta el pozo a buscar agua con un cántaro lleno de dulzura y un jilguero en la garganta. María sin pedestal ni doradas diademas.  La joven vacía de sí misma y poblada de Dios.

¡Cuánto quisiera sentirme así de liviana!

Nazaret fue testigo de las pisadas de María, cargadas de palabras, de gestos y generosidad.  Nazaret es el lugar de aprendizaje.  Allí Jesús aprendió a hablar, el lenguaje que María había comenzado ya en el Magnificat;  sobre los poderosos, los soberbios, los hambrientos y humildes de corazón.  En Nazaret compartirían palabras y conceptos.  Inclusión, apertura, donación, disponibilidad, amor.

Le pido al Señor, me conceda el don de ese lenguaje que sabe a Reino.

Puedo imaginarme a Jesús haciendo camellos con las virutas que caían de la mesa de trabajo de José.  Y María, ahí, mirándolo con infinita ternura.  Sospecho las largas sobremesas donde además del vino, abundaban las preguntas. Las sobrias narraciones de María salpicadas de inciensos y mirra que sabían a encarnación. 

María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón.

María en Nazaret es vientre frutado de Evangelio.  Fue ella quien tejió en sus entrañas al sol que nacería de lo alto y que vendría a darnos Vida y en abundancia.  Es María la brisa que nos trae a Jesús, quien nos muestra el Rostro Amoroso hecho carne y nos invita a fecundarnos con Ella. 

¡María en Nazaret es caliz, es mesa, es fiesta!

4 comentarios:

  1. Que lindo mensaje, aprendí mucho en una serie en Netflix se llama Maria Magdalena, vi el amor de Maria madre y como vivió x amor a Dios su sufrimiento
    Gracias. Soy Mauricio

    ResponderEliminar